Madrid,02/09/2017,abc.es,SOFÍA ALFAYATE
Un grupo de rohingyas durante su huida a Bangladesh - REUTERS
Según la ONU, son la minoría étnica más reprimida del mundo; su decisión de defenderse con una milicia ha agravado su situación
Los rohingyas son una minoría étnica, lingüística y religiosa procedente del estado de Arakan, al oeste de Birmania y colindante con Bangladesh. A diferencia de la gran mayoría de la población birmana, que es budista (en torno al 85%), este grupo minoritario profesa el islam suní, motivo por el que ha sufrido todo tipo de discriminaciones hasta el punto de ser considerada la minoría más perseguida del mundo por la ONU. El factor principal que demuestra la discriminación del gobierno birmano hacia esta etnia (un 4 %) es que, pese a que están asentados en el país desde la época de la colonización británica, sus miembros no son reconocidos como ciudadanos.
La ley de ciudadanía vigente, promulgada en 1982 por el dictador Ne Win, no reconoce a los rohingyas como una de las 135 etnias birmanas por lo que se les considera apátridas. De hecho, este pueblo no contaba con documentación identificativa hasta 1995, cuando tras presiones por parte de la Acnur (la agencia de la ONU para los refugiados) se otorgó a los rohingyas una tarjeta de registro provisional y distinta a la del resto de ciudadanos. En ella figura el nombre y la fecha de nacimiento del portador, pero no el lugar, por lo que no puede emplearse para solicitar la ciudadanía. Este sistema de identificación fue suspendido en 2011 debido a la presión ejercida por grupos nacionalistas budistas de Birmania.
A nivel práctico, esto supone la imposibilidad del más de millón de rohingyas que viven en Birmania de viajar por el país libremente, recurrir a la justicia o acceder a educación superior; y por descontado de participar en las elecciones.
Violencia contra las minorías
Los episodios de violencia se remontan en la historia de los rohingyas a 1948, año en el que Birmania obtuvo la independencia de Inglaterra, su metrópoli. Tras una larga dictadura militar, en la que la situación no mejoró para esta etnia, el país celebró sus primeras elecciones libres en más de treinta años en 1990. Sin embargo, el aperturismo político que, en teoría trajo consigo la democracia no llegó a las minorías religiosas, que continuaron siendo objeto de todo tipo de violaciones a sus derechos humanos.
La escalada de violencia entre Birmania y los rohingyas -que decidieron organizar su defensa militar en torno al Ejército de salvación rohingya de Arakan (ARSA)-, alcanzó su cima en 2012, con dos oleadas de enfrentamientos violentos, una en junio y otra en octubre, dirigidas por grupos extremistas de la mayoría budista y toleradas por el gobierno birmano. Estos episodios violentos se saldaron con más de 140 muertos, unos 100.000 desplazados e innumerables destrozos en casas y edificios musulmanes.
El pasado mes de octubre el conflicto sufrió otro repunte cuando nueve guardias fronterizos murieron a manos de rohingyas de ARSA, hecho que llevó a un deterioro de las condiciones de la población civil de esta etnia. En el último estallido violento, iniciado el pasado 24 de agosto tras la reivindicación por parte de ARSA de un ataque a puestos policiales y a una base militar birmana, murieron al menos 110 rohingyas y el gobierno aumentó la presencia del ejército en el estado de Arakan.
El éxodo a Bangladesh
El aumento de la violencia provocó el desplazamiento de decenas de miles de civiles, en su mayoría rohingyas, que dejaron sus casas para vivir hacinados en campos de refugiados, sin acceso a educación o sanidad y sobreviviendo gracias a la ayuda internacional, que llegaba (y continúa llegando) con cuentagotas porque el gobierno considera que las ONGs son partidistas en el conflicto.
Por ello, los rohingyas llevan décadas huyendo en masa al país vecino, Bangladesh, de mayoría musulmana, donde esperan obtener la condición de refugiado. Se calcula que entre 300.000 y 500.000 rohingyas viven en Bangladesh de los que solo unos 32.000 tienen estatus de refugiado, y viven en campos en el distrito de Cox's Bazar, cera de la frontera. A raíz de la última oleada de migración -en la última semana han llegado 38.000 según la ONU- las autoridades bangladeshíes están comenzando a impedir el paso de rohingyas, que cruzan la frontera a través del rio Naf.
Ante esta situación el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió el pasado lunes a Bangladesh que mantenga las fronteras abiertas y ofreció «todo el apoyo necesario tanto a Bangladesh como Birmania en este aspecto».
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