La sentencia, dictada en Grenoble, podría tener un efecto multiplicador en todos los centros penitenciarios del país
Libertad religiosa o sentido común. Los analistas franceses debaten esta cuestión -en un país abonado a una eterna polémica entre laicidad o laicismo- tras la sentencia de un tribunal administrativo de Grenoble, que ha ordenado a la prisión de Saint-Quentin-Fallavier que sirva a sus detenidos musulmanes comida “halal”, la dieta elaborada según las estrictas prescripciones religiosas mahometanas. La decisión judicial sienta un precedente en Francia, y según los expertos podría precipitar una oleada de demandas similares en el resto de cárceles del país, donde un porcentaje no pequeño de presos son musulmanes.
El tribunal de Grenoble aceptó en su día la demanda de un presidiario, que exigió la oferta de comida “halal” en la dieta de la prisión tras invocar la libertad religiosa. Sus abogados lograron convencer al juez de que ésa es la situación que ya contempla el estado francés “para otros usuarios de servicios públicos que no tienen otra salida”. Se cita -a modo de ejemplo- el ejército, donde los capellanes tanto musulmanes como judíos velan porque los militares de esas religiones tengan comida “halal” o “kasher” cuando están fuera de sus hogares. El tribunal de Grenoble cree que introducir una variante acorde con la Sharía en el menú de los presos “no supondrá un sobrecoste prohibitivo” para el presupuesto de la prisión.
A la carta
¿Se podría aplicar también el precedente de las prisiones a los colegios públicos franceses? Los defensores del “halal” en las cárceles no creen que el caso sea extrapolable a las escuelas y liceos, porque los padres musulmanes siempre pueden cambiar de centro escolar para sus hijos; o porque en muchos casos los colegios ofrecen un menú alternativo que no contiene cerdo, ni comidas o aditamentos prohibidos por la Sharía.
Un experto citado por “Le Figaro”, Fashad Khosrokhavar, señala, no obstante, que los argumentos dados por el tribunal administrativo de Grenoble “son artificiales: los presos siempre pueden comprar productos ‘halal’ en la tienda de la cárcel, y casi siempre pueden cocinarlos en sus celdas”. “Las cárceles son pobres, y no tiene sentido ocasionar ahora, en plena política de recortes sociales, un plan de costes adicionales”, añade.
En la actualidad, los centros penitenciarios franceses ofrecen tres tipos de comida: la normal, la que no contiene cerdo (apta para musulmanes y judíos practicantes) y la vegetariana, aunque no existe ningún tipo de dieta estrictamente "halal".
La antropóloga Dounia Bouzar, citada por "Le Figaro", apunta a otro efecto perverso de la dinámica que trata de iniciar el tribunal de Grenoble. “La prisión es un lugar donde los detenidos sufren multitud de presiones; si se introduce la comida ‘halal’ muchos presos musulmanes pueden verse obligados por los cabecillas islamistas a seguir las prescripciones religiosas”.
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