sábado, 28 de abril de 2018

Las huellas del Islam en la provincia de Zaragoza

Zaragoza28/04/2018,M. J. Montesinos


 Visitantes bajo los arcos de patio central del palacio de la Aljafería, en Zaragoza. Visitantes bajo los arcos de patio central del palacio de la Aljafería, en Zaragoza.Aránzazu Navarro

Durante los cuatro siglos que dominaron Aragón y los cuatro que permanecieron tras la conquista cristiana, la población musulmana dejó su marca en la cultura y las costumbres, así como en monumentos, castillos, calles y otras construcciones.

Los musulmanes entraron en España en el 711 por Tarifa y en el año 714 ya habían conquistado Zaragoza. Dividieron la península en dos mitades, llamadas marcas. La Marca Superior incluía los distritos de Tortosa, Tarragona, Lérida, Huesca, Calatayud, Tudela y Zaragoza, que era su capital, a la que también denominaban Medina Albaida (la ciudad blanca).

En 1118 Alfonso I entra victorioso en Zaragoza y pronto se desvanece el dominio musulmán del resto de la Marca Superior (manteniéndose en la Inferior, cuyo último vestigio, Granada, caerá en 1492). Quedó, sin embargo, una importante población musulmana que decidió quedarse, conservando su fe, aunque sometidos al mandato de los conquistadores cristianos. Hábiles maestros de obras, eran contratados por los nuevos señores para la construcción de sus edificios y sus templos, dando lugar al arte mudéjar, declarado por la Unesco patrimonio de la Humanidad, y que sería motivo para otro reportaje. Pero tanto en su época de dominadores, como luego mientras permanecieron en el territorio aragonés hasta la expulsión en 1610, dejaron un extenso legado en la cultura y las costumbres y es fácil rastrear su impronta en el lenguaje (mas de 300 palabras de uso cotidiano en Aragón son de origen árabe), la toponimia o la heráldica. Así, el nombre visigodo de Bilbilis Augusta acaba desapareciendo ante el Castillo de Ayud (Calat Ayud), con el que llega hasta nuestros días, -aunque los cristianos siguen identificándose como bilbilitanos y así también ha perdurado hasta la actualidad-. Alberite, el Camino, o Borja, la Torre, son otros ejemplos de esa huella.

Los tesoros ocultos que aguardaban en Sinhaya

Más allá de esta herencia intangible existen vestigios físicos que pueden visitarse de lo que fue el Aragón de la población musulmana. El palacio de la Aljafería de Zaragoza es, sin duda, la joya de este legado islámico. La parte más antigua es la Torre del Trovador (siglo IX) que se incorporó al palacio-fortaleza construido en XI. Se conserva el recinto amurallado y la huella de la época de las taifas en su patio central, bajo el protagonismo de una extensa zona de columnas con arcadas de filigrana decorativa, con un triple acceso al Salón Dorado en la zona norte, y la entrada de la mezquita en la parte sur, donde se conserva íntegro el oratorio. Está abierto a las visitas casi todos los días, con algunas excepciones por ser sede de las Cortes de Aragón.

La belleza del Palacio de la Aljafería, protagonista de cine

Bajo el paseo de la Independencia de Zaragoza se sitúan los restos del arrabal musulmán de Sinhaya, descubiertos en 2011. Dos monolitos a ambos lados del paseo ofrecen una explicación de los restos de su subsuelo, ya que decidieron cubrirse. «Es una pena porque se veían varias calles enteras», lamenta José Luis Corral, profesor de historia medieval y escritor. También se recomienda acercarse a las murallas entre el Mercado Central y el Torreón de la Zuda que, «aunque de origen romano fueron reestructuradas los árabes», señala este experto.


La gran mezquita de Zaragoza se encontraba en lo que ahora es La Seo, siendo su entrada la misma que da paso a la catedral. En su interior «se conserva el hueco con la huella del alminar de la mezquita», dice Corral, si bien en una zona que no es de acceso público. Para algunos estudiosos, el paño mudéjar que da al palacio arzobispal sería en realidad un muro de la mezquita. «Puede verse en una de las piedras una firma en árabe de uno de los alarifes», dice Corral.

En el año 2010 se descubrió en Tauste un cementerio islámico cuyos primeros enterramientos se han situado entre el año 714 y el 780. Esto lo convierte en la necrópolis musulmana más antigua de España, junto con la de Pamplona. La asociación local El Patiaz ha sido la impulsora, junto al Ayuntamiento, de las excavaciones, en las que ha participado el arquitecto técnico Jaime Carbonel, quien defiende el origen también taifal de la torre de la iglesia de Santa María, -tenida por una construcción mudéjar del siglo XIII- ya que sus características apuntarían a que «era el alminar de la mezquita, del siglo XI, alrededor del cual se habría levantado luego la parroquia».

La torre de Longares y la de Santa María de Daroca serían también sendos alminares según el profesor Corral. En Daroca, de fundación islámica, puede rastrearse esta huella en su trazado urbano y en edificios como la Casa de la Cultura, en la calle Mayor, mientras que en el museo Comarcal se conservan las yeserías del castillo musulmán de la localidad. También Calatayud conserva su castillo y una puerta con arco de herradura de entrada al recinto islámico. En Borja o Maluenda pueden verse igualmente restos de murallas y estructuras de sus castillos musulmanes.

Mezquitas

En la provincia de Zaragoza están las dos mezquitas rurales que se conservan en Aragón. En el barrio de Tórtoles, en Tarazona, se ha recuperado este templo, de mediados del XV y declarado Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés. Destaca su techumbre de madera y con ornamento vegetal, animal e inscripciones árabes, que es una de las mejores decoraciones pictóricas de las mezquitas conservadas en España. Cuenta también con mirah y qibla.

La otra se encuentra en Calatorao, donde se descubrieron los vestigios de una mezquita del siglo XV, junto a una madrasa o escuela coránica. Es la sede de la asociación cultural Barbacana, que la abre a las visitas.

En el término municipal de Ateca se encuentra el yacimiento en el que las investigaciones históricas sitúan la batalla de Alcocer, que se narra en el 'Cantar del mio Cid'. A lo largo de 22 episodios, el Cantar relata cómo el Cid derrotó allí en 1081 a 3.000 soldados enviados por el rey musulmán de Valencia. El paraje fue dado a conocer hacia 1980 por los historiadores José Luis Corral y Francisco J. Martínez García. Las excavaciones arqueológicas iniciadas en 2004 ratificaron la existencia de un asentamiento árabe del siglo XI.

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