MODOU SECK llegó a Ferrol hace apenas tres años desde Senegal y es un enamorado de la ciudad y de A Coruña, aunque dice que si tiene que elegir se queda con la urbe naval
Autor de la imagen: | MARCOS CREO
Los inmigrantes musulmanes que viven en Ferrol cumplen sus tradiciones y dogmas religiosos siguiendo las reglas del Ramadán que comenzó hace nueve días
El Ramadán es un mes muy especial para los musulmanes devotos, por ello todos los creyentes siguen esta tradición de ayuno y meditación siempre que su cuerpo se lo permita. Para un fiel a esta religión estar lejos de un país islámico no es excusa para romper con sus creencias y por ello continúan con su cultura y su dogma también es España.
Kouma Mohamedo es un ejemplo. Madre de dos niñas y procedente de Mauritania, lleva en el país siete años y después de estar en Jaén, donde trabajó en un albergue, aterrizó en Ferrol donde asegura que está muy contenta. Desde hace nueve días, como millones de musulmanes repartidos por todo el mundo, comenzó con el Ramadán. Ahora Kouma debe esperar hasta que se ponga el sol para poder comer o beber cualquier alimento. Sin embargo, ella asegura que no se le hace nada duro porque lleva desde los 12 años siguiendo el ayuno del mes de Ramadán. «Con los años ya te vas acostumbrando, aunque los primeros días se hace un poco más difícil», comenta la mujer.
Aunque Kouma siempre echa de menos a su familia y su país, reconoce que en este mes de meditación y paz se le hace más complicado al estar lejos de su Mauritania natal. «En mi país cuando cae el sol comemos todos juntos, además el ayuno lo pasamos en compañía, aquí es distinto». De hecho, Kouma no tiene relación con otras familias de su misma religión y sus dos hijas, también musulmanas, no están en edad de cumplir con las exigencias del Ramadán, por lo que Kouma pasa las complicaciones del dogma en solitario, sin embargo la mayor de vez en cuando la acompaña y no come o no desayuna.
Para Kouma no es ningún suplicio: «Llevo mi religión dentro de mi y es algo muy especial. No tengo dinero, no tengo nada pero tengo mi fe», cuenta la mauritana.
Nada más caer el sol, Kouma lo primero que hace es tomar mucha agua y comer dátiles o algo dulce para recuperar las fuerzas después de tantas horas sin alimento ni bebida.
Pero para Kouma lo más difícil de todo no es el ayuno, sino la falta de sus seres queridos en la gran fiesta que todos los musulmanes celebran cuando el Ramadan toca a su fin. «Siempre nos reunimos y comemos juntos», cuenta con cierta nostalgia.
Lo más duro
Modou Seck también comparte la misma opinión que Kouma, aunque no se conocen. Y es que el joven senegalés echa de menos los momentos de celebrar este mes tan especial para ellos con su familia. «Aguantar sin comer es duro, pero ya estamos acostumbrados», cuenta el joven de 35 años que lleva en España casi tres.
Actualmente el senegalés está trabajando en un restaurante de Esteiro donde su jefe y compañeros son respetuosos con su religión y como saben que no puede probar bocado durante el día, le dejan salir un poco antes. «Es cierto que estoy cansado por la falta de alimento, pero no es tan duro, aunque lo es más estando en España que en Senegal», comenta el joven.
Según cuenta el joven musulmán, en los países islámicos los trabajadores cobran una paga extra durante el mes de Ramadan, ya que por las noches comen más que de costumbre y además, suelen ser alimentos más caros. «Es como la Navidad cristiana», asegura Modou que no es capaz de explicar con palabras lo que para ellos significa seguir las exigencias de Mahoma. «Es muy especial».
A Modou le encanta Ferrol, pero lo que más le gusta es conocer gente y las costumbres occidentales. Y es que el joven senegalés es un aventurero que recorre mundo aunque sin dejar de lado sus raíces.
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