sábado, 7 de julio de 2018

Jean-Louis Tauran, fino diplomático vaticano

Vaticano,07/07/2018,abc.es,JAVIER MARTÍNEZ-BROCAL


Enamorado de la cultura árabe fue el primer representante del Vaticano en viajar a Arabia Saudí

Jean-Louis Tauran, fino diplomático vaticano, fue durante años cardenal «protodiácono», encargado del «Habemus Papam». Por eso en marzo de 2013 le tocó anunciar al mundo la elección del Papa Francisco tras la fumata blanca. Cuando salió al balcón de San Pedro, no pasó desapercibido que el párkinson había irrumpido en su vida. Pero estaba decidido a seguir los pasos de quien le trajo al Vaticano, Juan Pablo II, y no permitió que esa enfermedad le impidiera seguir sirviendo a la Santa Sede hasta el final.

Cuando tenía 21 años, le convalidaron el servicio militar dando clases un año en un colegio del Líbano. Allí se enamoró de la cultura árabe y vio cómo todos salían ganando cuando había convivencia entre musulmanes y cristianos.

Se hizo sacerdote cinco años más tarde y trabajó otros cuatro como vicario de una iglesia de Burdeos. Abandonó su ciudad antes de cumplir los 30, para trasladarse a la Pontificia Accademia Ecclesiastica, la escuela diplomática del Vaticano.

Se curtió en el oficio en nunciaturas como la de la República Dominicana y la del Líbano, y Juan Pablo II se fijó en él cuando comenzó a trabajar en la Secretaría de Estado.

«Los terroristas no representan al verdadero Islam»

Recordaba con una pizca de ironía su diálogo con el entonces pontífice cuando en 1990 le nombró ministro de Exteriores de la Santa Sede. «Dicen que usted es muy joven, ¿cuántos años tiene?», le preguntó el Papa. «Respondí que 47 años y me contestó: '¡Pues sí que es joven! Pero es una enfermedad que pasa pronto...».

Durante 13 años condujo el timón de la diplomacia pontificia. Fueron años delicados, que coincidieron con el primer y único acuerdo de la Santa Sede con Israel, la aplicación de los Acuerdos de Oslo y el 11 de septiembre.

Cuando en 2003 pidió el relevo del cargo por razones de salud, Juan Pablo II lo hizo cardenal y le nombró Archivista y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, un cargo tranquilo que le permitiría seguir trabajando en el Vaticano.

En 2007, tras la crisis desatada por su discurso en Ratisbona, Benedicto XVI le pidió que regresara a la primera división y lo puso al frente del dicasterio del diálogo interreligioso, con la misión de tender puentes con el Islam. Once años después, muchas cosas han cambiado.

Primero en viajar a Arabia Saudí

Multiplicó los encuentros con líderes e instituciones musulmanas para cultivar el respeto y «descubrir valores comunes y hacer de este mundo un lugar mejor para la convivencia». Recordaba que este diálogo no podía limitarse a países de mayoría musulmana, especialmente tras las últimas oleadas migratorias.

Decía que «la ignorancia es la base del miedo» y denunciaba que «la mayoría de los europeos nunca se han encontrado con un musulmán ni han abierto el Corán y muchos musulmanes nunca han abierto la Biblia».

«La virtud más importante del diplomático es saber callar en muchos idiomas»

Tras los atentados de París en 2015 alzó la voz para recordar que los terroristas «no representan al verdadero Islam». «Es importante que se hable de la religión de los otros con respeto y objetividad, en lugar de presentarla burlándose de ella o subrayando los aspectos negativos».

El Papa Francisco decía que era «su amigo». Le nombró miembro del «board»del banco del Vaticano y le hizo cardenal camarlengo, para que se ocupara de la gestión de la Santa Sede en periodo de sede vacante. Apreciaba su lealtad y su discreción.

Por algo será que cuando una vez preguntaron a Tauran cuál es la virtud más importante del diplomático, respondió: «Saber callar en muchos idiomas».

Falleció en la noche entre el jueves y el viernes, en Hartford, donde estaba recibiendo tratamiento médico. Murió con las botas puestas, pocos meses después de convertirse en el primer representante del Vaticano que viajaba a Arabia Saudí.

No hay comentarios: