Dos de cada diez mujeres inmigrantes abandonan las prácticas religiosas en España La falta de tiempo es la razón más comúnmente esgrimida de este distanciamiento
Bilbao,10.11.07 -El Diario Montañés, MANU MEDIAVILLA
<--Una mujer musulmana acude con su marido y sus dos hijos a una mezquita en Bilbao. / IGNACIO PEREZ
Nueve de cada diez mujeres inmigrantes eran creyentes cuando llegaron a España, y un 82% practicaba su religión. Pero este ejercicio cotidiano de su fe disminuye hasta siete de cada diez una vez se han instalado aquí. Entre los motivos de esta deserción, el 61 por ciento de ellas señala la falta de tiempo, relacionada con su necesidad de trabajar y sus habituales largas jornadas laborales, y el 8,5% -la mayoría, mahometanas y protestantes- aduce la dificultad para acceder a los lugares de culto. Y una de cada cinco argumenta su que «vale con creer».
Esos datos, extraídos de un estudio sobre integración de población extranjera realizado por la Cátedra de Inmigración de la Universidad Francisco de Vitoria, retratan un colectivo de mujeres muy religiosas y que sitúan a Dios en un lugar preferente (el primero para el 42%) de su escala de valores, muy por encima de la posición que ocupa entre la población femenina española. Sin embargo, como precisa el codirector de la cátedra, Miguel Osorio, la práctica de esa fe disminuye conforme se prolonga su estancia en España, y mientras un 70% de las inmigrantes asegura mantener sus creencias intactas, un 15% confiesa estar perdiéndolas y un 3% dice haberlas perdido ya.
Rechazo minoritario
Sólo un 9% reconoce, por otra parte, haber sentido rechazo de la población española hacia sus prácticas religiosas. Las que advierten esta postura la ven sobre todo en forma de «discriminación o poca tolerancia» (el 36% de ese grupo reducido), pero también de «ser mirada con miedo o con odio» (14%).
Los colectivos más afectados por ese problema son el musulmán y el protestante. En el caso de las creyentes musulmanas, una de cada diez se queja del «desconocimiento del islam» por parte de la población española (7%) y de la asociación «islam igual a terrorismo» (4%) que hacen todavía, desde su apreciación, muchas personas.
El estudio, presentado en el congreso 'La mujer inmigrante. Retos y oportunidades', celebrado esta semana en Madrid, incluyó a un 67% de católicas, un 11% de ortodoxas, un 9% de musulmanas y casi un 5% de protestantes y de evangélicas. Este análisis en clave femenina sigue la pauta de la investigación general, que apenas registró una ligera mayor presencia de creyentes islámicos (el 14% del total, junto al 63% de católicos y el 12% de ortodoxos). Quienes más practicaban su fe en su país eran los hombres y mujeres marroquíes, y los que menos, los chinos, búlgaros y argentinos. Ya en España, marroquíes y ecuatorianos son los más practicantes, y los más tibios en cuestión de fe, argentinos, rumanos, chinos y búlgaros.
Al pasar de las estadísticas al ámbito cotidiano, la marroquí Khadija Mesrar, filóloga y mediadora intercultural para mujeres, se lamentó en el congreso de que pervivan los «estereotipos sobre mi cultura». España y su país, añadió, están a sólo 14 kilómetros de distancia y tienen «ocho siglos en común», pero persiste una especie de «miedo instintivo» que a ella misma le «obliga a explicar que no soy lo que se piensa de mí».
En su propia experiencia, «molesta cuando se sufre», no falta el «estereotipo del morito ladrón» que hace «esconder su bolso a una señora española al paso de dos mujeres que hablan en árabe». Y también ha sentido las «miradas de inquietud» ante sus rasgos magrebíes, por mucho que se tornaran en «tranquilidad al hablar con un europeo» en un fluido castellano.
«El velo inquieta»
Mesrar ha constatado que «el velo genera intranquilidad», pero aclaró que «muchas mujeres lo llevan por libre elección, y no deberíamos hablar siempre por ellas». Máxime cuando «sólo por tomar esa decisión han visto cambiar negativamente la actitud de la gente a su alrededor». Citó el caso de una marroquí que, tras 18 años sin problemas en España, sufrió «insultos y rechazo hace tres años cuando decidió llevar el velo»; unas actitudes que le dolieron aún más porque «ésta es ya su ciudad y tiene derecho a tomar esa decisión por motivos religiosos».
La mediadora intercultural reivindicó el islam como «religión de paz» y rechazó la «especialmente dolorosa simplificación de identificar prendas de vestir árabes con actividades terroristas». Lo más importante, dijo, es «conocer y dialogar, porque la integración es respetar y que te respeten. Desde el respeto -remachó- llegaremos a entendernos».
Una idea compartida desde el catolicismo por Pilar Samanes, directora de la Comisión Episcopal de Migraciones, que sugirió «no considerarse los únicos poseedores de la verdad» y «meternos en la piel del otro para sentir cómo se siente mirado por nosotros». El fanatismo, apostilló, es «una degeneración de la propia religión», una muestra de que «estamos entendiendo mal lo que Dios nos quiere decir».
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Bilbao,10.11.07 -El Diario Montañés, MANU MEDIAVILLA
<--Una mujer musulmana acude con su marido y sus dos hijos a una mezquita en Bilbao. / IGNACIO PEREZ
Nueve de cada diez mujeres inmigrantes eran creyentes cuando llegaron a España, y un 82% practicaba su religión. Pero este ejercicio cotidiano de su fe disminuye hasta siete de cada diez una vez se han instalado aquí. Entre los motivos de esta deserción, el 61 por ciento de ellas señala la falta de tiempo, relacionada con su necesidad de trabajar y sus habituales largas jornadas laborales, y el 8,5% -la mayoría, mahometanas y protestantes- aduce la dificultad para acceder a los lugares de culto. Y una de cada cinco argumenta su que «vale con creer».
Esos datos, extraídos de un estudio sobre integración de población extranjera realizado por la Cátedra de Inmigración de la Universidad Francisco de Vitoria, retratan un colectivo de mujeres muy religiosas y que sitúan a Dios en un lugar preferente (el primero para el 42%) de su escala de valores, muy por encima de la posición que ocupa entre la población femenina española. Sin embargo, como precisa el codirector de la cátedra, Miguel Osorio, la práctica de esa fe disminuye conforme se prolonga su estancia en España, y mientras un 70% de las inmigrantes asegura mantener sus creencias intactas, un 15% confiesa estar perdiéndolas y un 3% dice haberlas perdido ya.
Rechazo minoritario
Sólo un 9% reconoce, por otra parte, haber sentido rechazo de la población española hacia sus prácticas religiosas. Las que advierten esta postura la ven sobre todo en forma de «discriminación o poca tolerancia» (el 36% de ese grupo reducido), pero también de «ser mirada con miedo o con odio» (14%).
Los colectivos más afectados por ese problema son el musulmán y el protestante. En el caso de las creyentes musulmanas, una de cada diez se queja del «desconocimiento del islam» por parte de la población española (7%) y de la asociación «islam igual a terrorismo» (4%) que hacen todavía, desde su apreciación, muchas personas.
El estudio, presentado en el congreso 'La mujer inmigrante. Retos y oportunidades', celebrado esta semana en Madrid, incluyó a un 67% de católicas, un 11% de ortodoxas, un 9% de musulmanas y casi un 5% de protestantes y de evangélicas. Este análisis en clave femenina sigue la pauta de la investigación general, que apenas registró una ligera mayor presencia de creyentes islámicos (el 14% del total, junto al 63% de católicos y el 12% de ortodoxos). Quienes más practicaban su fe en su país eran los hombres y mujeres marroquíes, y los que menos, los chinos, búlgaros y argentinos. Ya en España, marroquíes y ecuatorianos son los más practicantes, y los más tibios en cuestión de fe, argentinos, rumanos, chinos y búlgaros.
Al pasar de las estadísticas al ámbito cotidiano, la marroquí Khadija Mesrar, filóloga y mediadora intercultural para mujeres, se lamentó en el congreso de que pervivan los «estereotipos sobre mi cultura». España y su país, añadió, están a sólo 14 kilómetros de distancia y tienen «ocho siglos en común», pero persiste una especie de «miedo instintivo» que a ella misma le «obliga a explicar que no soy lo que se piensa de mí».
En su propia experiencia, «molesta cuando se sufre», no falta el «estereotipo del morito ladrón» que hace «esconder su bolso a una señora española al paso de dos mujeres que hablan en árabe». Y también ha sentido las «miradas de inquietud» ante sus rasgos magrebíes, por mucho que se tornaran en «tranquilidad al hablar con un europeo» en un fluido castellano.
«El velo inquieta»
Mesrar ha constatado que «el velo genera intranquilidad», pero aclaró que «muchas mujeres lo llevan por libre elección, y no deberíamos hablar siempre por ellas». Máxime cuando «sólo por tomar esa decisión han visto cambiar negativamente la actitud de la gente a su alrededor». Citó el caso de una marroquí que, tras 18 años sin problemas en España, sufrió «insultos y rechazo hace tres años cuando decidió llevar el velo»; unas actitudes que le dolieron aún más porque «ésta es ya su ciudad y tiene derecho a tomar esa decisión por motivos religiosos».
La mediadora intercultural reivindicó el islam como «religión de paz» y rechazó la «especialmente dolorosa simplificación de identificar prendas de vestir árabes con actividades terroristas». Lo más importante, dijo, es «conocer y dialogar, porque la integración es respetar y que te respeten. Desde el respeto -remachó- llegaremos a entendernos».
Una idea compartida desde el catolicismo por Pilar Samanes, directora de la Comisión Episcopal de Migraciones, que sugirió «no considerarse los únicos poseedores de la verdad» y «meternos en la piel del otro para sentir cómo se siente mirado por nosotros». El fanatismo, apostilló, es «una degeneración de la propia religión», una muestra de que «estamos entendiendo mal lo que Dios nos quiere decir».
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