sábado, 1 de octubre de 2016

Los musulmanes de Hungría, hartos de los discursos 'envenenados' del gobierno

Budapest 30-09-2016,(AFP) -


'¿Qué nos está pasando?' Maja, una húngara convertida al islam, nunca se habría imaginado que un compatriota le pudiera espetar la frase 'regresa al desierto'. Es su día a día desde la campaña gubernamental contra los refugiados de cara al referéndum del domingo.

Cuando lleva velo, esta mujer de 33 años siente que la miran mal. 'Como no pueden llamarme migrante o terrorista, para insultarme me llaman siria', cuenta a la AFP esta habitante de los alrededores de Budapest. Y afirma haber sido agredida. 'Los húngaros son gente hospitalaria. No sé qué nos pasa', reconoce, desamparada, refiriéndose a la intolerancia imperante.

La campaña gubernamental por el no en el referéndum sobre las cuotas de refugiados adoptadas por los Estados de la UE ha empapelado el país con carteles que equiparan los migrantes al terrorismo y a una amenaza cultural.

La consulta promovida por el primer ministro conservador Viktor Orban se celebra el domingo, pero el gobierno esgrime desde mucho antes la tesis del peligro de la migración. Antes incluso de la llegada masiva de migrantes a Europa. En la primavera de 2015, el Ejecutivo envió un cuestionario preguntando a los electores qué había que hacer con los clandestinos.

Este clima 'ha envenenado el alma' con la ayuda de los 'medios de comunicación cercanos al poder que destacan el más mínimo suceso en el que esté implicado un musulmán en cualquier parte de Europa', lamenta Zoltan Bolek, representante de la mayor asociación musulmana de Hungría.

Bolek asegura que sus correligionarios reciben amenazas 'diarias' que a veces llegan hasta la agresión. Recientemente escribió a Orban para pedirle protección para los musulmanes húngaros.Se calcula que hay unos 40.000 en este país de 10 millones de habitantes, entre ellos miles de conversos, afirma Zoltan Sulok, presidente de otra asociación religiosa.

'Nunca habíamos sido un tema político, pero ahora, sí', suspira este hombre de 46 años, 'harto de esta retórica'.Basil Hararah no se amilana. Este ingeniero civil de Gaza piensa quedarse en Hungría, que le dio asilo. Este verano consiguió trabajo en una fábrica de provincias y asegura que, por el momento, 'no se ha topado con hostilidad'. 'En el campo, la gente es sencilla; si eres bueno con ellos, ellos también lo son', asegura.

Este treintañero cursó una formación ofrecida a los refugiados por la Universidad de Europa Central, un establecimiento estadounidense privado de Budapest financiado por el millonario de origen húngaro George Soros. Los aproximadamente 50 estudiantes del programa OLIve (Open Learning initiative) estudian inglés, historia, economía e informática. No se habla de política.

'Mi abuelo era un refugiado. Huyó de Rusia a Canadá. Si hoy estoy aquí, ante vosotros, es porque él trabajó mucho para subir en la escala social. Vosotros tendréis que hacer lo mismo', les dijo recientemente el rector, Michael Ignatieff. En la universidad, 'todo el mundo está dispuesto a ayudarnos', afirma Philip, un iraní de 32 años llegado a Hungría en marzo de 2015.

Fuera, las cosas son muy distintas. En su teléfono móvil, muestra la fotografía de un cartel de una calle en el que se lee: 'Refugees, go home' ('Refugiados, regresen a casa'). En Irán, era perseguido por ser protestante, explica. De las 174.000 solicitudes recibidas en 2015, Hungría concedió asilo a unas 500 personas.'La mayoría de la población se cree la propaganda hostil del gobierno', estima Philip.

A veces la simpatía por las tesis antinmigración llegan de quien menos se lo esperan, como Maher Zaki, de 43 años. 'Claro que hay una enorme propaganda contra nosotros', reconoce este sirio residente desde hace 25 años en Hungría. Pero 'si la gente quiere venirse a vivir a Hungría, es normal que se quiera saber quiénes son', afirma, retomando el argumento de Viktor Orban.

Maher trabajó como cooperante con los refugiados en el momento más crítico de la crisis en 2015, cuando decenas de miles de solicitantes de asilo transitaban por Budapest con la esperanza de llegar al norte de Europa.

Las condiciones miserables de la acogida le impactaron, pero no culpa de ello al gobierno: 'Orban fue el único en proteger a su población, el único en Europa en cerrar las fronteras. Ahora todo el mundo hace como él'.

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