Marsella,19 ABR 2017,elpais.com,RUBÉN AMÓN
Unas mujeres musulmanas ajustan un cartel durante una exposición en la Feria Anual Musulmana de Francia en Paris la semana pasada. FRANCOIS MORI AP
La comunidad musulmana francesa, mayoritariamente conservadora, tiende sin embargo al voto progresista por el recelo a la derecha
El suburbio marsellés de La Castellane profesa más fervor a Zinedine Zidane que a Mahoma. Aquí nació el último mesías del fútbol francés. Y aquí se reúne una comunidad musulmana lo suficientemente parcelada en guetos como para cuestionar que pueda hablarse precisamente de una comunidad musulmana homogénea.
Los musulmanes de Francia, entre la izquierda y la abstención Un empate a cuatro deja abierta la primera vuelta electoral en Francia
Cabría decirse lo mismo de Francia. Más todavía cuando la coyuntura de unas elecciones que van a decidirse por la mínima suscita la tentación de atribuir a los fieles de Alá un mismo voto, una misma dirección política, un mismo candidato.
La única unanimidad de La Castellane consiste y subiste en la devoción a Zizou. Hasta el extremo de que la casa donde nació el entrenador del Real Madrid representa un templo pagano, un mito aspiracional. Y aloja a una familia que ya no es la de Zidane, pero que también proviene de La Cabilia argelina, como afluyen en La Castellane muchos otros vecinos del Magreb. Y subsaharianos o pakistaníes de religión musulmana, de forma que atribuirles la vocación de un mismo voto redunda en una simplificación bastante pintoresca de la que abjuran los imanes y los sociólogos.
"No, no puede hablarse de un voto musulmán", sostiene el ensayista Hakim El Karoui. "Porque no existe una organización como tal. Porque hay enormes diferencias demográficas y sociales. Podría hipotizarse una tendencia a adherirse al programa más tolerante de los partidos de la izquierda, pero los jóvenes votan muy poco. Hay una tendencia general a la abstención. Un distanciamiento. Y una relación con la política que tiene mucho más que ver con la decisión individual que con el movimiento colectivo".
No existe en Francia un censo oficial de musulmanes. Porque el escrúpulo republicano hacia las minorías impide catalogarlas o medirlas. Se supone que representan un 7% de la población. Y que constituyen una imagen en continuo movimiento. Tanto por la imprevisibilidad de los flujos migratorios como porque ya se han arraigado en el Hexágono segundas y terceras generaciones de franceses de origen "extranjero".
Sí existe en cambio un caladero de varios millones de votos que pueden resultar decisivos en unas elecciones tan apretadas. Como puede resultarlo la estrategia de convertir a los musulmanes en un problema de convivencia que refuerza el programa franco-católico de Fillon y la estrategia xenófoba de Marine Le Pen.
La única concesión de lideresa del Frente Nacional concierne al orgullo de los harkis, sobrenombre de los soldados argelinos que lucharon con Francia en la guerra de independencia, pero es Jean-Luc Mélenchon quien más razones ha expuesto para atraer a los musulmanes. Por su tolerancia migratoria. Por el candor de sus mensajes peace and love. Y porque los considera víctimas de una interesada demonización electoralista. Más o menos como dice Benoît Hamon, cuyo discurso de apertura y libertades respeta indistintamente el derecho a la minifalda y al velo. Emmanuel Macron, en fin, pretende que los imanes sean formados y homologados en Francia.
"Los musulmanes estarían más cerca del discurso abierto e inclusivo de Macron, Mélenchon o Hamon, que del discurso más agresivo o excluyente de Fillon o Le Pen", explica el sociólogo Jérôme Fourquet. Suyo es un ensayo que se define en el propio título: Karim vota la izquierda y su vecino al Frente Nacional. Y suya es la reflexión sobre la paradoja de una comunidad conservadora constreñida a votar opciones progresistas. "El 86% de los musulmanes votó a Hollande en la segunda vuelta de 2012. Pero no por una adhesión ideológica a la izquierda como por el rechazo que provocaba Sarkozy. No hay un voto monolítico. De hecho, el recelo de muchos musulmanes a cuestiones como el matrimonio homosexual y los valores de la familia los posicionaría en la sensibilidad de los partidos conservadores, pero terminan inclinándose por los partidos de izquierda en la medida en que les proponen un escenario menos hostil a su idiosincrasia", concluye Fourquet.
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