Un policía francés comprobando la documentación de dos hombres, a la mañana siguiente de los atentados en París LOIC VENANCEFRANCE
Los musulmanes creen que este ataque 'solo aumenta su ya complicada situación en Francia'Sigue aquí las últimas informaciones sobre los atentados
No sólo hay restaurantes de moda y locales de copas en el distrito 11 de París, tristemente conocido ahora por los atentados que le han dejado mudo y casi sin vida este fin de semana. También hay una importante comunidad musulmana que dirige además la mayor parte de los comercios en varias calles, como la rue Jean-Pierre Timbaud o la rue Saint-Maur, a escasos 900 metros de los restaurantes atacados.Al dejar a un lado el boulevard de Belleville, conocido también por su población asiática, la rue Jean-Pierre Timbaud nos traslada ahora al Magreb. Varias librerías árabes exponen el Corán en sus escapates, así como teteras, pañuelos estampados, chilabas o alfombras.
Todo lo que un musulmán puede buscar en su día a día en París puede encontrarlo en esta calle, repleta también de cafeterías y carnicerías halal regidas por musulmanes argelinos o tunecinos.El día siguiente al mayor atentado de la historia de Francia, cuya autoría reclama el Estado Islámico, los negocios del barrio permanencen abiertos, pero el silencio de la calle es el mismo que el que ha invadido el resto de la capital. Un joven recibe a los clientes en la entrada de una librería donde los manuales del Islam se alternan con las clásicas vestimentas musulmanas. Varios religiosos vestidos con chilaba y taqiya hojean los ejemplares de las estanterías del fondo de la tienda.Nadie quiere hablar de la noche del viernes.
El joven responde con una sonrisa y en perfecto francés que «el jefe no se encuentra» y que él no habla muy bien francés. «El jefe no se encuentra» será la misma respuesta que dé el señor que regenta la siguiente tienda de especialidades orientales. «Vuelva en media hora, cuando él esté aquí». Pero su jefe nunca llegó, ni media hora, ni 45 minutos después. «¿Y qué quiere que hagamos?», responde al fin un vecino del barrio. «¿Otra vez tenemos que condenar lo que ha pasado? Claro que lo hacemos, pero esa gente no tiene nada que ver con nosotros».La zona de la ciudad más afectada por la destrucción parece ser la más viva en este día a este lado del Sena; la gente sigue en las terrazas tomando té, café o vendiendo oro en la tienda de la esquina.La mayoría de negocios musulmanes se encuentran abiertos, como la carnicería halal del Faubourg du Temple, que el viernes había cerrado a las 19:30, horario habitual en Francia. «No, no escuchamos nada, los disparos comenzaron algo más tarde. Hoy hemos abierto con normalidad», comenta un joven dependiente sin querer responder al resto de preguntas. Nadie quiere hablar.
«Este ataque», lamenta Dhaou Meskine, Imán de Clichy sous Bois, en una conversación con EL MUNDO, «sólo aumenta la dificultad de los musulmanes de Francia que ya estaban en una situación complicada. Los musulmanes lo van a pagar más que el resto de ciudadanos aunque todos estemos igualmente indignados». Meskine sabe de lo que habla pues su ciudad es una de las más conocidas de la periferia parisina, después de que en noviembre de 2005 dos jóvenes musulmanes de 15 y 17 años murieran electrocutados cuando se escondían de la policía, lo que desencadenó una serie de altercados violentos en la periferia.«Es cierto que muchos de los nuestros han vivido la discriminación y el racismo y ahora pueden pensar que esto no es su problema, pero es su deber», opina Abdelali Mamoun, imán de Alfortville.
«Hay gente que viene a nuestro país a intentar reclutar a nuestros hijos, no sólo amenazan a Francia, también a nosotros mismos. Pedimos a los musulmanes que denuncien si son testigos de discursos o conversiones radicales, solo así lograremos plantar cara a la barbarie».
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