domingo, 31 de enero de 2016

El historiador John McHugo descarta enemistad entre países occidentales y árabes

CIUDAD DE MÉXICO,31/01/2016,excelsior.com.mx,JOSÉ CARREÑO FIGUERAS


Miles de personas acuden cada año a la Gran Mezquita, en la ciudad de La Meca, en Arabia Saudita. Foto: AP

El autor del libro ‘Una breve historia de los árabes’, considera que el mundo árabe está en un periodo de transición, pero por ahora es difícil ver hacia dónde se dirige

Los países occidentales y los árabes son menos ajenos entre sí que lo que ahora se predica, dice el historiador británico John McHugo al rechazar que sean enemigos “naturales”. Para McHugo, la religión islámica se convirtió en el catalizador de la oposición política en los países árabes y por eso adquirió tanta importancia, pero su impacto habría llegado ya a su tope.

“De la misma forma que el catolicismo fue tan fuerte en Polonia durante el régimen comunista, como símbolo de resistencia, la religión musulmana adquirió esa misma condición frente a regímenes tiránicos”, comentó en entrevista telefónica con Excélsior.

En los países musulmanes la religión ha sido el “grito de guerra” para la oposición, dijo McHugo, autor del libro Una breve historia de los Árabes, recién publicado en español, y de Syria: a Recent History.

“El mundo árabe se halla en un periodo de transición, pero por ahora es difícil ver hacia dónde se dirige”, escribió el especialista, que al referirse a la famosa “Primavera Árabe” la definió como un grito en favor de valores democráticos como libertad de expresión y elecciones libres.

La visión de McHugo tiene bases históricas importantes. De hecho otro historiador británico, Ian Almond, subrayó que ya en la Edad Media no fue raro ver a soldados cristianos y musulmanes en combate contra adversarios comunes, incluso de sus propias religiones. De hecho, los árabes llegaron a España como aliados de los visigodos cristianos contra adversarios también cristianos.

En España también, como ejemplo, Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid” combatió al lado de guerreros musulmanes contra otros cristianos y otros musulmanes.

Para él, la actual fase de extremismo musulmán es sólo una etapa pasajera en una evolución más larga hacia la democracia. “Ocurrió igual en los países occidentales”, aunque ya hace años, recordó.

El problema es que Occidente no lo entendió así. “Ninguno de estos levantamientos comenzó en nombre del Islam, pero los políticos islamistas parecieron ser los beneficiarios de las primeras elecciones genuinamente democráticas en décadas en los países árabes”, precisó.

Pero el hecho es que, de acuerdo con la descripción de McHugo, en tiempos de revolución y de desestabilización, los triunfadores suelen ser los grupos o fuerzas con mejor organización, “no necesariamente las más populares o democráticas”.

De hecho, para el arabista una buena parte de problema tiene raíces en los últimos 30 años, cuando comenzaron a predominar interpretaciones rígidas del Islam tanto entre sunitas como entre chiitas
—las dos principales ramas de la religión musulmana—.

En Irán, a la caída del régimen del Shah Reza Pahlevi en 1979, se entronizó una visión revolucionaria del chiismo, que trató incluso de exportar sus ideas. Por su parte, Arabia Saudita, donde predomina el wahabismo, una versión “estrecha” y conservadora del sunismo, invirtió miles de millones de dólares en promover esa visión del Islam.

Y si a eso se agregan problemas geopolíticos entre saudiárabes e iraníes, las cosas se complican aún más. La desconfianza entre las diversas ramas del Islam, y aún entre las diferentes sectas que componen cada una de ellas, se parece a la situación de los cristianos en los siglos XV y XVI, opinó McHugo, al recordar los problemas entre católicos y protestantes, sin olvidar las diferencias entre cristianos que en los siglos V y VI ayudaron al surgimiento del Islam.

Para el especialista, una parte del problema es que las acciones de los países occidentales durante las últimas décadas, tanto durante el periodo colonial como el postcolonial, no han creado confianza en ellos. Por un lado, las intervenciones han sido lo mismo para la creación del Estado de Israel en 1947 que para invadir Egipto y tratar de ocupar el Canal de Suez, sin contar la guerra de Argelia o la guerra contra Irak. 

Peor todavía, en una noción que viene ya desde hace décadas, para muchos árabes hay una clara diferencia entre los valores democráticos que proclaman los países occidentales y lo que hacen y han hecho en Oriente Medio. Con todo, aseguró, el mero hecho de que miles de familias árabes busquen ahora seguridad en Europa es también un mensaje de esperanza. “Si vieran a Europa como enemiga no irían ahí”, dijo.

McHugo descarta la noción del “choque de civilizaciones”, un término acuñado por el politólogo estadunidense Samuel Huntington y que ahora es usado para tratar de explicar la inevitabilidad de las diferencias entre las sociedades musulmana y occidental.“Las culturas civilizadas se influyen y se benefician mutuamente”, subrayó.

Para el arabista, la realidad está más bien en otras consideraciones que cree históricamente temporales.Por un lado, el que los países árabes hayan estado en una etapa de debilidad durante la era de la expansión europea, en el siglo XIX.Había problemas de educación y de economía. De hecho los hay todavía.

Paralelamente, tanto en los países occidentales como en los árabes hay visiones políticas internas que influyen en el comportamiento y las reacciones de sus sociedades. McHugo tiene una visión optimista de las posibilidades de entendimiento entre Occidente y el mundo musulmán, pero acepta que las sociedades islámicas tienen camino que recorrer hacia una visión más moderna del mundo y deshacerse de visiones apocalípticas extremas.

Pero en ese sentido, opinó que esas visiones ya llegaron a su tope máximo.En ese marco, el autor aseguró que judaísmo, cristianismo e Islam son religiones con un mismo origen.

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