Ismail había logrado una de las mejores notas de graduación en todo Líbano. Le habían aceptado en la Universidad de Harvard, en EE.UU para comenzar sus estudios en física y química biológica orientada a la medicina.
Con 17 años, Ismail estaba a punto de cumplir uno de sus sueños más profundos: acudir a una de las universidades más prestigiosas del mundo gracias a su propio esfuerzo, por sus propios méritos. Se lo había ganado.
Sin embargo, al llegar al Aeropuerto Internacional Logan de Boston, se encontró de bruces con la dura realidad: las autoridades estadounidenses le denegaron la entrada y le revocaron su visado. Vuelta a la casilla de salida.
Ismail creció junto a su familia en el campo para refugiados de Palestina de El-bus, en Líbano. Con una densidad de población muy elevada, las casas se amontonan alrededor de la escuela de UNRWA a la que asistía Ismail. No es fácil estudiar así, y, sin embargo, él siempre encontró la manera de concentrarse y estudiar todo lo que podía. A pesar de sus circunstancias, Ismail logró situarse entre los estudiantes más brillantes a nivel estatal. Su esfuerzo es digno de nuestra admiración más profunda.
Por eso, pesa tanto la injusticia por la que ha tenido que pasar. Si sus notas eran las mejores; si había obtenido el Visado y la beca; si en la propia Universidad le esperaban con los brazos abiertos, ¿por qué denegarle la entrada?
No hay respuesta que valga: como refugiado de Palestina, Ismail, como su familia y como casi 5 millones de personas, está acostumbrado a encontrarse con muros y barreras a la hora de disfrutar de sus derechos esenciales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario