domingo, 11 de octubre de 2009

Españoles, bilingües y musulmanes

Elda,11/10/09,diarioinformacion.com, POR GERARDO MUÑOZ LORENTE.

El castillo de Elda, en una imagen de archivo JESÚS CRUCES

Reportaje: LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS EN LA PROVINCIA DE ALICANTE (III)

Incluso cuando fueron expulsados de sus tierras y obligados a trasladarse a otros países, los moriscos se sentían nacionales, aunque ellos se decían andalusíes

Entre los cristianos viejos existía la creencia generalizada de que los moriscos eran ricos aunque austeros, ahorradores, acaso avaros, en algunos casos poseedores de riquezas escondidas. Riquezas que amasaban gracias a su forma de vivir, sobria y modesta, a los préstamos y arriendos de los que se beneficiaban y, sobre todo, a la abundancia de mano de obra barata de que disfrutaban merced a los muchos descendientes que tenían.

Este supuesto aumento incontrolado de moriscos era visto con recelo por muchos cristianos viejos, en una época en la que, por el contrario, la población en general de España descendía a causa de las guerras y las epidemias. La miseria crecía alarmantemente, excepto entre los moriscos, pese a que éstos procuraban ocultar sus riquezas, según se pensaba. Y esto les hacía aparecer como seres odiosos ante la mirada de los cristianos viejos más recelosos.

Pero, aunque realmente los moriscos tenían la costumbre de casarse jóvenes y de tener una familia numerosa, lo cierto es que nunca se produjo aquel espectacular aumento de población morisca en el siglo XVI, tal como aseguraban y temían los cristianos viejos. Muy al contrario, el número de cristianos nuevos permaneció estancado durante la segunda mitad de aquel siglo. Sí que hubo una distribución de los mismos en el territorio español, tras la llamada Guerra de las Alpujarras, pero no un incremento. La explicación está en las sucesivas oleadas de moriscos que emigraron al norte de África en aquella época, y de las que hablaremos más adelante.

En cuanto a la supuesta riqueza que poseían en general los moriscos, la realidad era bien distinta. A pesar de que había cristianos nuevos que se dedicaban al comercio y a la artesanía, la inmensa mayoría eran sencillos campesinos, agricultores y ganaderos de escasas tierras y pequeños rebaños, que vivían humildemente, haciendo frente a los impuestos señoriales y soportando la presión del Estado y de la Iglesia para que renunciaran de sus creencias y costumbres ancestrales.

Desde luego había moriscos ricos. Un ejemplo, con nombres y apellidos, lo encontramos en el archivo municipal de Elche, donde se conserva un "Inventario de los bienes de Bernardino Satdini y de Angela Bensuar", fechado el 7 de julio de 1606, y en el que aparecen relacionados todos los bienes de este adinerado matrimonio morisco.

Algunos de estos moriscos eran lo suficientemente pudientes como para prestar dinero a sus vecinos. Según datos oficiales, al producirse la expulsión en 1609 el total de los créditos proporcionados por los moriscos ascendía a 197.679 libras, una cantidad realmente importante para la época, considerando que una libra valenciana tenía entonces el valor adquisitivo de setenta euros actuales, lo que equivaldría a un total de 13.837.530 euros.

Fueron estos moriscos ricos los mismos que pagaron sus propios pasajes y los de sus familiares durante la expulsión, y también de muchos otros menesterosos, de forma voluntaria o coaccionados por las autoridades. No pocos de ellos fueron los mismos que sufrieron el expolio durante su viaje de destierro, tanto en mar como en tierra, tanto en España como en África. Fueron muchos de ellos los mismos que se asentaron en Marruecos, Argelia y Túnez, levantando barrios y ciudades, constituyéndose en elites sociales. Pero junto a esta minoría marcharon moriscos cargados de miseria porque lo único que poseían debieron abandonarlo en sus casas y pueblos. Y éstos últimos eran muchísimos más.

Costumbres

Los moriscos continuaban practicando en la intimidad de sus hogares muchos de los rituales coránicos respecto a la alimentación, ayunos, rezos y abluciones. Ciertamente acostumbraban a casarse muy jóvenes, tal como ha quedado dicho; y si la economía del varón se lo permitía, se esposaba hasta con cuatro mujeres. Así lo denunciaba la Inquisición ante Felipe II en un memorial fechado en 1560: "algunos moriscos se an casado quatro vezes y tienen los maridos vivas las mugeres y ellas tienen aun vivos los maridos".

Si los párrocos insistían mucho, consentían casarse en las iglesias, pero antes realizaban una ceremonia íntima, vinculada con la tradición musulmana y rodeada de un ambiente de fiesta, con guitarras y cantos. En ocasiones, el señor participaba en dichos festejos, pero en general los cristianos viejos rehuian estas fiestas, oficialmente prohibidas. En 1563, Cristóbal Ballester, cristiano viejo de Ondara, fue acusado por el inquisidor ordinario de "cantar canciones moriscas de mahoma" y tocar la guitarra en bodas moriscas, a cambio naturalmente de dinero.

También tenían prohibido los moriscos circuncidar a sus hijos, aunque por supuesto lo hacían en secreto. Hacia 1580, según cuenta el cronista Jaime Bleda, temiendo los moriscos que los cristianos viesen que sus niños estaban circuncisos, retrasaban su circuncisión hasta los siete años, pues hasta esa edad iban sin bragas. Quienes realizaban este servicio eran perseguidos y duramente castigados por el Santo Oficio. En el proceso contra Martín Baroni que instruyó la Inquisición en 1567, puede leerse la confesión de Pedro Taraniz, que cuenta cómo un vecino de Aspe, nacido en la ciudad africana de Tlemecén y con ligeros conocimientos de medicina, se encontró un día con un barbero natural de Elda y vecino de Cocentaina, "y el dicho barbero le dixo a este que se fuesen los dos a curar por esos lugares y asy fueron los dos a tierras de Albayda", donde circuncidaron a niños de dos o tres meses a cambio de un real por servicio. En el proceso también se descubre que el hermano del barbero eldense se dedica al mismo oficio en su ciudad natal (pues pertenecían a una dinastía de barberos-retajadores) y que circuncidaba niños moriscos en Elda, Aspe, Novelda y Crevillent.

Muy arraigada era la costumbre entre los moriscos de amortajar a sus difuntos envolviéndolos en un sudario antes de enterrarlos. Cuando había peligro de delación, ocultaban el sudario bajo la ropa del finado.

Les daban sepultura en tierra virgen, por lo que en 1528 solicitaron, a través de sus representantes, que allí donde convivían con cristianos viejos, se les permitiera disponer de sus propios cementerios. Quedaron parcialmente satisfechos cuando se les respondió que tales cementerios podían situarse en los aledaños de las antiguas mezquitas, convertidas en iglesias, sin que pudiera impedirse a los cristianos viejos recibir allí sepultura, si así lo deseaban. Pero en 1591 cambió radicalmente la situación al ordenarse que los moriscos fuesen enterrados, como los cristianos viejos, en el interior de las iglesias.

Aterrados, los síndicos de las aljamas llegaron a ofrecer más de treinta mil ducados para que el rey o el Papa les autorizaran a enterrar a sus muertos en cualquier otro lugar, aunque fuese en los muladares, pero su propuesta no fue aceptada. Naturalmente, allá donde podían, siguieron sepultando a sus difuntos en tierra virgen, alejados de los templos cristianos.

Bilingües

Además de una doble personalidad religiosa, los moriscos tenían una doble personalidad civil: aunque bautizados con nombres cristianos, conservaban y usaban entre ellos sus nombres arábigos.

Del mismo modo, los moriscos empleaban la algarabía o árabe hispanizado para hablar entre ellos, reservando el valenciano para comunicarse con los cristianos viejos. Tras la Reconquista, los mudéjares aprendieron la lengua romance poco a poco. El proceso de aprendizaje fue más lento en las montañas que en la costa, en el campo que en la ciudad, entre las mujeres que entre los hombres, pero a finales del siglo XVI prácticamente la totalidad de los moriscos eran bilingües, si bien su lengua propia, la que usaban espontáneamente, era el árabe. Así ocurría incluso entre los tagarinos ("fronterizos" en árabe), que era como llamaban a los moriscos que se criaban entre los cristianos viejos, por lo bien que hablaban ambas lenguas.

En 1609, una tercera parte de los valencianos eran moriscos. Desde hacía casi un siglo eran cristianos de nombre, pero musulmanes de corazón. Tenían ciertas costumbres distintas de los cristianos viejos, pero deseaban ser respetados y convivir pacíficamente con ellos. Hablaban árabe, pero también valenciano. Y eran, y se sentían, españoles. Incluso cuando fueron expulsados de sus tierras y se vieron obligados a trasladarse a otros países, a otro continente, siguieron sintiéndose españoles, aunque ellos se decían andalusíes.

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