Un grupo de musulmanes participa en la oración del viernes en la mezquita pontevedresa. // Gustavo Santos
La comunidad de musulmanes de Pontevedra, que cuenta con una mezquita de oración en la zona este de la ciudad, celebra la "plena integración intercultural"
En una calle poco transitada de la zona este de la ciudad, en Gaiteiro Soutelo, se encuentra la mezquita musulmana de Pontevedra. Es un lugar poco conocido pero muy frecuentado por las personas que profesan el Islam, unas 3.000 en la comarca. La mayoría viven en los municipios de Pontevedra, Marín, Poio, Sanxenxo y Vilaboa, que cuenta con su propio espacio de oración en Paredes. El presidente de la Comunidad Islámica de Pontevedra, Mohamed Bah, destaca la plena integración de los musulmanes. "Aquí nos sentimos integrados. Esta ciudad trata bien a la gente", destaca. El marroquí es propietario de la única carnicería de la ciudad que vende carne que respeta el "halal" que recoge el Corán, a través del cual los animales deben ser sacrificados mirando hacia la Meca y con un corte limpio en el cuello para que se desangren por completo. Es una cuestión religiosa, pero también de salud.
En unos tiempos convulsos en los que desafortunadamente el terrorismo islamista se tiende a asociar a toda una cultura, la comunidad musulmana de Pontevedra abre sus puertas de par en par a FARO para mostrar su faceta más amable: la de la hospitalidad. La única verdad, asegura este colectivo, es que es musulmán quien acepta las creencias islámicas, es decir, quien cree en un solo Dios, "que no tiene hijo ni socio", y, además, en el profeta Mahoma "como mensajero". Sobre todo, teniendo claro que esta religión no acepta ni aprueba la violencia, "por ningún motivo".
En la comarca hay más de 3.000 musulmanes, según la Comunidad Islámica de Pontevedra. Su presidente, Mohamed Bah, explica que la mayoría son marroquíes, pero también cuenta con numerosos paquistaníes, bangladesíes, senegaleses y ghaneses, entre otras nacionalidades. Muchos de ellos viven en el municipio de Pontevedra, aunque los de Vilaboa, Marín, Poio y Sanxenxo concentran a un importante número de adeptos al Islam.
Su presencia, cada vez más habitual lejos de sus países de origen, ha fomentado una integración normalizada con el paso de los años, incluso en localidades de poca población como las de la comarca de Pontevedra. El hecho de ver a un hombre o una mujer llevando puestos hiyab, el pañuelo de ellas, o la chilaba, la túnica de ellos, hace tiempo que dejó de sorprender a los pontevedreses.
"Nosotros no tenemos problemas con los españoles ni con otras personas. Aquí nos sentimos integrados y nos tratan bien. Esta ciudad trata bien a la gente", explica Mohamed Bah, que recalca que un buen musulmán no tiene nada en común con los terroristas que protagonizan las noticias de los informativos a nivel internacional. "Nuestra religión es para ayudar a la gente. Los que matan en Siria y en otras partes del mundo no son musulmanes. Nosotros no matamos", afirma. En este sentido, invita a todo aquel que quiera a acercarse hasta la comunidad: "Esta comunidad está abierta a todo el mundo. Nació para demostrar la transparencia, porque nosotros no queremos problemas, ni en Pontevedra ni en otras ciudades".
Su lugar de encuentro es una mezquita, un espacio de rezo y meditación, habilitado en un bajo en la calle Gaiteiro de Soutelo, en la zona este de la ciudad. Allí se reúnen para rezar, pero también para compartir vivencias y sentirse más cerca de sus orígenes. En Paredes, Vilaboa, se encuentra otro lugar similar, el primero de este tipo en la comarca.
Cinco veces al día de oración
Lo habitual es que un musulmán ore cinco veces al día, un acto religioso que dura entre cinco y diez minutos. Las horas las marca el sol. Estos días son a las 6:44, 14:39, 18:12, 20:57 y 22: 27. Aunque sí se deben respetar las horas, en la práctica se aplica cierta flexibilidad, por motivos de salud, trabajo o descanso, y se pueden unir dos en un solo rezo. El musulmán puede rezar en su propia casa o hacerlo en la mezquita. La ceremonia más importante es la de las 14:39 del viernes.
La mezquita se divide en dos espacios. El principal y más amplio es el que utilizan los hombres, mientras que las mujeres rezan en uno mucho menor y separado del masculino por un especie de biombo. Sin embargo, es muy poco habitual la presencia de ellas en este lugar. Frente a medio centenar de hombres, tan solo tres mujeres en el acto religioso del viernes a mediodía.
El imán, quien dirige los rezos, se encuentra al frente del grupo de hombres. En la mezquita de Pontevedra hay dos, que se turnan según los días. Son Youssef Elkariki y Mousstapha. Para ser imán es necesario conocer el Corán perfectamente. "Si tú quieres que Dios hable contigo, lee el Corán", aconseja Youssef.
Para entrar en la parte de oración de la mezquita es preciso descalzarse. Aquellos que consideran que no están limpios, pueden utilizar una zona de aseo a la entrada, al lado de la cual se dejan los zapatos. Los musulmanes rezan con sus ropas habituales o con sus chilabas o túnicas puestas. Es de libre elección. Algunas personas utilizan el tasbih, también llamado masbaha o misbaha, el equivalente al rosario cristiano.
El momento en el que se posa la frente en el suelo significa el de diálogo directo con Dios. Otros importantes se realizan con partes del cuerpo como el dedo índice, que se levanta a la mitad de la oración y al final y que significa: "Palabra de Dios". Asimismo, el giro de la cabeza a un lado y otro tiene lugar cuando se termina el acto religioso.
Mohamed Bah asegura que la mezquita está abierta para todo aquel que quiera conocer la cultura islámica, aunque quienes quieran entrar en su interior deben respetar esas normas básicas: descalzarse y, en el caso de ellas, además, cubrirse el cabello con un pañuelo, por tratarse de un lugar religioso.
La mezquita se sostiene con las aportaciones económicas de sus usuarios, que realizan sus donativos en función de sus ingresos. Todos ellos van destinados a pagar el alquiler del local.
La Comunidad Islámica de Pontevedra trabaja para poner en marcha una escuela de estudio de la lengua árabe, tanto para niños como para adultos. "Nos gustaría que este año comenzase a funcionar", informa el presidente del colectivo. Sería, en su opinión, un acto más de acercamiento entre dos culturas a la vez tan diferentes y tan similares. "Nosotros trabajamos, vemos la televisión, leemos, salimos a pasear, hacemos deporte... igual que el resto de pontevedreses", concluye el presidente del colectivo, que, afortunadamente, confiesa que nunca ha sentido en la ciudad el racismo ni la xenofobia por parte de sus vecinos.
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