jueves, 1 de noviembre de 2012

La celebración de fiestas musulmanas molesta a algunos moscovitas

Moscú,30/10/2012,RIA Novosti,Konstantín Bogdánov


Unas 150 mil personas celebran en Moscú la fiesta musulmana Kurbán-Bairam

La Fiesta del Sacrificio, conocida también como la Fiesta del Cordero y celebrada por los musulmanes, provoca tradicionalmente en la capital de Rusia una avalancha de atascos y de problemas con el transporte público en pleno centro de la ciudad.

Suele ir acompañada por un mal disimulado descontento de los habitantes de Moscú, que denuncian en Internet que las calles estaban cortadas impidiendo la circulación habitual de los vehículos.

Fuentes del Ministerio del Interior, por su parte, insisten en que las calles no se han cortado y en que las congregaciones de creyentes musulmanes se dispersaron con rapidez. La gente se limita a emitir comentarios escépticos y de diferente grado de tolerancia religiosa, de modo que no hay diálogo.

La fiesta de este año volvió a ser motivo de descontento: Moscú es una megalópolis con muchos residentes musulmanes, en su mayoría inmigrantes laborales. De año en año el “factor islámico” se deja notar en la capital de Rusia cada vez con mayor ímpetu.

¿Será de verdad tan islámico?

La situación es de lo más delicada: los musulmanes acuden a las mezquitas para celebrar sus fiestas sagradas y los edificios suelen estar abarrotados de creyentes. La construcción de más mezquitas no es en absoluto bienvenida por los habitantes de la ciudad.

Tampoco sirven de mucho las propuestas políticamente incorrectas de volver a sus países y celebrar allí sus fiestas, que no hacen sino provocar mayores tensiones y preocupar a las autoridades, muy sensibles a la convivencia religiosa pacífica. Y darle tiempo al tiempo no aporta resultados aparentes.

Se podría luchar a brazo partido contra la “islamización imperceptible de la capital rusa” o, al revés, imponer con insistencia los principios de la tolerancia, llamando la atención a quien se atreva a mirar mal a los musulmanes orando a lo largo de las calles de Moscú.

Se podrían construir mezquitas en el centro de la ciudad o en las afueras, haciendo caso omiso de la resistencia de los habitantes de estas zonas o en los descampados, situando al lado los espacios de residencia compacta de los musulmanes.
Sin embargo, sería tratar los síntomas y con medios equivocados, porque el mal en si no tiene nada que ver con la religión ni con la cultura ni con la xenofobia ni con el urbanismo.
Veamos, ¿qué es lo que sabemos de tales ciudades como Lagos, El Cairo o Johannesburgo? En Lagos, en Nigeria, residen según ciertas estimaciones 16 millones de personas en vez de los siete millones oficialmente registrados. Lo mismo ocurre en Río de Janeiro con sus catorce millones de habitantes (seis millones oficialmente registrados) y las famosas favelas, que han llegado a convertirse en una denominación genérica para asentamientos informales.

Ni siquiera son ciudades y los expertos en urbanismo se niegan a reconocer como tales estas poblaciones grotescamente extensas. Es más bien un territorio densamente poblado, que no obedece a ningún plan de desarrollo y, por lo tanto, carece de calidad de vida y de futuro.

¿Y qué tendrán que ver con todo eso las mezquitas? se preguntará uno. Paciencia, a eso vamos. Este tipo de malformaciones sobre el cuerpo del Estado no aparecen simplemente por pobreza, sino por una distribución altamente desigual de los ingresos, siendo Nigeria, un país petrolero, un ejemplo de lo más convincente. Unos pocos y aventajados habitantes manejan los flujos monetarios y la mayoría aplastante de la población vive de una manera más que modesta.

En este tipo de países cuánto más lejos de los centros financieros, peor se vive. El puerto comercial de Lagos atrae, como si de un imán se tratara, a inmigrantes desde todo el territorio nacional, azotado por pobreza crónica y las constantes guerras interreligiosas e interétnicas.

La gente necesitada suele acudir en busca de mejor vida a aquellos sitios donde se paga bien por su trabajo. En Rusia este foco de atracción es Moscú, con su bullicio, obras de construcción, comercios, infraestructura y puestos de trabajo. No hay en Rusia otra ciudad que se compare con la capital en los volúmenes de mano de obra requerida.

No es culpa de Moscú, sino su desgracia. También está el problema del brutal desnivel en la intensidad de las actividades empresariales, del mercado del trabajo, del empleo, de los ingresos y del desarrollo de la infraestructura que existe entre la capital y las provincias rusas. Y precisamente por esta razón la gente seguirá acudiendo a Moscú.

Se dirigen a Moscú los habitantes de las regiones rusas, gente de Ucrania y Moldavia, pero en primer lugar se recibe a los inmigrantes provenientes de las repúblicas más pobres de la antigua URSS, Uzbekistán, Kirguizistán y Tayikistán, generalmente musulmanes. En el Cáucaso del Norte ruso, a pesar de los enormes fondos asignados para la región, existen todavía graves problemas con los puestos de trabajo y con los ingresos.

Incluso en Azerbaiyán, rico en petróleo, la mayoría de la población no puede encontrar fuentes seguras de trabajo y… parte para Rusia. En concreto a Moscú, la única ciudad que tiene fama de ser de goma y absorber a cuantos vengan.

De modo que el problema de la distribución proporcional de la riqueza no depende del número de mezquitas en Moscú. Podría no haberlas en absoluto o haber una en cada esquina. Sin embargo, no tendría ningún efecto en la calidad de vida en la capital.

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