viernes, 14 de diciembre de 2018

Aumentan poco a poco los Cementerios musulmanes en España pese a la normativa europea, como el que prometió Manuela Carmena irrealizable por causas de salubridad

Madrid,13-12- 2018, extraconfidencial.com


Cementerio Griñón

Roberto Saviano relata en el inicio de Gomorra una curiosa escena del puerto de Nápoles. El perseguido escritor italiano explica lo que cargaban algunos contenedores: “Hay algunos niños. Muertos. Congelados, muy juntos, uno sobre otro. En fila, apretujados como sardinas en lata. Eran los chinos que no mueren nunca. Los eternos que se pasan los documentos de uno a otro”.

La novela desvela que “caían del contenedor a decenas, con el nombre escrito en una tarjeta atada a un cordón colgado del cuello. Todos habían ahorrado para que los enterraran en su ciudad natal, en China. Dejaban que les retuviesen un porcentaje del sueldo y, a cambio, tenían garantizado un viaje de regreso una vez muertos. Un espacio en un contenedor y un agujero en un pedazo de tierra china”.

Este hecho veraz evidencia que los trabajadores chinos pagan parte de su sueldo a cambio de que sus restos descansen en su país de origen. Esta práctica, sin la congelación citada, también la ha sufrido la Comunidad islámica que vive en nuestro país y que desembolsa cantidades mensuales en pólizas que le aseguren descansar en comunión con su religión. Pero ahora esta situación podría cambiar si ellos aceptan las limitaciones de la Ley.

La muerte en el Islam
El Grupo de investigación Mundialización e Identidad que trabaja en la Universidad de Huelva explica que “el Islam es una religión trascendente. Al igual que ocurre en las demás religiones reveladas, como el judaísmo y el cristianismo, en el islam la muerte es un paso hacia la vida eterna, para lo que el creyente debe prepararse”.

Y añaden: “La base práctica es común para todos los musulmanes que quieren ser enterrados según su religión, aunque luego, en cada país, región o incluso en cada tradición se añaden unas cosas u otras. Por ejemplo, en algunos lugares el cortejo fúnebre va acompañado de plañideras mientras que en otros territorios esta práctica está muy mal vista. Depende de las tradiciones locales”.

Sabemos que la muerte es advertida de diversas formas a lo largo del planeta tierra: en algunas tribus africanas se celebra una fiesta porque los muertos se supone que pasan a mejor vida y en algunos lugares de Indonesia se desentierran a los muertos años después para fotografiarlos, lo que en España se tomaría como un sacrilegio que atentaría contra la Ley. En nuestro país el peso de la religión católica ha influido en la muerte, en especial hasta el siglo XX con los velatorios, luto, respeto y silencio.

El plan de Carmena
Entre los musulmanes existe, desde hace años, la reivindicación de que la Administración española aumente los Cementerios para ellos. La localidad madrileña de Griñón acoge al más importante del país y hasta él llegan decenas de cadáveres desde distintos puntos de España. 

Manuela Carmena quiso evitar esta anomalía y anunció en 2016 que reservaba 10.000 metros cuadrados del Cementerio de Carabanchel para los musulmanes. Cierto es que la Conserjería de Sanidad le dejó claro que los ritos islámicos de enterramiento contravienen la Ley mortuoria de la Comunidad Autónoma de Madrid y la normativa europea. 

Ambos textos dejan claro que el cadáver no puede estar en contacto con la tierra por salubridad, aunque por supuesto no hay ningún problema con que el hueco mire a La Meca. La Comunidad de Madrid le mostró el camino al Ayuntamiento: se debía aplicar el Decreto 124/1997 sobre Sanidad Mortuoria de la Comunidad de Madrid, la Ley 8 de junio de 1957 del Registro Civil y el Acuerdo de Estrasburgo sobre traslado de cadáveres de 1992.

Los cadáveres de los musulmanes en España
La mayoría de los musulmanes regresan a su país de origen antes de morir, ya que esta comunidad es consciente de que solo existen una treintena de cementerios para los casi dos millones de habitantes que profesan su religión.

El pasado año la población musulmana alcanzó los 1,95 millones de habitantes tras crecer un 1,4%, según los datos de la Unión de Comunidades Islámicas de España. Cierto es que entre estos musulmanes abundan cada vez más los pasaportes españoles: en Ceuta, Melilla, Las Palmas, Madrid, Badajoz, Santa Cruz de Tenerife, Cáceres, Málaga, Córdoba, Sevilla y Jaén los musulmanes nacionalizados superan a los extranjeros de facto.

Muchos de ellos exigen desde hace años que se ponga en marcha el acuerdo de Cooperación que firmaron el Gobierno de Felipe González y la Comisión Islámica (Ley 27/1992), en el que “se reconoce el derecho a la concesión de parcelas reservadas para los enterramientos musulmanes en los Cementerios municipales, así como el derecho a poseer Cementerios islámicos propios”.

Un problema global
Alrededor de 25 millones de musulmanes viven en los 28 países de la Unión Europea. Y el problema de los Cementerios es global, aunque en España -en esta Legislatura-, hemos visto como la clase política recogía las demandas. En Mataró varios grupos municipales han pedido que se aplique la Ley catalana de Servicios Funerarios (1997), que obliga a los municipios a “recibir los servicios en condiciones de respeto a la intimidad, a la dignidad, a las convicciones religiosas, filosóficas o culturales y al dolor de las personas afectadas”.

Fuera de la capital del Maresme también existen idénticas reivindicaciones y en algunos casos algunas conquistas: en Sevilla el espacio del Cementerio Municipal dedicado a esta religión ha aumentado su tamaño un 38% en el último año y la localidad cordobesa de Lucena ha aprobado la construcción del segundo Cementerio musulmán de la provincia.

También en la ciudad murciana de Espinardo su cementerio triplicará su capacidad; en Logroño, desde el PSOE hasta Ciudadanos, han exigido a la alcaldesa del PP que se dignifique el Cementerio con señalización y, por último, en Pamplona se ha cedido un terreno para inhumarse los cuerpos mediante los ritos islámicos.

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