Puente medieval de mampostería, decorado con arcos de ladrillos superpuestos en la prolongación de Blas Infante.
Los puentes eran en el pasado y, lo siguen siendo en la actualidad, complejas estructuras viarias indispensables para mantener operativa la red de comunicaciones terrestres que unían las ciudades y las regiones. Algunos de los que existieron en la época medieval en los entornos de Algeciras habían sido construidos por los romanos y, otros, por los poderes musulmanes establecidos en al-Andalus. No se puede asegurar que los que servían para cruzar los ríos Palmones y Guadarranque, que formaban parte de la calzada llamada “Vía Augusta”, se hallaban aún operativos en la Edad Media, pero sí sabemos que el que estaba situado donde luego se edificó el conocido como puente del Matadero, para cruzar el río de la Miel, se hallaba activo en la época musulmana de acuerdo a lo recogido en las fuentes árabes y cristianas medievales y en los planos de las ruinas de la ciudad levantados a principios del siglo XVIII.
Tres puentes de época medieval han sido localizados y documentado en los entornos de al-Yazira al-Jadrá: dos de ellos para salvar el cauce del río de la Miel y otro, reconstruido por los castellanos tras la conquista de la ciudad en 1344, sobre el foso defensivo, delante de la llamada puerta del Fonsario o de Gibraltar. Cuando Alfonso XI entró en Algeciras en el mes de marzo de 1344 mandó reedificar esa parte de las murallas y del foso, muy deterioradas durante el cerco cristiano de 1342 a 1344. Este puente, que se ha conservado casi intacto hasta la actualidad en la Prolongación de la Avenida Blas Infante, servía para salvar el foso defensivo y acceder a la cercana puerta de la ciudad. Posee un solo ojo y conserva una elegante decoración formada por arcos de ladrillos superpuestos.
Las atarazanas de la Algeciras medieval
Otro de los puentes –reconstruido a principios del siglo XVIII–, servía para cruzar el río de la Miel y posibilitar el tránsito de personas y animales en el antiguo “arrecife” que, partiendo de la puerta de Tarifa, se dirigía a esa ciudad. En la Crónica de Alfonso XI, en uno de los capítulos que narran el asedio castellano a la ciudad, se menciona en varias ocasiones “la puente” que cruzaba el río frente a la puerta de Tarifa. Otro puente medieval, de un solo ojo, se utilizaba para conectar ambas villas a la altura de la actual calle Duque de Almodóvar, donde a principios del siglo XX se localizaba el llamado “Puente Viejo o del Cristo”.
Sin embargo, el documento más esclarecedor sobre los puentes medievales de Algeciras, es un plano fechado el 5 de octubre de 1736 perteneciente al proyecto de reconstrucción del citado puente sobre el que discurría el camino de Tarifa, cuyas ruinas se localizaban al Sur de la ciudad. Después de trescientos treinta años de abandono, Algeciras renacía y se hacía necesario restaurar el puente antiguo –probablemente de origen romano– que unía la ciudad con la vecina población de Tarifa.
Según refiere este documento cartográfico, que se conserva en el Archivo General de Simancas, entre 1736 y 1738 se procedió a la reconstrucción de dicho puente medieval que tenía tres ojos o vanos y del que se conservaba parte de los machones o pilares que servían de apoyo a la arcada, algo de los estribos o tajamares y los dos pilares laterales que fijaban el puente a ambas orillas. Este puente, restaurado, aunque muy estrecho, pues la calzada no superaba los 3 metros y medio de anchura, estuvo en uso hasta la construcción del puente del Matadero en el año 1880.
Pero el citado plano de 1736, y otro de 1761, nos aportan otros datos de enorme interés sobre los puentes que existieron en Algeciras medieval. En ellos se muestran los restos de otro puente antiguo arruinado, de un solo ojo: el que servía para comunicar ambas villas a la altura de la embocadura de la citada calle Duque de Almodóvar que, con el fin de comunicar la ciudad con la barriada de la Villa Vieja, se reconstruyó en el año 1819 recibiendo el nombre de puente Viejo o del Cristo (por hallarse cerca de la Capilla del Santo Cristo de la Alameda). En el plano de 1736 se puede leer, en relación con este puente: “Ruina y vestigio del puente que servía de comunicación de una a la otra villa que es Villa Chica” y el de 1761: “Puente antiguo caído que comunicaba a Villa Vieja.”
Con la reconstrucción del puente de tres arcos en 1736 y el de un solo ojo, en 1819, la ciudad volvió a contar con los mismos puentes que tuvo la Algeciras musulmana y cristiana, al menos, en los siglos XIII y XIV.
Los mercados cerrados o alhóndigas eran edificios, generalmente de planta cuadrada o rectangular compuestos de cuatro crujías erigidas en torno a un patio central en el que se localizaba un pozo o una fuente para que los mercaderes y las bestias de carga pudieran abastecerse de agua. Disponían de dos plantas. En la planta baja se hallaban los almacenes para las mercancías, la oficina para sellar los acuerdos comerciales, el comedor comunitario y la cocina. En la planta superior se localizaban los dormitorios para el descanso de los mercaderes que llegaban a al-Yazira al-Jadrá desde las aldeas rurales de la “cora” o desde lugares más lejanos para vender sus productos o adquirir otros. Una alhóndiga musulmana, perfectamente conservada, es el llamado “Corral del Carbón” en Granada.
Por los Miráculos Romançados sabemos que existieron, al menos, dos alhóndigas o funadiq en Algeciras musulmana, una la alhóndiga vieja, probablemente ubicada en la medina o ciudad antigua, y otra la nueva, que debía hallarse en la Villa Nueva o al-Binya meriní. Según este documento, redactado en la segunda mitad del siglo XIII por el monje de Silos, Pero Marín, al cautivo cristiano Domingo Bono “metiéronlo en la alhóndiga nueva”. Estas alhóndigas, edificios públicos que proliferaron durante el período meriní y nazarí en el Magreb y al-Andalus, servían como hospederías para los mercaderes, como almacén para sus productos y como lugares donde concertar las operaciones de compra-venta de las mercancías.
Algeciras, una ciudad con una fuerte tradición comercial que se intensificó durante el período nazarí-meriní, debió asistir a una actividad constante en sus alhóndigas, lugares donde se ponían a la venta las mercancías que llegaban a la ciudad producto de las expediciones predatorias musulmanas por tierras de la Andalucía cristiana. Para el estudioso de la arquitectura y la arqueología de al-Andalus, Leopoldo Torres Balbás, en las alhóndigas se vendían las mercancías llevadas a la ciudad por gente forastera, siendo también el lugar donde estos productos eran distribuidos para su posterior venta al menudeo en los zocos. Hasta el momento no se ha localizado, en el transcurso de las intervenciones arqueológicas realizadas en la ciudad, ningún vestigio de estos edificios islámicos, algunos de los cuales pudieron continuar con el mismo uso durante la etapa cristiana.
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