jueves, 1 de noviembre de 2012

"Merece la pena la visita"

León,01/11/2012, leonoticias.com, J.C.


El cementerio de León esconde mausoleos, homenajes a los 'nacionales' caídos en la Guerra Civil, la memoria de los represaliados y un camposanto musulmán. Al otro lado de los muros del cementerio de León se esconde la historia de la ciudad. Mosaicos de Venecia y azulejos servillanos que dan forma a mausoleos, la memoria de Julio del Campo, un bosque lleno de almas, y un espacio para quienes necesitan un campo santo no católico, sino musulman, se dejan ver en este recinto.

"Es un reflejo de la sociedad misma", sentencia Antonio Álvarez, responsable del cementerio leonés. Muy lejos queda aquel primer camposanto de 1833 y los enterramientos que se sucedían en el Hospital de San Antonio Abad, San Marcos, el Hospicio o el entonces reducidísimo cementerio común. "Este cementerio se abrió en febrero de 1932 y hasta aquí se trasladaron los restos del viejo cementerio", recuerda. En su interior esconde desde las más humildes unidades de enterramientos a auténticos mausoleos.

"La fisonomía del propio cementerio va cambiando con el paso del tiempo. Antes apenas había incineraciones y hoy estamos hablando de que los funerales son mitad y mitad", se advierte.De ahí que en su seno acoja un 'bosque de las almas' en el que perviven con forma de árbol la memoria de las personas incineradas.

Parcela musulmana

No es el único punto singular. León cuenta con la única parcela musulmana, un espacio para el culto de quienes profesan esa religión. En este lugar fueron sepultados, entre 1936 y 1939, un total de 57 soldados de los diferentes Tabores que Franco trajo a España para luchar en la Guerra Civil. Otros seis, según un documento del Archivo Municipal de León, fueron inhumados en el cementerio civil.

"La existencia de esos restos es segura porque se han localizado al realizar otros entrerramientos, pero no se conoce exactamente la localización. Hoy los funerales musulmanes que se realizan son principalmente de niños fallecidos", concluye Antonio Álvarez.


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