sábado, 16 de marzo de 2013

La nueva joya de los musulmanes en Colombia, avanza en su construcción

BOGOTÁ,15/03/2013,eluniversal.com.co
 

Se trata de la mezquita de la carrera 30 con calle 80 en Bogotá, la cual esperaba aliviar las preocupaciones de ubicación y comodidad con las que antes no contaban.

Por estos días se erige, sin pausa, una de las construcciones más imponentes para los musulmanes de todo el país. Se trata de la mezquita de la carrera 30 con calle 80 en Bogotá, la cual esperaba aliviar las preocupaciones de ubicación y comodidad con las que antes no contaban.

Se podría decir que la primera mezquita arquitectónicamente acoplada para los musulmanes de la capital, está en un 60 por ciento; todavía abunda el polvo dentro de ella y los obreros trabajan arduamente en ultimar detalles de su construcción.

La mezquita de antes, tenía más de 30 años, y era una casa que había sido adecuada en un cuarto piso que dificultaba el acceso los mayores de edad avanzada o con algún tipo de impedimento físico para subir y bajar escaleras. Esa vieja construcción, estaba ubicada en el barrio Teusaquillo de Bogotá y no ofrecía tantas comodidades de espacio y ubicación como la que se construye hoy.


Este nuevo templo en nada se parece a ninguna otra construcción en la ciudad. Pocos son lo que no se detienen para observar cómo va la obra, y no es raro pues es atractiva y llamativa.

El espacioso lugar no se compara con la casa que oficiaba como mezquita en la zona de Teusaquillo la cual contaba con apenas 400 metros. Ese lugar se vendió y con el dinero, más los recursos ahorrados por la comunidad durante más de 20 años, pudieron hacerse a este lote con un “costo simbólico” pues salió más barato de lo que se esperaba.

Aparte de un lugar de oración; la mezquita es un lugar que invita a la tertulia y el aprendizaje de árabe (idioma en que está escrito el Corán), además de analizar temas de literatura y actualidad que son aplicados a la religiosidad. Esto hace parte de la agenda de los musulmanes que viven en Bogotá.

Se calcula que esta edificación está adecuada para unas 700 personas. No hay que olvidar que en Colombia la población musulmana ronda los 40 mil adeptos ubicados en las principales ciudades gracias a las asociaciones islámicas.

Entre los lugares de mayor referencia están Maicao, con su mezquita Omar Ibn Al-Jattab; Cali, Medellín, Pereira, Pasto, Bucaramanga y San Andrés.

Parado, en medio del templo, y mirando cómo la gente se encanta con la vistosa obra el ‘sheik’, o líder intelectual de los musulmanes en la ciudad: Ahmad Tayel, despide a las personas que hasta hace unos minutos se reunían allí para hacer su oración del viernes.

Los nuevos se presentan ante el resto de la comunidad. Luego, la reunión aborda temas intelectuales aplicados a la vida de un musulmán, esa persona que un día ideal, tendría que disponer de, al menos, un minuto de las 24 horas del día para orar.

Poco a poco la mezquita se desocupa, algunas personas que van quedando se postran en un tapete e inclinan su cabeza para orar; los demás observan silenciosos y entonan algunos cánticos en árabe que se extienden por toda la construcción. Todos miran con atención, los obreros, desde el segundo piso de la edificación, paran su labor para ver con qué solemnidad transcurre todo; los ajenos, impávidos lo asumen con respeto.

Pero las oraciones no lo son todo para esta comunidad, hay otros placeres que podrían agradar tanto a Mahoma. Para Tayel, “leer cualquier capítulo es mejor que 70 oraciones”, dice. De contextura gruesa y barbado no oculta su regocijo al reconocer que otra adoración para Dios es viajar por turismo, así como enseñar, aprender y socializar para tender puentes de comunicación con los otros.

Sin zapatos, junto a una de las gigantescas columnas de la construcción, el líder sirio nacionalizado colombiano Ahmad, se inclina para contar que una ciudad de latinoamérica como Bogotá no podía tener una mezquita como la que tenía antes, sin grandes espacios y carente del arte religioso.

Dentro de los dos pisos de construcción que ocupan cerca de 900 metros cuadrados, habrá un lugar apropiado para que las mujeres musulmanas puedan hacer su alabanza aparte de los hombres. Los baños aún en obra gris, estarán en la segunda planta.

La lluvia arrecia y los pocos feligreses que oraban empiezan a desenfundar sus paraguas, todas las gabardinas apuntadas hasta arriba, uno de esos días clásicos en Bogotá: fríos, oscuros y hasta llenos de desesperanza.

El único que sigue sin perturbarse por el estruendoso aguacero es Tayel, quien se ve mucho menos rígido que al principio de la tarde, y cuenta más detalles que para un laico o el ateo podrían ser casi insospechados.

“Si el catolicismo dice que matar y robar es negativo, pues el islam no puede decir que es positivo. Normalmente los puntos comunes con respecto a los mandamientos son los mismos entre las religiones abrahámicas monoteístas”. Tayel, luego de esa frase, deja inmóviles a dos curiosos que escuchaban sus palabras, apenas se miran y asiente.

Aún firme en su diálogo sostiene que alguna vez el profeta y máximo receptor del Corán (libro sagrado del islam) decía dos palabras: “alejarse de todo lo que podría hacer daño a uno mismo o a los demás. Ese es el resumen de la vida práctica de un musulmán y las religiones monoteístas”.


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