Santa Sofía fue construida como basílica cristiana, se transformó en mezquita y ahora es un museo
La joya bizantina de Estambul es hoy un museo. Cristianos y musulmanes pugnan para que la basílica sea devuelta al culto
«Aya Sofya [el nombre turco de Santa Sofía] aguarda el día en que sea reabierta para la oración», decía hace un año el activista Salih Turhan a varios periodistas. Este treintañero de cuidada barba y aspecto intelectual reunió a la prensa en el aniversario de la caída de Constantinopla para anunciar que la organización islamista que lidera, Anadolu Genç («Jóvenes Anatolios»), iba desde ese momento a oficiar sus oraciones cada viernes frente a Santa Sofía, para reivindicar su reapertura como mezquita. Al fin y al cabo, señalaba el joven, es lo que decretó el propio Mehmet el Conquistador.
Inicialmente concebida como basílica cristiana en el siglo IV, Santa Sofía ha sufrido una azarosa historia. Tras la caída de Constantinopla en manos otomanas, el sultán Mehmet II, que cambió el nombre de la ciudad al actual de Estambul, ordenó también la transformación de este edificio en mezquita. Un proceso que apenas tardó cuatro días: la ciudad capituló un martes, el 29 de mayo de 1453, y ese mismo viernes los creyentes musulmanes ya pudieron realizar la oración colectiva en su interior. Para la llamada del muecín, se improvisó un minarete de madera, que posteriormente sería sustituido por uno de ladrillo. Poco después, Mimar Sinan, el arquitecto más importante del Imperio Otomano, se ocuparía del proyecto que asentaría definitivamente la transformación.
El museo que los religiosos no quieren
El lugar mantuvo esta condición durante toda la época otomana, hasta que en 1935 las autoridades de la moderna República de Turquía lo transformaron en un museo. Una situación que desagrada a muchos. No faltan voces, especialmente entre los fieles ortodoxos griegos, que reclaman que el edificio sea «devuelto al seno de la Cristiandad». Pero son más numerosos los que preferirían que volviese a ser una mezquita. Movimientos como el de Turhan han sido, por lo general, marginales en el seno de la sociedad turca, pero la iniciativa comienza a cobrar cierta fuerza. Anadolu Genç lanzó el pasado 15 de abril una campaña de recogida de firmas «por la reapertura de Aya Sofya como mezquita», que ha conseguido el apoyo de más de diez mil personas en pocos días. Y el columnista Mustafa Akyol ha escrito que mantener como museos edificios religiosos es una «costumbre soviética».
Preparar a la opinión pública
¿Se está preparando a la opinión pública para un cambio tan drástico? Las autoridades del museo lo han negado repetidamente. Pero el pasado febrero, la Comisión de Peticiones del Parlamento turco decidió tomar en consideración una solicitud realizada a este respecto por varios ciudadanos, que incluía una pretendida encuesta a una muestra de población de cuatrocientas personas, en la que el 97 por ciento de los interrogados se mostraba a favor de «reabrir Aya Sofya al culto».
Tal vez más significativo es el hecho de que en Turquía existen siete antiguas basílicas de Santa Sofía reconvertidas en museos, de las cuales nada menos que cinco han sido transformadas en mezquitas en los últimos años. Otra más, en la ciudad costera de Trabzon, sufrirá pronto ese mismo destino, después de que un tribunal fallase en este sentido hace unos meses. Algo a lo que se opone frontalmente el Patriarcado Ortodoxo.
«En Trabzon no hay una necesidad urgente de más mezquitas, y también se sabe que no hay comunidad ortodoxa allí. Lo mejor es mantener la basílica como museo», declaró el encargado de prensa del Patriarcado. Muchos temen que la conversión de esta pequeña iglesia del Mar Negro sirva como precedente definitivo para que los islamistas puedan reivindicar la última pieza, la centenaria joya de Estambul, Patrimonio de la Humanidad.
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