Bangkok,28/10/2012,(EFE).
Un hombre camina delante de unos escudos policiales en Aung Mingalar, Sittwe, en el oeste de Birmania, donde se están registrando graves enfrentamientos entre musulmanes y budistas. EFE
El secretario general de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Surin Pitsuwan, reclamó hoy la atención internacional en el rebrote de violencia entre musulmanes y budistas en el oeste de Birmania que ha causado más de 150 víctimas mortales desde el pasado junio.
"Si la situación se sigue deteriorando existe el riesgo de radicalización de la población Rohingya. Y esto no será bueno para nadie", apuntó Surin en una entrevista con el diario "Bangkok Post" sobre la población musulmana del noroeste de Birmana.
"¿Puedes imaginar que el estrecho de Malacca se convierta en una zona de violencia como las aguas de Somalia? Esto podría en peligro la seguridad económica del Este y Sudeste de Asia", indicó el mandatario de la ASEAN al pedir al Gobierno Birmano un mayor esfuerzo por calmar y controlar la región.
Desde que el pasado domingo la violencia entre ambas comunidades se encendiera de nuevo al menos 67 personas han perdido la vida y miles se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
No obstante, el difícil acceso para los medios independientes al Estado Rakhine, donde se producen estos enfrentamientos, y el férreo control de las informaciones por parte de las autoridades hacen que la cifra de víctimas mortales sea cambiante.
La organización Human Right Watch publicó ayer una fotografía satélite donde se apreciaba como el barrio musulmán de la ciudad de Kyaukpyu, en el estado Rakhine, era reducido a cenizas durante estos nuevos enfrentamientos.
"El conflicto ha sido presentado como un tema islamista cuando no lo es. Los enfrentamientos son debido a la política, democracia, derechos humanos y temas constitucionales que tienen una implicación directa con la reforma política y el proceso de reconciliación nacional que se está dando en Birmania", declaró el mandatario de la ASEAN.
En un intento de evitar que se produzcan nuevos enfrentamientos entre la población musulmana y la budista, las autoridades mantienen el toque de queda en las aldeas de Mrauk U y Minbya, los dos lugares en los que comenzó la violencia que luego se extendió a otras localidades.
El Gobierno dio la orden hace dos días de enviar tropas de refuerzo a la región, en la que la ola de violencia que se desató el pasado 28 de mayo causó 88 muertos, la mayoría musulmanes de la etnia rohingya.
El detonante de aquella primera ola de violencia, durante la que también fueron destruidas 2.230 casas y unas 100.000 huyeron de las aldeas, fue el hallazgo del cadáver de una mujer budista violada y asesinada por tres musulmanes
Unos 800.000 musulmanes de la etnia rohingya habitan en Birmania, la mayoría en Rakhine, aunque las autoridades de este país de mayoría budista no les reconocen la ciudadanía y mantienen que proceden de la vecina Bangladesh.
Esta comunidad apátrida tampoco es reconocida en Bangladesh, donde unos 300.000 rohingya se encuentran hacinados en campos de refugiados.
Un hombre camina delante de unos escudos policiales en Aung Mingalar, Sittwe, en el oeste de Birmania, donde se están registrando graves enfrentamientos entre musulmanes y budistas. EFE
El secretario general de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Surin Pitsuwan, reclamó hoy la atención internacional en el rebrote de violencia entre musulmanes y budistas en el oeste de Birmania que ha causado más de 150 víctimas mortales desde el pasado junio.
"Si la situación se sigue deteriorando existe el riesgo de radicalización de la población Rohingya. Y esto no será bueno para nadie", apuntó Surin en una entrevista con el diario "Bangkok Post" sobre la población musulmana del noroeste de Birmana.
"¿Puedes imaginar que el estrecho de Malacca se convierta en una zona de violencia como las aguas de Somalia? Esto podría en peligro la seguridad económica del Este y Sudeste de Asia", indicó el mandatario de la ASEAN al pedir al Gobierno Birmano un mayor esfuerzo por calmar y controlar la región.
Desde que el pasado domingo la violencia entre ambas comunidades se encendiera de nuevo al menos 67 personas han perdido la vida y miles se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
No obstante, el difícil acceso para los medios independientes al Estado Rakhine, donde se producen estos enfrentamientos, y el férreo control de las informaciones por parte de las autoridades hacen que la cifra de víctimas mortales sea cambiante.
La organización Human Right Watch publicó ayer una fotografía satélite donde se apreciaba como el barrio musulmán de la ciudad de Kyaukpyu, en el estado Rakhine, era reducido a cenizas durante estos nuevos enfrentamientos.
"El conflicto ha sido presentado como un tema islamista cuando no lo es. Los enfrentamientos son debido a la política, democracia, derechos humanos y temas constitucionales que tienen una implicación directa con la reforma política y el proceso de reconciliación nacional que se está dando en Birmania", declaró el mandatario de la ASEAN.
En un intento de evitar que se produzcan nuevos enfrentamientos entre la población musulmana y la budista, las autoridades mantienen el toque de queda en las aldeas de Mrauk U y Minbya, los dos lugares en los que comenzó la violencia que luego se extendió a otras localidades.
El Gobierno dio la orden hace dos días de enviar tropas de refuerzo a la región, en la que la ola de violencia que se desató el pasado 28 de mayo causó 88 muertos, la mayoría musulmanes de la etnia rohingya.
El detonante de aquella primera ola de violencia, durante la que también fueron destruidas 2.230 casas y unas 100.000 huyeron de las aldeas, fue el hallazgo del cadáver de una mujer budista violada y asesinada por tres musulmanes
Unos 800.000 musulmanes de la etnia rohingya habitan en Birmania, la mayoría en Rakhine, aunque las autoridades de este país de mayoría budista no les reconocen la ciudadanía y mantienen que proceden de la vecina Bangladesh.
Esta comunidad apátrida tampoco es reconocida en Bangladesh, donde unos 300.000 rohingya se encuentran hacinados en campos de refugiados.
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