domingo, 27 de febrero de 2011

«Los jóvenes estamos cambiando la historia»

SAN SEBASTIÁN,27.02.11,diariovasco.com,MITXEL EZQUIAGA

Rezando. Imagen de la mezquita de Errenteria. :: ARIZMENDI

Ciudadanos del norte de África que viven en Gipuzkoa dan las claves de la revolución que sacude sus países. «Europa no debe tener miedo», dicen

«En Egipto han ido juntos musulmanes y cristianos. No hay riesgo de radicalismos»
"La marroquí, con más de 4.200 personas, es la mayor comunidad de esa región en Gipuzkoa"
«Llevo pañuelo en la cabeza por un asunto entre Dios y yo, no porque me obliguen»

El primer reto es romper los tópicos, dicen ellos mismos. Pues vamos a intentarlo.
Vean esta foto. Quizás se han tropezado con la chica del pañuelo verde en el autobús de Amara o por el campus de Ibaeta. Es egipcia y profesora ayudante en la universidad de El Cairo. Lleva dos años en Donostia: realiza su tesis doctoral en el Centro de Física de Materiales de la UPV-CSIC. Se llama Afaf El-Sayed y tiene 28 años. Ha vivido la revolución de su país desde aquí. «Lo único que queremos es decidir sobre nuestras vidas», dice.

Observemos ahora al chico. Ramy Mohamed, de 26 años, es también egipcio: de Alejandría. Vive en la Parte Vieja de San Sebastián desde hace tres años y es licenciado en Filologia Hispánica. Llega a la cita con el 'Ensayo sobre la ceguera' de Saramago bajo el brazo. Ahora es trabajador social en el centro de menores de Uba. «La revuelta contra Mubarak ha sido espontánea, sin manos ocultas. Y todo el pueblo: musulmanes, cristianos coptos y hasta ateos. Que no tema Europa porque Egipto no caerá en el radicalismo. No será otra Irán».

La tercera chica de la foto es marroquí. Chaibia Rahim nació en Rabat hace 36 años y ahora vive en Egia. Es auxiliar de geriatría y trabaja en varias asociaciones, como Bidaya, de mujeres musulmanas, «para que la gente de aquí y de allí nos conozcamos mejor, sin tópicos. Cuando los vecinos me ven con el pañuelo en la cabeza quizás piensan que me somete mi marido. No, lo llevo porque quiero; es un asunto personal entre Dios y yo».

Estos tres protagonistas, hoy donostiarras, son jóvenes y con ganas de gobernar su futuro. «Así son los jóvenes que empezaron los cambios en Túnez y luego en Egipto», coinciden. «La juventud es la clave que está cambiando la historia. Jóvenes preparados, habituados a las redes sociales de internet y capaces de improvisar manifestaciones con el apoyo de los móviles».

«Egipto no es Libia»

El número de personas de los países árabes que reside en Gipuzkoa se ha disparado en los últimos años. Hubo una primera remesa, fundamentalmente marroquí, pero tambien argelina, que se dedicó a la construcción. Siguen llegando. Pero las nuevas generaciones no responden a los mismos clichés.

Según Ikuspegi, Observatorio Vasco de Inmigración, en el territorio guipuzcoano están censados 4.242 ciudadanos de Marruecos, 739 de Argelia, 25 de Túnez, 21 de Egipto, catorce turcos, doce sirios y once libaneses. Hay también cuatro iraníes, un iraquí y un jordano.

Buena parte de ellos sigue con atención lo que está ocurriendo al otro lado del Mediterráneo. «La revuelta de Túnez fue sorprendente, pero la de Egipto aún más», cuenta el egipcio Ramy Mohamed. De Libia, él y sus compañeros hablan menos: «Es un caso distinto: se trata de un país más pequeño, más cerrado, con otros ritmos en su población». En Bilbao hay una reducida comunidad libia que estos días se ha movilizado para denunciar la dictadura de Gadafi.

¿Seguirá la revolución en otros países? Ahí topamos con el miedo. Este periódico contactó con ciudadanos sirios que viven en Gipuzkoa y rehusaron hacer declaraciones públicas «para evitar problemas a nuestras familias que siguen en Siria». Los marroquíes también se tientan la ropa antes de hablar. Aunque su caso es distinto.
Chaibia Rahim, la joven de Rabat que vive en Eguía, destaca que el pueblo de Marruecos está contento con su Rey. «Ha dirigido numerosas reformas y tiene una especial sensibilidad con los jóvenes y con la integración de la mujer.

Sus asesores religiosos viajan por las mezquitas de Europa para contrarrestar las doctrinas islámicas más radicales. Pero al pueblo, sí, quizás le gustaría más libertad».

Eso dicen los jóvenes. ¿Y los mayores? Viernes, dos del mediodía, mezquita del barrio de Iztieta de Errenteria. Casi doscientos fieles llenan el local en el principal acto religioso de la semana. La mayoría es también de Marruecos, aunque hay también argelinos y subsaharianos. «Nosotros aquí no hablamos de política, sólo nos reunimos para rezar», dice Rachid, uno de los directivos del centro. «La gente sigue con interés lo que ocurre en nuestros países, pero su vida es trabajar y no meterse en líos», añade.

Uno de los miembros de la comunidad nos había dicho por teléfono que no habría problemas para hacer una foto de la reunión. «Ya habéis hecho muchas otras veces», comentó. Pero en esta ocasión es distinto: cuando algunos ven al fotógrafo tuercen el gesto. Nos piden que esperemos fuera.

Debaten. Y con suma educación Rachid se excusa. «A muchos no nos importa la foto, pero hay quien pone reparos». ¿Miedo? «La gente quiere vivir tranquila». Después, otro integrante de la comunidad relata privadamente que «en las precauciones influyen más los problemas de convivencia que se registraron en Errenteria hace un par de años que la actualidad del norte de África». La foto que ilustra la página fue tomada hace meses.

El entusiasmo de Amro

No todos tienen temor. Gente como Amro Ibrahim está feliz y quiere que se sepa. Lleva diez años en Irun y es ya un bidasotarra más: tanto que quedamos en la pastelería Aguirre. Amro es egipcio, nació junto al Canal de Suez y estudió Filología Hispánica en El Cairo. Allí empezó a trabajar como guía turístico y así conoció a su mujer. Por ella vino a Irun y aquí tuvo a su hijo. Amro Ibrahim es profesor de árabe en la escuela de idiomas y en los últimos años ha visto cómo crece el interés por su lengua, «tanto por la gente que quiere hacer negocios como por curiosidad cultural».

Pero Ibrahim quiere hablar de Mubarak. «A su lado, Franco era un niño. Destrozó el país, hizo que la corrupción lo impregnara todo, nos hizo más pobres. El cambio era necesario y Egipto irá a mejor. Estoy seguro de que habrá elecciones libres y se repartirá la riqueza: mi país es próspero y culto. Si se reparte saldremos adelante con éxito». Amro admite que la vida en el País Vasco es más cómoda «pero me planteo ir a Egipto: allí todo es más cálido, la gente se comunica mejor». Y como todos, insiste en que los jóvenes son la clave. «El 55% de la población tiene menos de 45 años y revindica su derecho a decidir el futuro».

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