Anders Behring Breivik, saludando en el tribunal de Oslo. / EFE
Comenzó el lunes el juicio contra el "asesino de Oslo" por la muerte de 77 personas.
Anders Behring Breivik, el hombre que el pasado 22 de julio cometió la mayor masacre en la historia de Noruega desde la Segunda Guerra Mundial, al detonar un carro bomba en el centro de Oslo y posteriormente disparar indiscriminadamente en el campamento de verano de las Juventudes Laboristas en la isla de Utøya, dejando 77 muertos, empezó a comparecer ayer frente a un tribunal de la capital noruega. Aunque reconoció su autoría en los ataques, no aceptó su culpabilidad.
Lo primero que hizo Breivik cuando le quitaron las esposas fue saludar al público asistente al juicio, en el que se encontraban familiares de las víctimas, extendiendo el brazo con el puño cerrado —el saludo de la extrema derecha, que para él representa “la fuerza, el honor y el desafío a los tiranos marxistas en Europa”—. Para este islamófobo y cristiano fundamentalista de 33 años, lo que hizo no sólo fue una acción en defensa propia, sino un favor a Noruega.
El segundo gesto de Breivik fue desconocer la autoridad del tribunal, “porque ha recibido su mandato de partidos políticos que apoyan el multiculturalismo”. El asesino de Oslo, llamado neonazi por algunos, permaneció inmutable mientras se leía la acusación en su contra y no se levantó, como ordena el protocolo, cuando los magistrados ingresaron a la sala.
Al preguntársele sobre su profesión, Breivik se declaró “escritor”, pues antes de perpetrar la masacre publicó un manifiesto de 1.500 páginas titulado 2083: Una declaración de independencia europea, en el que asegura ser parte de un pequeño grupo que pretende tomar el control de los países del occidente de Europa e implementar allí una agenda cultural y política conservadora.
Ahora está en manos de los jueces decidir si el asesino de Oslo es un enfermo mental, y por tanto debería ser recluido en un centro psiquiátrico, o si actuó en plena posesión de sus sentidos, por lo que podría enfrentar una pena prorrogable de 21 años de prisión —la máxima condena en Noruega—. El último informe psiquiátrico dice que Breivik actuó a conciencia y por lo tanto debe ir a prisión.
Geir Lippestad, abogado de Breivik, insistió en que la defensa pedirá que sea considerado penalmente responsable. Los jueces tendrán diez semanas para emitir el fallo final.
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