Personas protestan ante la embajada estadounidense en Ciudad de México contra la política de separación de familias migrantes aplicada por Washington./EFE
La indignación por la separación familiar impulsa a los demócratas
Después de las cárceles y los almacenes con jaulas, bases militares. El gobierno de Trump ha pedido al Pentágono que habilite 20.000 camas para niños inmigrantes que viajan solos. Fort Bliss, Goodfelow y Dyess son las tres bases de Texas listas para recibirlos de forma indefinida a partir de julio. La de las fuerzas aéreas en Little Rock (Akansas), sede de la Biblioteca de Bill Clinton, le seguirá pronto.
Mucho tendrán que empeorar las condiciones en EE UU para que estos niños prefieran morir a manos de las bandas de pandilleros que alimentan los narcotraficantes. Y no es que cruzar la frontera sea fácil. La ACLU ha compilado 30.000 páginas en las que documenta los abusos que sufren a manos de los patrulleros, golpeados, desnudados, amenazados con ser violados, perseguidos como animales en vehículos con focos de luz en la oscuridad de la noche e incluso atropellados.
Los abusos continúan por los albergues repartidos por todo el país, que a menudo no son los felices hogares que le vendieron la víspera a Melania Trump, en su visita a un albergue luterano de McAllen (Texas). En Virginia, el gobernador Ralph Northam ha pedido que se investiguen las denuncias sobre el trato violento que sufren los menores en el Centro Juvenil Valle de Shenandoah, donde según las acusaciones niños de entre 10 y 17 años son confinados en aislamiento hasta 14 horas diarias por faltas tan leves como no poner un libro en su sitio. Golpes, grilletes y posiciones de estrés recuerdan más a Guantánamo que a un hogar para niños ya traumatizados por la violencia de la que huyen en sus países de orígenes.
El giro radical del gobierno de Trump ante la indignación general que ha provocado su política de separar a las familias, sólo comparable a la del veto anti musulmán, ha resultado en la reunificación inmediata de 500 familias. Eso deja en el aire el futuro de al menos 1.800 niños cuyos padres temen no volver a verlos. Jacinto Carillo, un guatemalteco entrevistado en su país de origen por Los Angeles Times contó a ese periódico el desmayo de sus familiares cuando le vieron regresar a casa sin su hija de 6 años, Filemona. Los agentes fronterizos le dijeron que la única manera de volver a verla era aceptar la deportación, pero mientras él está de vuelta en su pueblo de Huehuetenango la niña sigue en paradero desconocido, presuntamente en algún albergue de Nueva York.
Más suerte ha tenido su paisana Beata Mariana de Jesus Mejia, que el jueves pudo abrazar a su hijo de 7 años tras demandar al gobierno. Traumatizado, el niño ni siquiera reaccionó cuando su madre le abrazó entre sollozos diciéndole en español cuánto le quería y cuánto sentía no haber podido estar con él. «La historia les juzgará», sentenció con rencor Mike Donovan, consejero delegado del grupo Nexos que le ha ayudado con el proceso legal.
Trump contraatacó este viernes presentando en un acto a los padres que han sido «permanentemente» separados de sus hijos, «ignorados por los medios». Se refería a los que utilizó durante su campaña para desatar el odio de sus bases contra los inmigrantes. Las llamadas «Angels Moms» tienen hijos que han perecido a manos de inmigrantes, a menudo pandilleros, otras veces por simples accidentes de tráfico.
Antes de que le llegue el juicio histórico que algunos esperan, el partido de Trump sufrirá en noviembre el de las urnas. Según el PEW Research Center, el Partido Demócrata es ahora en el que confían los votantes para resolver el problema migratorio, con una ventaja de 14 puntos frente a los seis de los que disfrutaba en otoño. Esta es la mayor ventaja nunca registrada por el partido de Obama, un presidente que batió los records de deportaciones y abrió el camino a Trump con el uso de bases militares para niños inmigrantes.
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