domingo, 6 de abril de 2014

Vivir en un hogar con cinco puertas

Barcelona, 06/04/2014, lavanguardia.com, Raquel Mateos


Este coche es "el hogar" de Ahmed. Raquel Mateos

Un hombre marroquí, que vive desde hace tres años en un coche, cuenta su experiencia tras quedarse sin trabajo, sin ayudas y en la calle | Ha pasado por albergues, a los que califica de ¿pena de cárcel en régimen abierto¿

Ahmed llegó a Barcelona hace diez años. Busca trabajo desesperadamente, “de lo que sea”, dice. Vive en un coche aparcado en batería en una calle de Barcelona. Su casa está limpia por fuera, el azul intenso del vehículo brilla al sol; por dentro, encierra el drama de cómo su vida ha acabado en un hogar de cinco puertas: bolsas de supermercado, paquetes de comida que no necesita refrigeración, perchas con ropa. Ahmed lleva su existencia sobre ruedas hace tres años, pero no se mueve de ahí. El coche no circula, él no desea recibir ayuda. “Para mí es normal aguantar, ¿qué haces si no?”, afirma resignado.

Como Ahmed, en Barcelona hay casi 900 personas viviendo en la calle. Tiene 39 años y es originario del centro de Marruecos. “Mi ciudad natal está entre montañas. Allí tengo a mis padres y soy el pequeño de ocho hermanos”, cuenta mientras tomamos un café. Después de pasar por delante de su “casa” durante varias semanas, al fin accede a contarnos su historia. Lo hace, pero hay que ir tirando el hilo poco a poco.

De los libros a la pastelería

“Me vine a buscar la vida. Allí trabajaba en una imprenta, haciendo todo tipo de estampaciones, sellos, fundas para libros”, relata. Cobraba unos 300 euros mensuales, pero lo dejó todo y, previo paso por Francia, aterrizó en España. Al principio vivió en Hospitalet de Llobregat y luego se trasladó a Barcelona. “He compartido piso con paquistaníes, rumanos, gitanos… prefiero mi coche”, asegura. Ahmed sobrevivió trabajando de pastelero y también en algunas fábricas. Su destreza como artesano le permite ahora saber “hacer cualquier tipo de dulces”, dice sintiéndose orgullos de su nueva profesión.

Pena de cárcel en régimen abierto

Pero tras la época de bonanza, cayó en el paro, y en el año 2010 en la miseria. “Aguanté como pude hasta que fui a la asistenta social. Presenté todos los papeles necesarios y después de tres meses me dieron una lista de albergues”, explica sobre una situación de la que no guarda muy buen recuerdo. Ahmed se lamenta de haber perdido sus fuerzas con la Administración y de haber pasado por numerosos albergues de la ciudad de Barcelona, una experiencia que le ha marcado en negativo. “Es muy duro, allí se te va la cabeza. Tienen muchas normas y los trabajadores sólo se interesan en si eres problemático”, asegura y añade que “un albergue es como una pena de cárcel en régimen abierto”.

No perder la esperanza

A pesar de todo, él sigue con su rutina. Va a un centro donde le dejan ducharse y de vez en cuando desayuna o come en alguna iglesia del barrio, aunque la mayoría de veces se alimenta de bocadillos fríos en el coche, o yogures y magdalenas. “Hace mucho tiempo que no hago una comida normal”, confiesa. También ha encontrado hace poco un trabajo esporádico en un servicio de catering de cocina justa. “Voy unas horas a la semana y me gano entre 180 y 300 euros”. La vida le ha golpeado, pero Ahmed no pierde la fe, asegura que está recuperando las fuerzas poco a poco y que reza cinco veces al día en una mezquita del barrio chino. “El musulmán siempre tiene esperanza, las cosas pueden cambiar, es la vida”, afirma con optimismo.  No tiene ni mujer ni hijos pero dice que ve bien el futuro: “Pienso que un día saldré de esta, si sale un amor, un trabajo bueno…”.

Es hora de acabar la conversación. Ahmed saca cinco euros del bolsillo y paga el café. Un gesto de generosidad, virtud que escasea hoy en día. Él seguirá en su “casa”, en su vehículo azul oscuro camuflado entre una larga fila de coches aparcados en la calle. Pasa totalmente desapercibido, como casi el resto de personas sin hogar de la ciudad. Buena suerte.

No hay comentarios: