Adeed Jawad, musulmán que custodia el Santo Sepulcro - MIKEL AYESTARAN
Adeed Yawad, que abre cada día el templo más sagrado de la cristiandad, «está muy contento» con la restauración de la tumba de Jesús.
623 años antes de que se construyera el Edículo (derivado del latín aedicule o «casa pequeña») en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, la familia Husseini fue nombrada la responsable de custodiar el templo en el que se levanta esta cámara en la que, según los Evangelios, se produjo el enterramiento y la posterior resurrección de Cristo.
Saladino, uno de los más grandes gobernantes del mundo islámico, entregó la llave del Santo Sepulcro a los Husseini y desde entonces, generación tras generación, esta familia musulmana es la responsable de abrir y cerrar la puerta.
Esta semana ha sido muy especial para Adeeb Jawad, el actual custodio de la familia, y una de las personas que mejor conoce lo que ocurre en el interior de la basílica. Después de un histórico acuerdo entre la iglesia greco-ortodoxa, la católica romana y la armenia, y de nueve meses de trabajos, el equipo de la Universidad Nacional Politécnica de Atenas dirigido por la profesora Antonia Moropoulou ha concluido la restauración del Edículo y ha quedado a la vista la cara original del templete levantado en 1810 para albergar la tumba de Jesús.
«Estoy muy contento con el resultado final, es espléndido. Pero lo que más me ha gustado es ver a las tres comunidades trabajando juntas, comprobar que han sido capaces de llegar a un acuerdo y cumplirlo y que esto podría ser el primero de los pasos que necesita un lugar castigado por los años y la falta de mantenimiento. Es la primera vez en mi vida que veo esta sintonía», asegura AdeebJawad, que desde 1992, tras la muerte de su padre, abre el templo cada día a las cuatro de la mañana y lo cierra a las siete y media, en invierno, y una hora más tarde en los meses de verano.
Tres millones de euros
Más que sintonía, se puede hablar de un pequeño milagro ya que han sido necesarios 200 años para que griegos y armenios ortodoxos y católicos -los tres grupos con el control primario del sitio, aunque las comunidades copta, etíope ortodoxa y siriaca también mantienen su presencia- llegaran a un acuerdo y consiguieran después los tres millones euros necesarios. Un acuerdo in extremis debido a la amenaza de cierre por parte las autoridades de Israel, responsables de la seguridad en la Ciudad Vieja como fuerza ocupante desde 1967, porque el templete amenazaba ruina.
El actual Edículo, situado a escasos metros del lugar de la crucifixión, fue levantado hace 207 años por los griegos –el anterior, de madera, fue obra de los franciscanos en el siglo XVI, pero quedó destruido en un incendio- y los problemas de estabilidad se remontaban a la etapa del Mandato británico.
A finales de los cuarenta las autoridades de Londres decidieron acorazarlo con una armadura de acero, un remedio tan efectivo como antiestético que el equipo de la Universidad de Atenas ha retirado tras inyectar material de refuerzo en las paredes. Lo que más sorprende ahora es la claridad de la piedra, limpia de los efectos de las miles y miles de velas que encendían los fieles y que a partir de tendrán que hacerlo en un lugar más alejado. Una claridad, libre también de los hierros de la armadura de la etapa británica.
Obras en el subsuelo
El equipo de Moropoulou, con experiencia en lugares como la Acrópolis o Santa Sofía de Estambul, ha trabajado día y noche, «pero nunca se ha interrumpido el acceso a los peregrinos en todo este tiempo», destacó la profesora, para quien uno de los mayores retos ha sido «lograr que el monumento sea estable», tal y como reveló en la multitudinaria rueda de prensa en la que hizo balance de los últimos nueve meses de trabajo y alertó de la necesidad de acometer nuevas obras en el futuro para «hacer frente al riesgo que supone la humedad del subsuelo».
Semana Santa, la cita con mayor afluencia de fieles a una basílica que puede llegar a los 5.000 visitantes al día, era el límite que tenían estos profesionales para terminar y lo han conseguido. «Durante estos meses, después de cerrar la puerta cada tarde, volvía a entrar pasada media hora para cerciorarme de que los trabajos discurrían sin problemas. Cerraba de nuevo y cuando regresaba, a las cuatro de la mañana, allí seguían, sin parar», recuerda Adeeb Jawad, para quien «es una gran responsabilidad tener esta llave y un honor para todos los musulmanes».
Saladino buscó la seguridad de los cristianos y confió en los Husseini, muy respetados porque también de esta familia procedían los jeques de la mezquita de Al Aqsa. Ocho siglos después, parece que la decisión fue acertada, el templo ha sobrevivido a diferentes sultanes que, guiados por la venganza del legado de las Cruzadas, intentaron destruirlo, y ha superado también las diferencias internas entre las congregaciones cristianas.
Diferencias internas
«Las relaciones entre griegos y armenios ortodoxos y católicos son como las que tienen los hermanos dentro de una familia, sufrimos altibajos, pero seguimos siendo siempre de la familia cristiana y en este caso el acuerdo nos beneficiaba a todos», piensa el padre Samuel Aghoyan, que desde hace 16 años es el superior de la Iglesia Armenia Ortodoxa en el Santo Sepulcro. Desde su despacho se ve el Edículo, así que ha seguido al minuto unas obras cuyo resultado «es el esperado, una restauración que lo muestra tal y como era, sin añadir nada nuevo. Ahora no podemos dejar que se vuelva a ensuciar con las velas, debe mantenerse limpio».
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