SANTIAGO, 29-08-09,abc.es,P. ABET / D. BALADO
Cinco mil musulmanes celebran desde el pasado 2 de agosto en Galicia una de sus tradiciones más longevas y arraigadas: el Ramadán. Esta fiesta sagrada recibe su nombre del noveno mes del calendario musulmán, cuando Dios entregó el libro del Islam al profeta Mahoma, y tiene por objeto purificar las almas de los fieles.
La primera luna nueva del calendario es la encargada de dar el pistoletazo de salida, delimitando el comienzo del Ramadán. Para la «limpieza» de su espíritu, los fieles deberán dedicar sus días a la meditación, olvidándose de todo aquello que los acerque a la vida terrenal. Por este motivo, comida, bebida, relaciones sexuales o tabaco, quedan prohibidos hasta la llegada del ocaso. Ahora bien, con la caída del sol, llega la preciada recompensa, que se materializa en forma de reuniones culinarias con la familia y conversaciones que a menudo se prolongan hasta el amanecer.
Los sacrificios que exige esta costumbre religiosa suelen verse incrementados por las características climáticas del mes en el que se festeja, pero -en el caso gallego- éste parece ser un punto a favor de los seguidores. Así, según el testimonio de algunos musulmanes asentados en Galicia «estamos acostumbrados a no comer en todo el día y no nos cuesta tanto. Lo más duro es no poder beber, pero aquí como no hace tanto calor se lleva mejor».
Una de las cuestiones que más dudas levantan entre los no inciados, es la que se refiere a las excepciones que la ley musulmana permite. A este respecto, los súbditos del Islam aseguran que el ayuno es un deber de los mahometanos adultos, saludables y cuerdos. Por lo tanto, quedan exentos de este duro trámite los enfermos mentales, menores de edad y mujeres que se encuentren en fase menstrual, así como las que estén embarazadas o dando de amamantar a sus hijos. Los ancianos tampoco tendrán que someterse a este ayuno voluntario. Pese a todas estas prohibiciones, los creyentes tienen plena libertad a la hora de besar a sus parejas, usar perfumes o maquillajes, bañarse, ducharse e incluso sumegirse, siempre y cuando estas acciones no conlleven la ingesta voluntaria de agua.
La fuerza de voluntad constituye uno de los pilares fundamentales de esta religión, hecho que sus fieles demuestran no sólo con sus actos sino también con sus palabras. Así lo narra Atif Hussein, que regenta un restaurante de kebab: «Lo de comer a hurtadillas no sirve, cualquiera puede esconderse y comer algo, pero ¿y Dios? Él lo sabe todo». El Ramadán es un acto muy íntimo, sólo entre cada uno y Él. Además, los sarracenos cuentan con la ayuda de una lista de acciones que invalidan el ayuno.
Así, comer y beber olvidando el ayuno no lo invalida pero sí obliga a dar cuenta de ello; hacerlo equivocadamente antes de la puesta de sol conllevaría tener que realizar el«kaffárah». Esta técnica de autoexpiación consiste en ayunar dos meses seguidos o dar de comer a sesenta pobres, para recibir el perdón por el error cometido.
Cumplir con este preceptos religioso en Europa es percibido por los fieles con cierta contrariedad. «En los países mayoritariamente musulmanes la vida se paraliza, los comercios y los restaurantes cierran y sólo las mezquitas permanecen abiertas. Pero aquí en Europa no queda más remedio que trabajar y orar cuando podamos», cuenta Abdí, un camarero procedente de Bangladesh.
Y al término de estas treinta jornadas de sacrificio, llega la recompensa. La vuelta a la normalidad -con un alma ya purificada- se realiza a través de la desaparición de los posibles conflictos o desavenencias que pudiesen existir entre los miembros de esta comunidad. «Aprovechamos para perdonar, arreglar los entressijos pendientes y enmendar todo», explican orgullosos los seguidores del Islam.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Cinco mil musulmanes celebran desde el pasado 2 de agosto en Galicia una de sus tradiciones más longevas y arraigadas: el Ramadán. Esta fiesta sagrada recibe su nombre del noveno mes del calendario musulmán, cuando Dios entregó el libro del Islam al profeta Mahoma, y tiene por objeto purificar las almas de los fieles.
La primera luna nueva del calendario es la encargada de dar el pistoletazo de salida, delimitando el comienzo del Ramadán. Para la «limpieza» de su espíritu, los fieles deberán dedicar sus días a la meditación, olvidándose de todo aquello que los acerque a la vida terrenal. Por este motivo, comida, bebida, relaciones sexuales o tabaco, quedan prohibidos hasta la llegada del ocaso. Ahora bien, con la caída del sol, llega la preciada recompensa, que se materializa en forma de reuniones culinarias con la familia y conversaciones que a menudo se prolongan hasta el amanecer.
Los sacrificios que exige esta costumbre religiosa suelen verse incrementados por las características climáticas del mes en el que se festeja, pero -en el caso gallego- éste parece ser un punto a favor de los seguidores. Así, según el testimonio de algunos musulmanes asentados en Galicia «estamos acostumbrados a no comer en todo el día y no nos cuesta tanto. Lo más duro es no poder beber, pero aquí como no hace tanto calor se lleva mejor».
Una de las cuestiones que más dudas levantan entre los no inciados, es la que se refiere a las excepciones que la ley musulmana permite. A este respecto, los súbditos del Islam aseguran que el ayuno es un deber de los mahometanos adultos, saludables y cuerdos. Por lo tanto, quedan exentos de este duro trámite los enfermos mentales, menores de edad y mujeres que se encuentren en fase menstrual, así como las que estén embarazadas o dando de amamantar a sus hijos. Los ancianos tampoco tendrán que someterse a este ayuno voluntario. Pese a todas estas prohibiciones, los creyentes tienen plena libertad a la hora de besar a sus parejas, usar perfumes o maquillajes, bañarse, ducharse e incluso sumegirse, siempre y cuando estas acciones no conlleven la ingesta voluntaria de agua.
La fuerza de voluntad constituye uno de los pilares fundamentales de esta religión, hecho que sus fieles demuestran no sólo con sus actos sino también con sus palabras. Así lo narra Atif Hussein, que regenta un restaurante de kebab: «Lo de comer a hurtadillas no sirve, cualquiera puede esconderse y comer algo, pero ¿y Dios? Él lo sabe todo». El Ramadán es un acto muy íntimo, sólo entre cada uno y Él. Además, los sarracenos cuentan con la ayuda de una lista de acciones que invalidan el ayuno.
Así, comer y beber olvidando el ayuno no lo invalida pero sí obliga a dar cuenta de ello; hacerlo equivocadamente antes de la puesta de sol conllevaría tener que realizar el«kaffárah». Esta técnica de autoexpiación consiste en ayunar dos meses seguidos o dar de comer a sesenta pobres, para recibir el perdón por el error cometido.
Cumplir con este preceptos religioso en Europa es percibido por los fieles con cierta contrariedad. «En los países mayoritariamente musulmanes la vida se paraliza, los comercios y los restaurantes cierran y sólo las mezquitas permanecen abiertas. Pero aquí en Europa no queda más remedio que trabajar y orar cuando podamos», cuenta Abdí, un camarero procedente de Bangladesh.
Y al término de estas treinta jornadas de sacrificio, llega la recompensa. La vuelta a la normalidad -con un alma ya purificada- se realiza a través de la desaparición de los posibles conflictos o desavenencias que pudiesen existir entre los miembros de esta comunidad. «Aprovechamos para perdonar, arreglar los entressijos pendientes y enmendar todo», explican orgullosos los seguidores del Islam.
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