La comunidad musulmana de Sant Roc rezando en el patio del instituto B9 durante el Ramadán Silvia Llamas
La falta de capital de la comunidad y la voluntad de practicar un islam sin influencias del exterior dificultan su construcción
Cada viernes es lo mismo. Centenares de personas esperan a que llegue su turno para la oración a las puertas del centro islámico Camí de la Pau, en la calle Erasme Janer del Raval de Barcelona. El centro de culto, uno de los más grandes de Barcelona, tiene una sala de oración de unos 200 metros cuadrados, lo que obliga a realizar hasta tres turnos de rezo para poder atender a los entre 600 y 700 pakistaníes que cada semana acuden allí. “Hay una falta bestial de espacio, nosotros no llegamos a cubrir ni un 30% de la demanda, lo que nos obliga a hacer turnos. Esto nos está generando problemas con los vecinos”, reconoce Mohamed Iqbal, portavoz de la asociación religiosa.
Las últimas cifras de la Generalitat indican que en Catalunya hay a día de hoy unos 232 centros de culto islámico, de los cuales, 24 se encuentran en Barcelona. Y pese a que su número crece año tras año, los locales se quedan pequeños para albergar a todos sus fieles. Un problema derivado de la delicada situación económica de la comunidad, que se ve incapacitada para financiar obras de mayor envergadura.
"Una mezquita en Barcelona que reúna las condiciones de un verdadero monumento islámico no solucionará todos los problemas de falta de espacios, pero si sería importante para expresar una de las realidades de la ciudad", comenta Hohammed Alhoul, portavoz del Consell Islàmic de Catalunya. Lo cierto es que Barcelona, pese a ser una de las capitales con más musulmanes de España no tiene ninguna gran mezquita. Mejor dicho, no tiene ninguna. La ciudad cuenta con centros de culto islámicos, pero una mezquita es algo más que un lugar donde ir a rezar, hay escuela, residencia, espacios de recreo... Ciudades como Madrid -con la famosa mezquita de la M30-, Valencia o Granada ya hace años que cuentan con ella, pero no la capital catalana.
El principal motivo es la falta de dinero. La comunidad carece de recursos suficientes como para sufragar una obra de esas proporciones, lo que hace necesaria la búsqueda de financiación. ¿Hay alguien dispuesto a costear las obras? Sí, habría varios países interesados en financiar la construcción, pero todas las fuentes de la comunidad consultadas por La Vanguardia.com coinciden en lo mismo: Prefieren seguir sin mezquita si a cambio deben rendir cuentas a un poder exterior. Hablando claro, países como Arabia Saudí son los principales financiadores de mezquitas en todo el mundo, pero la comunidad sabe que no se trata de buenos samaritanos que ayudan a cambio de nada. "No queremos que nadie nos mande desde fuera", afirma Iqbal. Los imams Mohamed Eddabouzi y Younes Harrak, Secretario General y Tesorero de la Unió de Centres Islámics de Catalunya, coinciden también en rechazar la "financiación de países rigoristas", aunque ven posibilidades de negociación con Marruecos, cuyo gobierno tiene un plan de construcción de mezquitas en Europa.
Por otra parte habría que buscar el lugar adecuado para su construcción. Pese a que el Ayuntamiento de Barcelona ha afirmado a este diario que, en caso de que hubiera consenso entre la comunidad y un proyecto en firme, el consistorio estaría abierto a buscar un espacio, sectores de la comunidad indican que cuando se ha propuesto algo similar la administración se ha desmarcado argumentando que la ciudad no tiene espacios para una mezquita.
Esto nos lleva a otro punto, el rechazo social. Mohamed Iqbal recuerda que cuando abrieron el centro de culto de Erasme Janer, los vecinos del Raval llegaron a recopilar hasta 3.000 firmas en contra. Y si echamos un leve vistazo a las hemerotecas podemos encontrar multitud de noticias similares. "Existe un rechazo público hacia el Islam", afirma Avraham Astor, experto en conflictos con mezquitas en Catalunya. Francesc Torradeflot, responsable de diversidad interreligiosa de UNESCOCat, señala que los "políticos moderados" tienen miedo a perder votos si apoyan la construcción de mezquitas, por lo que "no se la quieren jugar".
Exceptuando al PPC, que considera que "actualmente no se dan las condiciones para su edificación", el resto de grupos municipales consultados por La Vanguardia.com estarían más dispuestos a considerar el proyecto -pese a que el PSC se opone a denominarla gran mezquita y prefiere quitar el adjetivo- siempre y cuando hubiera consenso dentro de la comunidad y financiación privada.
La palabra consenso es importante. Los centros de culto islámicos suelen estar segregados por comunidades: pakistaníes, marroquíes, subsaharianos... Astor indica que en una comunidad tan heterogénea podrían surgir problemas a la hora de administrar el recinto, los equilibrios de poder podrían causar tensiones. No obstante, los representantes de la comunidad consultados afirman que la diversidad de origen no supondría un impedimento. "A todo el mundo le gusta ir a rezar a mezquitas grandes", asegura la presidenta de la asociación de mujeres pakistaníes ACESOP Huma Jamshed.
Pero aunque el origen no sea un problema, el idioma sí que podría ser una barrera. ¿En qué lengua debería predicar el imam para que todos los fieles, vinieran de donde vinieran, le pudieran entender? El presidente de la fundación Nous Catalans, Ángel Colom, lo tiene claro, el nexo debería ser el catalán. Así, el idioma de Catalunya haría una doble función: de lengua franca y de correa de transmisión de la cultura catalana. "Si Barcelona quiere convertirse en la capital del Mediterráneo debe tener en cuenta que la religión mayoritaria es el islam. Tarde o temprano habrá que construir una gran mezquita emblemática y bonita de la que todos nos podamos sentir orgullosos", argumenta. Por el momento, la comunidad sigue a la espera de la llegada del Buen Samaritano.
Sin espacio para las mujeres
Un problema derivado de la falta de espacio en los centros de culto barceloneses es la exclusión de las mujeres. Ya que ellas no están obligadas a acudir a la mezquita para rezar, en algunos oratorios se las invita a hacerlo en sus casas para así dejar espacio a los hombres. "Sólo nos dejan ir fuera de los horarios de rezo", asegura Huma Jamshed, presidenta de la asociación de mujeres pakistaníes ACESOP. Pese a no verlo como un problema ya que aseguran que las musulmanas no tienen costumbre de asistir a la mezquita, los imams Mohamed Eddabouzi y Younes Harrak admiten que la falta de espacio dificulta poder habilitar un lugar apropiado para las mujeres, que deben permanecer separadas de los hombres. Esta situación también es constatada por Mohamed Iqbal, portavoz de Camí de la Pau, que reconocía que "hay muy pocos lugares donde puedan asistir las mujeres".
No hay comentarios:
Publicar un comentario