Los musulmanes rezan el domingo en la mezquita pacense antes de romper todos juntos el ayuno. :: CASIMIRO MORENO
El Ramadán es un periodo que afecta a los musulmanes de la región y que pasa inadvertido para otras muchas personas
«La vida es como un negocio, puede irte bien o mal. Para que te vaya bien debes leer el Corán y ser buena persona»
«La vida es como un negocio, puede irte bien o mal. Para que te vaya bien debes leer el Corán y ser buena persona»
Estos días de verano las terrazas de los bares están llenas de gente que busca refrescar sus gargantas, picar algo y compartir un rato con los amigos. Y por la noche, en algunos barrios y pueblos, grupos de vecinos sacan sus sillas a la calle para tomar 'el fresco' hablando de temas banales y pasando revista a todos los acontecimientos o personajes del momento. En ninguna de estas dos circunstancias de ocio se podrá encontrar a un musulmán que viva en la región.
Estamos en el periodo en el que el Corán fue entregado a Mahoma, periodo más conocido como mes del Ramadán. Durante treinta días, el musulmán debe abstenerse de comer, beber y mantener relaciones sexuales desde el alba hasta la puesta de sol.
Mucha gente desconoce la religión islámica, a pesar de que la comunidad musulmana en Extremadura supera ya las 17.000 personas. Estos días se encuentra en Badajoz AbdelGhani Abdeljalik, imán y predicador en Egipto, que se dedica a guiar la oración y realizar conferencias para todos los musulmanes que se acerquen a la mezquita pacense durante el Ramadán. «Ayunar es buena salud», son las palabras de Mahoma en boca del imán, que advierte que no comer durante un tiempo fortalece el estómago y es beneficioso para el cuerpo humano.
Un ejemplo de alguien que compatibiliza el ayuno y mantiene inalterable su hábito de trabajo es AbdelMajid Harchi, que vive muy intensamente este mes. Nació hace 39 años en Casablanca, Marruecos, pero lleva 23 en Badajoz, por lo que ha ido viviendo la evolución de la religión en la ciudad. Durante el Ramadán, su horario se trastoca por completo. Abdel tiene una bazar en Pardaleras y su rutina comienza a las nueve y media de la mañana, cuando se levanta. Luego continúa con su día como cualquier responsable de tienda, con su ir y venir por los pasillos y su hilo musical. A las dos de la tarde hace algunas compras, descansa un poco y se va al almacén a reponer materiales para la tienda.
En todo este proceso falta algo que para los occidentales es impensable eliminar: el almuerzo. Abdel no come ni bebe nada durante todo el día, aproximadamente 17 horas de abstinencia. Es verano, es Extremadura y es raro no ingerir ni una gota de agua durante horas. Pero también es posible, afirma.
Confiesa que los primeros días sufrió un leve dolor de cabeza, provocado por el ayuno, pero que luego el cuerpo se acostumbra y no pasa hambre ni sed. Además, por la noche, una vez roto el ayuno, ingiere los dos litros diarios de líquido que corresponden a un adulto. Aunque admite que algunas veces, bebe una bebida energética para reponer fuerzas, aunque siempre tras haberse retirado el sol.
El marroquí tampoco se muestra cansado a lo largo del día, a pesar de estar mucho tiempo de pie detrás del mostrador y tener que cargar con cajas pesadas. «La fe me da la fuerza necesaria para seguir adelante». Cuenta que a medida que va avanzando el mes, tiene menos hambre. «Cuando llega la hora de comer, apenas tengo apetito, con dos o tres dátiles me lleno». Dice que el estómago tiende a ir encogiéndosele de no comer con tanta asiduidad. Pero está ya acostumbrado y se muestra contento de contar que lleva ayunando desde los doce años.
Iniciación
Los niños van iniciándose poco a poco en el Ramadán, ya que ellos no están obligados a dejar de comer. Sin embargo, el hijo mayor de Abdel, que tiene ocho años, intenta estar sin comer el máximo tiempo posible. Si aguanta hasta medio día, le dan un premio. O prueba a no comer pero sí beber algo de agua. Así, el niño se irá acostumbrando y podrá realizar el Ramadán completo en unos años, algo que para ellos será motivo de felicidad. Abdel no duda que las generaciones venideras de musulmanes seguirán a rajatabla este mes, «nosotros se lo estamos inculcando así, es lo que ellos ven en casa y desean poder realizar el ayuno completo cuanto antes para sentirse mayores».
Otras personas que no están obligadas a privarse de comer son las mujeres embarazadas, que hayan dado a luz hace poco tiempo o que tengan el periodo. También los ancianos o enfermos a los que puede perjudicarles el ayuno y la persona que esté de viaje. Por eso, explican los musulmanes, «el islam es permisivo». Abdel no confía en la gente que no hace el Ramadán con su respectivo ayuno. Dice que tarde o temprano, posiblemente en el mismo año, Alá les castigará.
Sin embargo, por llevar un día a rajatabla, te compensa con diez de salvación. Por eso, los treinta días que dura el mes se convierten en 300. Y seis jornadas más de ayuno voluntario que es posible realizar en el mes siguiente al Ramadán, hacen la cuenta completa del año lunar, 360 días. Abdel dice que no le cuesta ningún esfuerzo y así se está asegurando el paraíso para él y su familia.
El verdadero significado la palabra 'Ramadán' en árabe es recibir la bondad de Dios, tener la seguridad del paraíso y recibir la salvación eterna. Está considerado el mes de la sumisión, del acercamiento a Dios y de la lucha contra las pasiones y los deseos. Por eso, quien consigue completar con éxito el ayuno, habrá adquirido la fortaleza necesaria para no hacer el mal.
En un momento en el que la tienda de Abdel está más tranquila, reflexiona unos instantes y explica toda la filosofía del mes sagrado musulmán en unas pocas frases: «La vida es como un negocio, si lo manejas bien y vas por el camino correcto, irá bien. Si lo llevas mal, irá a la ruina. La forma de llevar bien la vida es realizar estrictamente el Ramadán y leer el Corán». Criticar o hablar mal es una de las cosas prohibidas en el islamismo, pero aún más en este mes. Al contrario, los musulmanes intentan siempre colaborar con una limosna.
Normalmente, los mahometanos deben realizar cinco oraciones al día. En Ramadán hay una más llamada Tarawih. Ésta se hace una vez roto el ayuno, ya de noche, sobre las once y suele durar una hora.
Por otra parte, el Ramadán es un mes en el que se realizan las comidas más festivas y elaboradas de cada lugar. Abdel es de Marruecos y allí la gastronomía es variada y muy conocida internacionalmente. Harira, shebbakiyya y los dátiles no faltan nunca entre los víveres que los marroquíes aportan a la mezquita pacense el domingo, cuando se reúnen todos los hombres islamistas de la ciudad durante el mes para romper el ayuno.
La harira es la comida que más sobresale de la gastronomía de Marruecos. Es una sopa muy nutritiva de carne y legumbres. En cuanto a los postres, está la shebbakiyya, un dulce de miel recubierto de sésamo y semillas de anís. Este paste es muy propicio para el mes del Ramadán por su alto valor calórico.
Antes de despedirse, Abdel confiesa un sueño: ser imán. «Guiar la oración y predicar el Corán es algo que me encantaría algún día hacer». Ya empieza a amanecer y los incipientes rayos de sol dan sus primeras puntadas. Han pasado 24 horas. Un día menos del mes sagrado pero como recompensa, un día más cerca de la salvación eterna .
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