Trabajadoras de la fábrica envuelven y empaquetan los jabones de Alepo que elaboran con métodos artesanales./R. C.
Letizia Buzón da trabajo a refugiados sirios en la fábrica que ha abierto en Turquía para elaborar las pastillas de aceites de laurel y oliva con las que Cleopatra cuidó su piel hace 2.000 años. «Es el olor a su país, a su historia, a sus raíces», dice la empresaria.
Las bombas que aquel día cayeron sobre la ciudad siria de Alepo destruyeron su clínica e hicieron añicos años de trabajo. En cuestión de segundos, el proyecto de vida de la doctora Ilhas saltaba por los aires. Cuando llegó a casa, solo pudo decir apresuradamente a sus cuatro hijos que cogieran sus mochilas del colegio y que metieran en ellas lo más importante; solo aquello que querían conservar porque jamás regresarían a su hogar.
Huían con lo puesto. Emprendían un viaje sin fecha de vuelta. Tardaron tres días en recorrer los 50 kilómetros que separan Alepo de la frontera turca. Empezaban de cero en un piso de 19 metros cuadrados, sin trabajo, sin arraigo, sin nada. Así, durante un año, hasta que la doctora fue contratada por una ONG y un proyecto empresarial se cruzó en el camino de su marido, Ali, quien participó en el diseño de una marca de jabón de Alepo con un nombre español: Letizia Buzón. Ese fue su salvavidas.
La historia de Ilhas, Ali y sus hijos es una más entre las miles que ha dejado la guerra en Siria en los ocho años de conflicto. La mayoría de los que salieron con lo puesto pusieron rumbo a Turquía, donde actualmente hay más de cuatro millones de refugiados sirios. Solamente en la región fronteriza entre ambos países vive millón y medio. Por eso, la marca de cosméticos decidió hace un año instalarse en la zona y abrir la primera fábrica española en la localidad turca de Gaziantep, justo a 54 kilómetros de Alepo.
¿El objetivo? Dar a estos desplazados una oportunidad para valerse por ellos mismos y lograr su rápida integración en el país de acogida, y recuperar la elaboración a mano del milenario jabón de Alepo, muy apreciado por sus propiedades dermatológicas y por las reminiscencias culturales que tiene para la población siria. «Para ellos, es el olor a su país, a su historia, a sus raíces», cuenta a este periódico Letizia Buzón (Madrid, 1976), quien quedó «impactada» tras visitar a algunas familias de refugiados que, con enormes dificultades, seguían haciendo el jabón de Alepo en sus paupérrimos hogares situados en los límites con su país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario