Se trata de una una medida sin precedentes en protesta por medidas legales y fiscales de Israel que consideran un «ataque contra la presencia cristiana en Tierra Santa»
Dos meses después de que el presidente de EE.UU., Donald Trump, reconociera Jerusalén como «capital de Israel», lo que provocó la inmediata respuesta de musulmanes y cristianos, los líderes de las principales iglesias tomaron una decisión sin precedentes en la Ciudad Santa: el cierre indefinido del Santo Sepulcro. Esta vez la indignación no es con Trump, es con las autoridades nacionales israelíes, por sus planes de aprobar una ley de expropiación, y con el ayuntamiento de Jerusalén, por su plan de cobrar impuestos a los bienes de las iglesias. Los peregrinos que se acercaron a visitar el lugar más santo del cristianismo a partir de las once de la mañana se encontraron con la puerta cerrada a cal y canto y no tuvieron más remedio que arrodillarse y rezar a las puertas del templo en el que, según la tradición, se encuentra la tumba de Jesús. Una mezcla de indignación e impotencia se apoderó de estos fieles llegados de todo el mundo que se vieron privados de una visita única. Muchos se alejaron con lágrimas en los ojos porque era su último día en Jerusalén.
Después de meses de disputas, los líderes de las principales confesiones (católica, greco-ortodoxa y armenia) comparecieron unidos para leer un escrito de protesta en el que denunciaron un «ataque contra la presencia cristiana en Tierra Santa» por parte de las autoridades israelíes. El motivo del enfado de las iglesias, que superaron sus diferencias internas para mostrar unidad y lanzar un mensaje de fuerza, es doble. Por un lado se quejan por la decisión del alcalde, Nir Barkat, de obligarles a pagar impuestos por sus bienes inmuebles; por otro, no aceptan la propuesta de ley del Gobierno que pretende expropiar tierras en Jerusalén vendidas por las iglesias desde 2010.
El patriarca griego, Teófilo III;el custodio de Tierra Santa, Francesco Patton; y el patriarca armenio, Nourhan Manougian, fueron los encargados de dar la cara ante las autoridades israelíes y, nada más concluir la lectura de su comunicado, se procedió al cierre de la puerta del Santo Sepulcro. En el texto denunciaron una «campaña sistemática» contra los cristianos que «ha alcanzado recientemente un nivel sin precedentes, con las escandalosas órdenes de la Municipalidad de secuestrar bienes de las Iglesias, propiedades y cuentas bancarias, para hacer frente a impuestos municipales punitivos» y alertaron de que este tipo de medidas hacen peligrar «el delicado tejido de relaciones entre las comunidades cristianas y las autoridades durante décadas».
Discriminatoria y racista
Teófilo III fue quien puso voz al comunicado. El responsable de los ortodoxos griegos, que son los mayores propietarios de tierras en Jerusalén, calificó la ley de «discriminatoria y racista» y afirmó que «recuerda a leyes de naturaleza similar aprobadas contra los judíos en Europa en periodos oscuros».
Los fieles rezan a las puertas del Santo Sepulcro-REUTERS
La decisión de cerrar el Santo Sepulcro recibió la respuesta inmediata del alcalde, Nir Barkat, que defendió su decisión de que se tasen «las propiedades comerciales, como hoteles, salones y negocios», y aseguró que las iglesias deben 186 millones de dólares, una suma que «no tienen que soportar los residentes de la ciudad», según declaró a través de las redes sociales. El comité Legislativo del Parlamento, por su parte, decidió retrasar el debate sobre la ley y su principal impulsora, la diputada Rachel Azaria, señaló que el motivo fue la necesidad de hablar con las iglesias para intentar rebajar la tensión y acercar posturas. Azaria, que cuenta con los apoyos suficientes para aprobar el texto, argumentó que busca proteger a cientos de vecinos de Jerusalén, ya que en la década de los 50 la iglesia cedió terrenos para la construcción en contratos con una duración de 99 años. Algunos de ellos los ha vendido recientemente e Israel quiere saber si los nuevos propietarios van a renovar estas cesiones y en qué condiciones.
La puerta del templo, situado en el corazón de la ciudad vieja, que es parte de la zona oriental de Jerusalén que Israel ocupada desde 1967, quedó bloqueada por vallas de las fuerzas de seguridad. La decisión de las iglesias es no abrir «hasta que se solucione el problema». Lo que no ocurrió durante los largos meses de obras que ha vivido la iglesia, lo han conseguido las autoridades israelíes con unas decisiones que hacen crecer el enfado entre la minoría cristiana.
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