30 % menores de 40 cree que la religión es importante en su vida, según Pew Center.
Según un estudio, los niveles de afiliación a una determinada creencia merman con la mayoría de edad, hasta los 39 años.
Samuel Cárdenas tiene 17 años, es guayaquileño y creció dentro de una familia apegada al evangelicalismo (cristianos evangélicos). Recuerda que de niño acostumbraba a asistir a la iglesia, todos los domingos, y con mucha emoción. Hoy, con enamorada y más amigos que antes, ha decidido hacer una pausa.
“La pausa no es definitiva y no es que he dejado de creer”, asegura. Está convencido de que volverá, pero por ahora los deberes del colegio, las fiestas, los deportes, las salidas con su pareja, los compromisos familiares... Dice que lo han dejado sin energía para asistir a las ceremonias religiosas.
Samuel no es el único y es parte de una tendencia. Según un reciente estudio del Pew Center Research, realizado en 14 de 19 países de Latinoamérica, entre los que incluye a Ecuador, los niveles de afiliación a una religión determinada, de práctica diaria de la oración y de asistencia semanal a misa o a un culto religioso decrecen a medida de que los fieles se acercan a los 18 años y avanza hasta los 39.
El mismo estudio detalla que la población menor de 40 años es mucho menos propensa que sus mayores a decir que la religión es importante en su vida. Por otra parte, la brecha de edad es más común en algunos grupos religiosos que en otros, dándose más entre los cristianos que entre los musulmanes o los budistas.
Este menor interés del público joven podría sugerir que caminamos hacia un mundo menos religioso. Sin embargo, los expertos consultados tienen conclusiones menos lineales. Unos creen que esta distancia es propia de la edad y la curiosidad por nuevos mundos, o una falta de orientación por parte de los padres, mientras que otros argumentan que puede responder a una individualización de la fe.
Para Carlos Tutivén, sociólogo y docente investigador de la Universidad Casa Grande, la juventud es un período de experimentación y búsqueda en la que es normal que las personas prefieran realizar otras actividades, más allá del culto, que los ayuden a enriquecer su carácter y criterio.
Sin embargo, no considera que estas preferencias sean definitivas. No en todos los casos. “Se ha visto que algunos que se apartan de la fe, ya sea en un corto o largo plazo, retoman sus creencias cuando creen que diversas situaciones personales lo requieren”.
Por su parte, el pastor Manuel Calero cree que la reducción de interés hacia las prácticas propias de las religiones, también tiene que ver con el hogar. “La falta de valores y principios no fundamentados en la casa, hace que los jóvenes se vuelvan vulnerables en el ambiente en el que se desarrollan, olvidándose de su fe”.
Con Calero coincide el teólogo Patricio Hidalgo. “La familia tiene que ver mucho con la orientación espiritual... Los padres son responsables de educar a sus hijos por medio del testimonio”, acota.
Diana Crespo, psicóloga y orientadora familiar, en cambio habla de individualización de la fe y de una espiritualidad que se vive por fuera de las instituciones religiosas.
“Vivimos en un contexto con mucho más acceso a información que antes, con la que cada uno le da una forma distinta a sus creencias. De los 18 años en adelante, vivimos en permanente reconfiguración, escapamos de todo encasillamiento. Ahora más que antes y es normal”.
Volver a la iglesia es un tema que Samuel por ahora prefiere evitar. Explica que irá cuando se sienta preparado y cuando sus estudios le dejen un poco más de tiempo.
Crespo concluye que la libertad de elegir le pertenece a cada persona, y la obligación de guiar es de los padres.
Estudio
El trabajo del Pew Center Research, publicado en 2018, es resultado del análisis de diferentes encuestas que la institución ha realizado a lo largo de 10 años.
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