sábado, 21 de marzo de 2015

Un país donde conviven unas doscientas comunidades con sus espacios de culto

BILBAO,21 de Marzo de 2015,deia.com,J. Fernández


Un informe elaborado en el año 2011 ya ponía de relieve la diversidad religiosa existente en los tres Territorios de la CAV

La geografía vasca ha sido, desde hace años, un territorio abierto a interesantes experiencias de diálogo entre distintas comunidades religiosas, mayoritarias y minoritarias. Hace diez, años, recordaba ayer el lehendakari Iñigo Urkullu, se celebró en Euskadi un primer Congreso Internacional de Diálogo Intercultura e Interreligioso.

Fue, describía Urkullu, “la realización de un sueño” para sus organizadores: Barandiaran Kristau Alkartea, Pax Romana y Unesco Etxea, con la colaboración y participación del Gobierno vasco. Una década después, el compromiso con esa línea de trabajo sigue activa con el objetivo de realizar una “aportación a la construcción de un mundo más justo y pacífico.”

Ahí está el ejemplo de la Mesa Interreligiosa puesta en marcha por la Fundación Social Ellacuría en la que personas de religiones y de orígenes diferentes, se conocen, se informan sobre la fe de los otros y todo, con la misión de “aceptarse cada uno como es y sobre todo respetarse”. O el exhaustivo documento elaborado en 2011 -Pluralidades latentes. Minorías religiosas en el País Vasco- que ofrece una visión precisa del nuevo paisaje creyente en la CAV, con la identificación 214 comunidades religiosas con espacios de culto.

En aquel momento, se detallaba en el dossier, aquellas creencias agrupadas en torno al cristianismo reformado y evangélico era el mayoritario con 96 comunidades; por detrás, con 38 puntos de culto, estaban las comunidades musulmanas; después, los testigos de Jehová (32); los budistas (15); los practicantes de la Fe Bahá’í y adventistas (9 espacios ambos); el cristianismo oriental y ortodoxo (8); los mormones (4); los seguidores de la iglesia de la Cienciología (2); y uno en Ordizia, para Lectorium Rosicrucianum.

En ese mismo informe, Joxe Arregi firmaba precisamente un capítulo sobre el diálogo interreligioso en el que ponía en valor algo tan sencillo como “la escucha atenta del otro, la crítica respetuosa y la autocrítica humilde” para arrinconar las “fáciles derivas sectarias” que acechan a la población y también a las instituciones. Al mismo tiempo, repasaba los tímidos pero interesantes intentos puestos en marcha en Euskadi para abrir esos caminos de encuentro entre diferentes religiones. 

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