Durante este periodo los creyentes deben abstenerse de comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales entre el amanecer y el anochecer. La celebración se vivirá intensamente en las siete mezquitas del territorio.
SAN SEBASTIÁN,02.09.08,diariovasco.com,MIGUEL GONZÁLEZ.
Varios fieles musulmanes, rezando en la mezquita de Errenteria durante el Ramadán. /ARIZMENDI
DV. Más de 1.300 millones de musulmanes iniciaron ayer el Ramadán, mes de ayuno durante el cual los creyentes se abstienen de comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales desde el amanecer hasta la puesta de sol. El carácter sagrado de este periodo de recogimiento para la oración y la abstinencia, que se rige por el calendario lunar -por ello cada año se adelanta once días respecto al calendario solar-, proviene según la tradición porque fue ese mes cuando Mahoma recibió la revelación del Corán.
El Ramadán es el tercer pilar del Islam, cuyos otros cuatro preceptos son rezar cinco veces al día, la profesión de fe, dar limosna y la peregrinación a La Meca una vez en la vida. Están exentos del Ramadán las embarazadas, los enfermos, los niños y los viajeros.
En Gipuzkoa, los cerca de 4.500 musulmanes que residen en el territorio viven desde ayer su mes más especial. «Para nosotros es la mejor época del año, porque no hay una forma más intensa de vivir nuestra religión. Es Es un tiempo de sacrificio, reflexión y oración en el que la gente se une para orar y pedir perdón», afirma Driss Elmessioui, un marroquí de 57 años que lleva viviendo en Zumarraga desde hace 34 y que tiene cuatro hijos con edades comprendidas entre los 30 y los 20 años. Fue secretario de la mezquita de Zumarraga, abierta en 1994 y una de las siete que existen en Gipuzkoa, ya que también las hay en Eibar, Errenteria, Azkoitia, Oñati, Bergara y Orio.
El Ramadán no eximirá a Driss de sus obligaciones laborales. Durante este mes se levantará dos horas antes de que salga el sol y aprovechará para realizar un desayuno copioso que le ayude a mantenerse en pie durante toda la jornada en su puesto en la fábrica de autobuses Irizar. «Yo tengo suerte porque trabajo en un turno de seis de la mañana a dos de la tarde. Por la tarde me echo a dormir y cuando me levanto, ya queda poco para la comida fuerte del día, que la hacemos a las nueve menos cuarto de la noche. Lo del ayuno lo llevo fenomenal. Los compañeros del trabajo se sientan a mi lado y, hasta ahora, no me ha dado envidia verles comer el bocadillo. Ganas de comer sí que entran, pero sabes que debes hacer ayuno y no tienes otro remedio».
La hora de la 'harira'
El ayuno no es eterno. «Cuando se pone el sol, rompemos el ayuno con higos, dátiles y leche. Mucha gente se reunirá en la mezquita y oraremos. Luego comeremos la harira -una sopa parecida a la del cocido pero con pollo- y seguiremos orando», cuenta El Maimon Sra-ssi, padre de familia, antiguo trabajador de la forja y que lleva 37 de sus 55 años viviendo en Eibar.
En esta localidad se encuentra la primera mezquita que se fundó en el País Vasco en 1984. «En la mezquita hay gente que se reúne para romper el ayuno cuando se pone el sol, pero otros como yo, que tenemos familia, preferimos vivir ese momento en casa acompañados de la familia y amigos, aunque también vamos a la mezquita a rezar». Srassi recuerda con nostalgia cuando el Ramadán coincidía en verano y con trabajo en la forja. «Eran días de mucho calor, en pleno agosto y, gracias a Alá, no desfallecía», recuerda.
Ahmed Zaidani, de 35 años, lleva diez viviendo en Azkoitia. Tiene dos hijos de 3 años y 6 meses, respectivamente. Desde ayer, como hace todos los años en Ramadán, acudirá a la mezquita de la localidad para el último rezo del día. «Nos solemos juntar a eso de las diez de la noche, después de realizar la comida fuerte de la jornada. Hace unos años nos solíamos reunir más personas, pero ahora entre que el local se ha quedado pequeño y que desde la apertura de la mezquita de Orio mucha gente de esa zona ya no viene, somos algunos menos».
Es conductor en una empresa de transporte y compagina bien el Ramadán con su trabajo. «Más duros han sido los dos meses que me he pasado en verano fuera de casa en la línea París-Bruselas. Aquí estoy encantado. La gente nos trata como a uno más y respeta nuestra creencias. No sucede como en otros sitios. Para nosotros el Ramadán es algo que forma parte de nosotros y es importante que así se entienda».
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