Rohinyás huyen de la persecución militar en Birmania, que la ONU ha denominado "limpieza étnica"
Seis meses después de que estallara en Birmania la violencia contra los rohinyás, una minoría musulmana en un país mayoritariamente budista, miles de personas siguen llegando cada día al vecino Bangladés, donde denuncian haber vivido el horror.
Nur Mohamad, quien llegó hace pocos días a Bangladés, explica cómo su pueblo, situado en el estado birmano de Rakáin, donde hay una importante población rohinyá, estuvo rodeado durante días por grupos de budistas radicales, que finalmente les permitieron salir.
Hace seis meses, el 25 de agosto de 2017, la ofensiva militar birmana en Rakáin desató un éxodo que ya ha hecho huir a cerca de 700.000 rohinyás de sus pueblos, muchos de ellos devastados.
Desde hace décadas la población rohinyá ha sido discriminada en Birmania, un país de mayoría budista, donde han perdido gran parte de sus derechos.
"Los moghs [budistas] quemaron nuestras casas, nos dejaron confinadas y hambrientos", explica Mohamad. "Muchos pueblos han quedados arrasados. Estuvimos andando durante días a través de las montañas para llegar aquí", recuerda.
Enayetulá, un hombre de 30 años, llegó el pasado viernes a Bangladés junto a 200 rohinyás cruzando el rió Naf, que marca la frontera entre los dos países.
"En los últimos meses nos quedamos allí, esperando que la situación mejorara. Pero en las últimas semanas las fuerzas de seguridad se llevaron a los hombres jóvenes. Si se llevaban a diez sólo volvía uno", explica a la AFP.
Enayetulá también acusa a las fuerzas de seguridad birmanas de haber quemado su tienda, obligándolo a huir de su pueblo de Mognapara, cerca de la ciudad de Buthidaung, junto a sus tres hermanos.
Tanto la ONU como Estados Unidos califican la ofensiva militar birmana de "limpieza étnica".
Pueblos arrasados
Mientras Bangladés y Birmania siguen negociando cómo repatriar a los refugiados, el éxodo continúa. Algunos días hasta 200 personas cruzan la frontera. En lo que va del mes de febrero ya han llegado a los abarrotados campos de refugiados de Bangladés más de 2.500 rohinyás.
Según los propios refugiados y varias oenegés, centenares de pueblos han sido arrasados. Human Rights Watch (HRW) anunció el viernes que al menos 55 han sido destruidos desde noviembre.
Aunque Birmania niega que quiera erradicar a los rohinyás, su gobierno ha negado hasta ahora el acceso de los investigadores de la ONU a Rakáin, donde se cree que miles de personas han sido asesinadas.
En noviembre, Bangladés y Birmania firmaron un acuerdo para repatriar a 750.000 rohinyás en los próximos dos años. Pero muchos no quieren volver y la ONU dice que el retorno sólo puede ser voluntario.
"Si nos mandan de vuelta nos torturarán o nos matarán. Preferimos que nos maten aquí en Bangladés, al menos tendremos un entierro musulmán", asegura Mohamad Elias, responsable de un grupo rohinyá que ha organizado varias protestas contra la repatriación.
"Los que llegaron en los últimos días cuentan que les torturaron", explica a la AFP Mainudin Jan, el comisario de la ciudad de Teknaf, en el lado bangladesí de la frontera.
Según Kate Nolan, coordinadora de Médicos sin Fronteras (MSF) en Bangladés, "los nuevos refugiados se sienten inseguros y amenazados en sus casas, en los pueblos que en muchos casos han sido abandonados".
Al mismo tiempo las agencias humanitarias advierten que en Bangladés los rohinyás viven en condiciones extremas, en pequeñas cabañas dentro de inmensos campos de refugiados llenos a rebosar, una situación que podría empeorar en abril, cuando empiece la temporada de lluvias.
"Será un gran desafío encontrar lugares para usar como refugios contra ciclones para todas estas personas", reconoció el domingo Mohamad Abul Kalam, el comisionado de Bangladés para los refugiados, que aseguró que hay que desplazar a por lo menos unos 200.000 refugiados antes de que empiece el monzón.
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