Oración. El imán Mohamed Diyab reza en la mezquita de Begoñazpi, adonde ha llegado hace poco más de un mes. :: BORJA AGUDO
Recorrido por el recelo vecinal y las expectativas de la comunidad musulmana ante la apertura de dos mezquitas en Bilbao
Si consiguen parar esta mezquita, no dejarán que se abran en ningún barrio», dice un joven musulmán residente en Vizcaya. En el territorio histórico hay una comunidad de más de 12.000 fieles, según el último estudio demográfico, que buscan lugares para rezar. Ahora tienen nueve, tres en Bilbao y el resto en Ermua (2), Barakaldo, Mungia, Durango y Zamudio. Otras dos están sobre la mesa del área de Urbanismo de la capital vizcaína y en el punto de mira de algunos vecinos de San Francisco y Basurto. Es aquí, en la calle Pablo Alzola, donde se han movilizado ante el temor de que esta zona «cerrada y con poco tránsito», llena de lonjas por alquilar, se convierta «en un gueto». Han recogido 2.500 firmas de protesta y el jueves un centenar de personas se echaron a la calle.
No en mi barrio. Ya ha ocurrido en Bilbao con equipamientos tan dispares como un centro de atención para personas sin hogar, un crematorio y una discoteca. Juntos forman una calle imaginaria con doble dirección, la que marca la legalidad y la que trata de encauzar los conflictos vecinales. En el caso de las mezquitas entran en juego la libertad de culto, la convivencia con los inmigrantes y los conflictos no resueltos de barrios como San Francisco y Zabala. «Hay varios motivos para explicar el rechazo, lo cual no quiere decir que se acepte», afirma el sociólogo Víctor Urrutia, director del Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno vasco. En un Gobierno de Felipe González fue director de Asuntos Religiosos, dentro del equipo de María Teresa Fernández de la Vega como secretaria de Estado de Justicia.
Además «del componente racista que todos tenemos, del miedo al otro», existe un «estereotipo social» de los musulmanes cargado de referencias negativas, con una señal de peligro. En parte heredado de la propia cultura occidental, «sobre todo la española y católica», y en parte alimentado por hechos más recientes, desde el traumático 11 de marzo de 2004 hasta un suceso vivido en primera persona o leído en los periódicos. La presión que sufren los cristianos en los países árabes, a veces celebrando misa en las embajadas, no puede servir de «excusa» a este lado del mundo, advierte. «Hay países regidos por dictaduras de corte integrista, pero nosotros no somos eso».
«Zapatos en la acera»
Urrutia aconseja abordar este asunto «con naturalidad», sin olvidar que por ley «el único límite a la práctica religiosa es que afecte al orden público. Es una de las libertades básicas», recalca. ¿Cómo se vive esto en los barrios de Bilbao? Para responder hay que hacer un recorrido que empieza en la calle Fika, donde en 1985 se abrió el primer templo musulmán de la ciudad. Una mezquita «muy discreta», según los responsables de la asociación de vecinos de Solokoetxe. «No tenemos relación con ellos y tampoco crean ningún problema. Hemos tenido conflictos con gente de origen magrebí como en otros barrios, el clásico tirón, pero no creo que la mezquita tenga nada que ver». Los viernes hacia las dos de la tarde, con la llamada a la 'yumaá', llegan los fieles, «la mayoría de raza negra, con sus chilabas y sus rosarios», 33 granos de madera de olivo. «Para las tres y media se van. Lo malo es que a veces no caben y se quedan fuera, dejan los zapatos en la acera», cuenta un residente.
A la comunidad musulmana los oratorios se le quedan pequeños, pero esa demanda no se percibe en Basurto. «Aquí vive mucha gente latina, pero no se ve población árabe. ¿De dónde van a venir?», se pregunta una vecina de Pablo Alzola. Temen que la mezquita «ponga en peligro la convivencia» y advierten que su rechazo «no es negociable», aunque en el barrio hay distintas sensibilidades; quien pone carteles de protesta y quien los quita.
La Asociación de Vecinos de Basurto ha pedido una moratoria para poder conocer a fondo el proyecto -un centro sociocultural con espacio reservado a la oración- y a sus promotores. «En parte compartimos la alarma, pero creemos que hay que llegar al fondo de las cosas», dice su presidente, Javier Muñoz. La comunidad El Yakin y la asociación Onda Euskadi, que forman parte del Consejo Local de Inmigración y cuentan con el apoyo del centro Ellacuría, guardan silencio ante la polémica.
El presidente de la Unión de Comunidades islámicas del País Vasco, Ahmed El Hanafy, opina que el conflicto parte «del desconocimiento». «El musulmán cuando tiene un problema acude a la mezquita», explica. «Un conflicto familiar, si alguien necesita ayuda, o para celebrar cualquier fiesta. Es el centro social y cultural de la comunidad. La mezquita no crea problemas, los soluciona, y en zonas conflictivas hace una labor importante».
El oratorio de Begoñazpi dispone de una pequeña biblioteca donde se dan clases de árabe a los hijos de los inmigrantes. La población musulmana «va en aumento» y los templos que se habilitan en lonjas son «parches», asume El Hanafy. Cree que las instituciones deberían facilitarles el acceso «a un terreno para construir un centro islámico grande», un concepto similar al de mezquita de la M-30.
Es algo parecido a lo que propone, dolida, una vecina de la calle Mena, en Zabala. Pero ella parte de otra perspectiva. «Han hecho de este barrio un gueto y quieren que lo sea todavía más». Le preocupa el «efecto llamada» de la que sería la mezquita más grande de Vizcaya, para 800 fieles, al trasladarse desde la calle Cortes a Concepción. «Vendrán y se quedarán. Aquí hay muchos magrebíes que están permanentemente en la calle, comen en los bancos, lo manchan todo. Se ponen la capucha y te roban», describe. Su protesta es menos ruidosa que la de Basurto, pero están recogiendo firmas y tres portales de la calle Concepción van a contratar a un arquitecto para que evalúe el impacto del proyecto. «Ellos tienen derecho a su culto, pero no se puede hacer de un barrio un gueto», insiste. «Hay iglesias que están infrautilizadas. ¿Por qué no hacen una mezquita en una de ellas?».
Moulay Driss, promotor del traslado del centro religioso, asegura que el proyecto «cumple con la ley» y dedicará buena parte del presupuesto a insonorización, aunque «no hablamos de montar fiestas. A la mezquita la gente viene a buscar la paz, no a robar ni a molestar a nadie», enfatiza. Él vive en Bilbao desde 1995, «cuando éramos cuatro marroquíes», y recuerda que San Francisco «ya era un barrio degradado antes de la inmigración». El Ayuntamiento está estudiando las alegaciones y ha pedido documentación adicional antes de decidir si les otorga licencia para rezar. «Igual nos dan largas hasta que pasen las elecciones, pero somos ciudadanos de este país y no vamos a rebajarnos», concluye. «Estamos en nuestro derecho y nadie nos va a obligar a retroceder».
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Recorrido por el recelo vecinal y las expectativas de la comunidad musulmana ante la apertura de dos mezquitas en Bilbao
Si consiguen parar esta mezquita, no dejarán que se abran en ningún barrio», dice un joven musulmán residente en Vizcaya. En el territorio histórico hay una comunidad de más de 12.000 fieles, según el último estudio demográfico, que buscan lugares para rezar. Ahora tienen nueve, tres en Bilbao y el resto en Ermua (2), Barakaldo, Mungia, Durango y Zamudio. Otras dos están sobre la mesa del área de Urbanismo de la capital vizcaína y en el punto de mira de algunos vecinos de San Francisco y Basurto. Es aquí, en la calle Pablo Alzola, donde se han movilizado ante el temor de que esta zona «cerrada y con poco tránsito», llena de lonjas por alquilar, se convierta «en un gueto». Han recogido 2.500 firmas de protesta y el jueves un centenar de personas se echaron a la calle.
No en mi barrio. Ya ha ocurrido en Bilbao con equipamientos tan dispares como un centro de atención para personas sin hogar, un crematorio y una discoteca. Juntos forman una calle imaginaria con doble dirección, la que marca la legalidad y la que trata de encauzar los conflictos vecinales. En el caso de las mezquitas entran en juego la libertad de culto, la convivencia con los inmigrantes y los conflictos no resueltos de barrios como San Francisco y Zabala. «Hay varios motivos para explicar el rechazo, lo cual no quiere decir que se acepte», afirma el sociólogo Víctor Urrutia, director del Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno vasco. En un Gobierno de Felipe González fue director de Asuntos Religiosos, dentro del equipo de María Teresa Fernández de la Vega como secretaria de Estado de Justicia.
Además «del componente racista que todos tenemos, del miedo al otro», existe un «estereotipo social» de los musulmanes cargado de referencias negativas, con una señal de peligro. En parte heredado de la propia cultura occidental, «sobre todo la española y católica», y en parte alimentado por hechos más recientes, desde el traumático 11 de marzo de 2004 hasta un suceso vivido en primera persona o leído en los periódicos. La presión que sufren los cristianos en los países árabes, a veces celebrando misa en las embajadas, no puede servir de «excusa» a este lado del mundo, advierte. «Hay países regidos por dictaduras de corte integrista, pero nosotros no somos eso».
«Zapatos en la acera»
Urrutia aconseja abordar este asunto «con naturalidad», sin olvidar que por ley «el único límite a la práctica religiosa es que afecte al orden público. Es una de las libertades básicas», recalca. ¿Cómo se vive esto en los barrios de Bilbao? Para responder hay que hacer un recorrido que empieza en la calle Fika, donde en 1985 se abrió el primer templo musulmán de la ciudad. Una mezquita «muy discreta», según los responsables de la asociación de vecinos de Solokoetxe. «No tenemos relación con ellos y tampoco crean ningún problema. Hemos tenido conflictos con gente de origen magrebí como en otros barrios, el clásico tirón, pero no creo que la mezquita tenga nada que ver». Los viernes hacia las dos de la tarde, con la llamada a la 'yumaá', llegan los fieles, «la mayoría de raza negra, con sus chilabas y sus rosarios», 33 granos de madera de olivo. «Para las tres y media se van. Lo malo es que a veces no caben y se quedan fuera, dejan los zapatos en la acera», cuenta un residente.
A la comunidad musulmana los oratorios se le quedan pequeños, pero esa demanda no se percibe en Basurto. «Aquí vive mucha gente latina, pero no se ve población árabe. ¿De dónde van a venir?», se pregunta una vecina de Pablo Alzola. Temen que la mezquita «ponga en peligro la convivencia» y advierten que su rechazo «no es negociable», aunque en el barrio hay distintas sensibilidades; quien pone carteles de protesta y quien los quita.
La Asociación de Vecinos de Basurto ha pedido una moratoria para poder conocer a fondo el proyecto -un centro sociocultural con espacio reservado a la oración- y a sus promotores. «En parte compartimos la alarma, pero creemos que hay que llegar al fondo de las cosas», dice su presidente, Javier Muñoz. La comunidad El Yakin y la asociación Onda Euskadi, que forman parte del Consejo Local de Inmigración y cuentan con el apoyo del centro Ellacuría, guardan silencio ante la polémica.
El presidente de la Unión de Comunidades islámicas del País Vasco, Ahmed El Hanafy, opina que el conflicto parte «del desconocimiento». «El musulmán cuando tiene un problema acude a la mezquita», explica. «Un conflicto familiar, si alguien necesita ayuda, o para celebrar cualquier fiesta. Es el centro social y cultural de la comunidad. La mezquita no crea problemas, los soluciona, y en zonas conflictivas hace una labor importante».
El oratorio de Begoñazpi dispone de una pequeña biblioteca donde se dan clases de árabe a los hijos de los inmigrantes. La población musulmana «va en aumento» y los templos que se habilitan en lonjas son «parches», asume El Hanafy. Cree que las instituciones deberían facilitarles el acceso «a un terreno para construir un centro islámico grande», un concepto similar al de mezquita de la M-30.
Es algo parecido a lo que propone, dolida, una vecina de la calle Mena, en Zabala. Pero ella parte de otra perspectiva. «Han hecho de este barrio un gueto y quieren que lo sea todavía más». Le preocupa el «efecto llamada» de la que sería la mezquita más grande de Vizcaya, para 800 fieles, al trasladarse desde la calle Cortes a Concepción. «Vendrán y se quedarán. Aquí hay muchos magrebíes que están permanentemente en la calle, comen en los bancos, lo manchan todo. Se ponen la capucha y te roban», describe. Su protesta es menos ruidosa que la de Basurto, pero están recogiendo firmas y tres portales de la calle Concepción van a contratar a un arquitecto para que evalúe el impacto del proyecto. «Ellos tienen derecho a su culto, pero no se puede hacer de un barrio un gueto», insiste. «Hay iglesias que están infrautilizadas. ¿Por qué no hacen una mezquita en una de ellas?».
Moulay Driss, promotor del traslado del centro religioso, asegura que el proyecto «cumple con la ley» y dedicará buena parte del presupuesto a insonorización, aunque «no hablamos de montar fiestas. A la mezquita la gente viene a buscar la paz, no a robar ni a molestar a nadie», enfatiza. Él vive en Bilbao desde 1995, «cuando éramos cuatro marroquíes», y recuerda que San Francisco «ya era un barrio degradado antes de la inmigración». El Ayuntamiento está estudiando las alegaciones y ha pedido documentación adicional antes de decidir si les otorga licencia para rezar. «Igual nos dan largas hasta que pasen las elecciones, pero somos ciudadanos de este país y no vamos a rebajarnos», concluye. «Estamos en nuestro derecho y nadie nos va a obligar a retroceder».
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