El ayuno intermitente, en sus diversas formas, habría demostrado mejoras metabólicas en diversos ámbitos.
El ayuno intermitente, cuya modalidad más conocida y practicada es la de 16 horas, dejando tan solo un rango de 8 horas para dedicarlo al consumo de alimentos, ha demostrado en múltiples trabajos científicos su potencial para mejorar la salud general, y el metabolismo en particular.
De hecho, el ayuno intermitente ha demostrado aumentar la producción de ciertas proteínas, pudiendo así prevenir el riesgo de síndrome metabólico, diabetes mellitus o enfermedad hepática, entre otras afecciones. Incluso podría ser capaz de alargar la esperanza de vida o mejorar el rendimiento físico.
Ahora, un nuevo trabajo a cargo de la Dra. Mindikoglu y sus colegas del Baylor College of Medicine de Houston en Texas, y presentado recientemente en la Semana de las Enfermedades Digestivas celebrada en San Diego, vuelve a sugerir una vez más que el ayuno podría ayudar a mejorar diversas condiciones relacionadas con la obesidad. Concretamente, un ayuno de 30 días realizado desde el amanecer hasta el atardecer, como el que suele realizarse por parte de los individuos musulmanes durante el Ramadán.
El ayuno del Ramadán, beneficioso para la salud metabólica
Cabe destacar que el ayuno, lejos de vincularse únicamente a motivos religiosos, cada vez ha ido sumando más adeptos gracias a su potencial para ayudar a perder peso y mejorar el metabolismo, dado que restringir la ingesta alimentaría sí puede acelerar dicho metabolismo incluso más de lo que los investigadores solían creer.
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En este caso, la Dra. Ayse Leyla Mindikoglu y sus colegas analizaron de forma específica la práctica de ayuno realizada durante el Ramadán, cuyos motivos sí son religiosos, pero que podrían extrapolarse a otros ámbitos, como es la obesidad y su prevención en este caso.
Para ello, estudiaron a 14 personas sanas que ayunaron durante 15 horas cada día, desde el amanecer hasta el atardecer, como parte del Ramadán. Dentro de dicho ayuno no consumían ningún tipo de alimento ni bebida. Ni siquiera agua.
Antes de iniciar el ayuno, se tomaban muestras sanguíneas a los participantes, una prueba que se repitió a las 4 semanas de iniciar el ayuno, y también una semana después de finalizar el periodo del Ramadán.
Según sus resultados, existía una elevación de unas proteínas llamadas tropomiosinas (TPM) 1, 3 y 4, las cuales están relacionadas con la regulación de la contracción muscular esquelética y cardíaca, pero que también se han relacionado con la resistencia a la insulina o estados previos a la diabetes. En esta ocasión, el estudio descubrió que los niveles de TPM1, 3 y 4 aumentaron considerablemente desde el inicio del ayuno hasta una semana después de finalizar el mismo.
Por ello, la Dra. Mindikoglu y sus colegas sugieren que tanto la alimentación como el ayuno podrían afectar a la producción de estas proteinas, fundamentales para regular tanto la resistencia a la insulina como el peso corporal. De hecho, el tiempo entre comidas sería también importante y clave para regular la obesidad.
Como bien recuerdan los investigadores, según la Organización Mundial de la Salud la obesidad ya afecta a más de 650 millones de individuos en todo el mundo, lo que a su vez implica un aumento de riesgo de sufrir diversas afecciones de salud. De momento sugieren que serán necesario más estudios, pero que los datos obtenidos hasta ahora respaldan el uso del ayuno en su formato de 15-16 horas como intervención rentable contra la obesidad.
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