viernes, 5 de septiembre de 2008

Un Ramadán marcado por el paro y los altos precios

Los musulmanes residentes en la región inician el ayuno religioso que mantendrán durante un mes.

SANTANDER, 05-09-2008,ldiariomontanes.es,D. BUSTAMANTE.-


Dos musulmanes leen versículos del Corán en la mezquita de Santander, antes de la la oración llamada Almagreb. / ROBERTO RUIZ

ALGUNOS DATOS
Musulmanes *En Cantabria: 2.179-En España: 1.130.000
Las claves del Ramadán
¿Qué es?: Es el noveno mes lunar, en el que los islámistas ayunan. Es también el mes del perdón.
Horario: Desde el alba hasta el ocaso, el musulmán no bebe, ni come ni mantiene relaciones sexuales.
Obliga: Adultos sanos, sean hombre o mujer, salvo menstruación o puerperio.
*Fuente: 'Estudio Demográfico sobre ciudadanos musulmanes', realizado por la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide).

No hay comida a mediodía ni desayuno por la mañana. Comenzó el Ramadán, el mes del ayuno que altera los hábitos de los musulmanes de todo el mundo. En Cantabria apenas es perceptible porque es la comunidad autónoma con menor número de musulmanes, unos 2.179, de los que más de 700 proceden de Marruecos y se concentran en su mayor parte en Torrelavega y el valle de Buelna. La mayoría son jóvenes. Trabajan en la construcción o en la industria y en menor medida en la hostelería y venta ambulante y más marginalmente en la ganadería, pesca y actividades forestales.

La mezquita de Santander, un lugar sagrado, abrió sus puertas en 1998. Ocupa un bajo del inmueble situado en la calle Juan José Pérez del Molino número 24. A ella acuden a rezar a diario un grupo de fieles del Islam convencidos hasta el tuétano que 'Dios es el más grande', al que alaban con versículos del Corán e invocaciones a su profeta Mahoma. «Los viernes en que se celebra la oración comunitaria no se cabe. Salen hasta la calle», asegura Mónica Hernández, dueña de 'El Andalus', una tienda abierta a escasos metros de la mezquita y donde los musulmanes hacen sus compras alimenticias condicionada este año por la crisis al salir de sus respectivos trabajos. El Ramadán apenas altera la vida de la ciudad. Sólo los vecinos de esa calle santanderina saben de ese ir y venir de musulmanes a la caída de la tarde.

Redouane llegó de Argel hace cinco años. Trabaja en la construcción. Pasa el Ramadán solo a diferencia de lo que ocurriría de estar en su país. «Es cuando más me acuerdo de ellos y de mi tierra. Es mejor pasarlo en familia», confiesa, y vuelve a quedarse mudo sentado en un banco a escasos metros de la mezquita. Como la mayoría de los inmigrantes, está preocupado por la crisis económica que azota España y por su trabajo. «Los inmigrantes somos el colectivo más débil. Estamos en precario». Milad, el presidente de la comunidad islámica en Santander, ahonda en la herida. Calcula que en la capital cántabra habrá unos 250 jóvenes entre marroquíes, argelinos y tunecinos. «La construcción absorbe a muchos inmigrantes, y ya hay algunos que se han quedado en el paro». Todavía es de día y han pasado muchas horas desde que estos hombres, queinvocan a Alá descalzos y sueñan peregrinar a La Meca un día, han ingerido restos de la cena y agua o leche antes de rayar el alba y de hacer la primera oración para luego ir a trabajar como si tal cosa.

«El musulmán siempre tiene que ser generoso, pero más durante el Ramadán. El ayunante debería ser indulgente en caso de ser insultado o agredido por alguien y evitar todo pensamiento obsceno». Uno y otro lo saben de memoria y lo creen a pies juntillas. Tal vez por eso reciben a los infieles con la mejor de sus sonrisas y están dispuestos a responder a cualquier duda sobre su religión. «En Santander no hay imán para dirigir la oración porque no tenemos recursos» o «de vez en cuando viene la Policía muy correcta a pedir información». Todos ellos sostienen que «Santander es una ciudad muy tránquila. Se puede dejar el coche abierto».

Son comentarios hechos por creyentes antes del anochecer y de entrar juntos en la mezquita para romper juntos el ayuno. Unos dátiles y unos vasos de agua. Luego, la oración de la puesta de sol y luego la tradicional sopa del Ramadán, la 'harira' que cada tarde es aportada por una familia musulmana que la ofrece de forma voluntaria, sobre todo pensando en los que se han quedado sin trabajo o están solos. Allí, juntos, reponen fuerzas, saborean el caldo espeso, los garbanzos, la carne que después de más de doce horas de ayuno completo les debe saber como a los israelitas el maná llovido del Cielo. El presidente de la comunidad islámica matiza que no es sólo la comida, sino la compañía y la alegría del encuentro con hermanos, compañeros y vecinos.

Después se dispersan y ya en sus casas continuarán la cena con la familia, amigos e invitados. No faltará el couscous, ni la carne ni el pescado ni los dulces. «En nuestros países el Ramadán se celebra como aquí las Navidades. Las calles se llenan de compradores y cambian hasta los horarios de las tiendas. Es cuando más bulliciosas están las ciudades. Y cuando acaba este tiempo de ayuno a los niños se les regalan juguetes». Los jóvenes que trabajan en la construcción, aseguran que no pasan sed ni hambre pero también que, si hace calor, beben. Y cuentan que no sintieron miedo en Santander cuando el atentado de las Torres Gemelas, pero sí cuando se produjo el horror del 11-M en Madrid. Los primeros islámicos que llegaron a Santander eran en su mayoría estudiantes. «Nos miraban con extrañeza pero sin xenofobia. Este fenómeno sí existe hoy en un amplio sector de la sociedad cántabra, sobre todo con la llegada de los marroquíes, a los que se observa con desconfianza».

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