En la mezquita de Ponce de León se imparten, además, clases de árabe
Sevilla, 26 de agosto de 2007, ABC.es, POR ÁNGELA RODRÍGUEZ,
Cuando Mahmoud llegó a Sevilla tenía 25 años, había estudiado una carrera en Damasco, su país, y la guerra lo obligó a emigrar. Ahora, 40 años después se ha convertido en uno de los padres de la más reciente y viva herencia árabe de la capital hispalense. Sevilla cuenta hoy día con un importante número de «hijos de la inmigración árabe» niños y adultos que en España viven la religión de sus padres y la hacen propia.
Jalil Abouchaaer, al contrario de lo que pueda parecer por su nombre nació en el Hospital Universitario Virgen Macarena, tiene 26 años y es «musulmán y sevillano».
Historias del Corán
«Mi padre desde que era un bebé me habló en árabe y me contó historias del Corán» ahora Jalil comparte su religión con la cultura sevillana en la que se ha criado. «Nunca me he sentido diferente, sino especial».
Pero, todos coinciden en asegurar que no resulta fácil compaginar los preceptos musulmanes con las costumbres sevillanas. Muhammad asegura que «nacer aquí ha complicado, sin duda, llevar a cabo mi religión» pero coincide con Jalil en que «querer es poder» y «si verdaderamente se es musulmán no cuesta tanto cumplir».
Los principales problemas con los que se encuentran estos jóvenes es convivir con costumbres propias de la ciudad, el mero hecho de acudir a un bar implica encontrar una carta repleta de platos que contienen cerdo o grasa de este animal, además del alcohol y las fiestas populares como la Semana Santa o la Feria de Abril que se enfrentan a dos de los pilares del Islam: adoración a imágenes y consumo de alcohol.
«No es sólo en los bares, cuando voy al supermercado tengo que leerme los ingredientes de todas las comidas, el cerdo está en todas partes» afirma Jalil a la par que sonríe.
Aún hoy día, a pesar de que España y en particular Sevilla, se han convertido en un mosaico de culturas es fácil sorprender a alguien al decir que se es musulmán. Aunque ser cristiano no decanta una nacionalidad, ser musulmán, implica, para determinadas personas, pertenecer a un país concreto. «No he tenido problemas jamás por mi religión pero la gente se ríe cuando haces Ramadán o cuando dices que no a un plato de jamón», asegura Amir, hijo de un marroquí asentado en la capital.
Safá tiene 26 años, sus padres son sirios, «decidí ser musulmana porque nací en esta familia y mis padres me lo han inculcado».
Esta joven estudiante de Enfermería reconoce las dificultades que plantea cumplir todos los preceptos del Islam además, algo desconcertada explica a ABC como se sufre, especialmente una mujer por el hecho de llevar pañuelo, el desconocimiento de la sociedad, «lo llevé durante tres años, de los 13 a los 17 y recibí una paliza durante un concierto. Mis amigos me comprendían pero la gente de alrededor me miraba extrañada e incluso me insultaban».
Miedo a lo desconocido
Jalil asegura que «la inmigración y algunos medios de comunicación dan una imagen del mundo árabe que provoca rechazo» y añade, «ni siquiera tenemos una mezquita importante, aunque sea por la historia de nuestra ciudad, o por los musulmanes del presente».
Estos jóvenes, criados en la cultura occidental e influenciados por su país de origen no se sienten diferentes y están seguros de que «con los años las cosas irán cambiando», «lo desconocido da miedo» declara Safá, «cuando alguien nos conoce y convive con nosotros su opinión cambia».
El problema está en que a la gente le «suena raro», añade, que «llevemos a rajatabla la religión y nos hayamos quedado estáticos en el tiempo, no hemos cambiado como los cristianos, por ejemplo».
Asimismo, Bashar advierte que «la generalización es uno de los principales problemas que sufrimos los musulmanes» y asegura que «estamos todos dentro del estereotipo del ´moro´ hayamos nacido donde hayamos nacido».
Terrorismo e Islam
El terrorismo lleva años perjudicando al total de musulmanes, algo que también afecta a estos jóvenes sevillanos.
Cambiando el semblante Safá, contundente, afirma «ni todos los musulmanes somos terroristas ni todos los españoles somos etarras ¿no?». Por su parte Bashar prefiere guardar silencio asegurando que «eso me queda tan lejos y me parece tan absurdo que prefiero ni nombrarlo». Jalil, sin embargo, declara que «la comunidad internacional debería intervenir para que deje de ser una excusa para crear islamofobia en el mundo».
Musulmanes «modernos»
Estos jóvenes y niños sevillanos están creando en la ciudad una generación de «musulmanes modernos» que se aleja de la idiosincracia que siempre les ha precedido y que aúna la sevillanía y el Islam.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Sevilla, 26 de agosto de 2007, ABC.es, POR ÁNGELA RODRÍGUEZ,
Cuando Mahmoud llegó a Sevilla tenía 25 años, había estudiado una carrera en Damasco, su país, y la guerra lo obligó a emigrar. Ahora, 40 años después se ha convertido en uno de los padres de la más reciente y viva herencia árabe de la capital hispalense. Sevilla cuenta hoy día con un importante número de «hijos de la inmigración árabe» niños y adultos que en España viven la religión de sus padres y la hacen propia.
Jalil Abouchaaer, al contrario de lo que pueda parecer por su nombre nació en el Hospital Universitario Virgen Macarena, tiene 26 años y es «musulmán y sevillano».
Historias del Corán
«Mi padre desde que era un bebé me habló en árabe y me contó historias del Corán» ahora Jalil comparte su religión con la cultura sevillana en la que se ha criado. «Nunca me he sentido diferente, sino especial».
Pero, todos coinciden en asegurar que no resulta fácil compaginar los preceptos musulmanes con las costumbres sevillanas. Muhammad asegura que «nacer aquí ha complicado, sin duda, llevar a cabo mi religión» pero coincide con Jalil en que «querer es poder» y «si verdaderamente se es musulmán no cuesta tanto cumplir».
Los principales problemas con los que se encuentran estos jóvenes es convivir con costumbres propias de la ciudad, el mero hecho de acudir a un bar implica encontrar una carta repleta de platos que contienen cerdo o grasa de este animal, además del alcohol y las fiestas populares como la Semana Santa o la Feria de Abril que se enfrentan a dos de los pilares del Islam: adoración a imágenes y consumo de alcohol.
«No es sólo en los bares, cuando voy al supermercado tengo que leerme los ingredientes de todas las comidas, el cerdo está en todas partes» afirma Jalil a la par que sonríe.
Aún hoy día, a pesar de que España y en particular Sevilla, se han convertido en un mosaico de culturas es fácil sorprender a alguien al decir que se es musulmán. Aunque ser cristiano no decanta una nacionalidad, ser musulmán, implica, para determinadas personas, pertenecer a un país concreto. «No he tenido problemas jamás por mi religión pero la gente se ríe cuando haces Ramadán o cuando dices que no a un plato de jamón», asegura Amir, hijo de un marroquí asentado en la capital.
Safá tiene 26 años, sus padres son sirios, «decidí ser musulmana porque nací en esta familia y mis padres me lo han inculcado».
Esta joven estudiante de Enfermería reconoce las dificultades que plantea cumplir todos los preceptos del Islam además, algo desconcertada explica a ABC como se sufre, especialmente una mujer por el hecho de llevar pañuelo, el desconocimiento de la sociedad, «lo llevé durante tres años, de los 13 a los 17 y recibí una paliza durante un concierto. Mis amigos me comprendían pero la gente de alrededor me miraba extrañada e incluso me insultaban».
Miedo a lo desconocido
Jalil asegura que «la inmigración y algunos medios de comunicación dan una imagen del mundo árabe que provoca rechazo» y añade, «ni siquiera tenemos una mezquita importante, aunque sea por la historia de nuestra ciudad, o por los musulmanes del presente».
Estos jóvenes, criados en la cultura occidental e influenciados por su país de origen no se sienten diferentes y están seguros de que «con los años las cosas irán cambiando», «lo desconocido da miedo» declara Safá, «cuando alguien nos conoce y convive con nosotros su opinión cambia».
El problema está en que a la gente le «suena raro», añade, que «llevemos a rajatabla la religión y nos hayamos quedado estáticos en el tiempo, no hemos cambiado como los cristianos, por ejemplo».
Asimismo, Bashar advierte que «la generalización es uno de los principales problemas que sufrimos los musulmanes» y asegura que «estamos todos dentro del estereotipo del ´moro´ hayamos nacido donde hayamos nacido».
Terrorismo e Islam
El terrorismo lleva años perjudicando al total de musulmanes, algo que también afecta a estos jóvenes sevillanos.
Cambiando el semblante Safá, contundente, afirma «ni todos los musulmanes somos terroristas ni todos los españoles somos etarras ¿no?». Por su parte Bashar prefiere guardar silencio asegurando que «eso me queda tan lejos y me parece tan absurdo que prefiero ni nombrarlo». Jalil, sin embargo, declara que «la comunidad internacional debería intervenir para que deje de ser una excusa para crear islamofobia en el mundo».
Musulmanes «modernos»
Estos jóvenes y niños sevillanos están creando en la ciudad una generación de «musulmanes modernos» que se aleja de la idiosincracia que siempre les ha precedido y que aúna la sevillanía y el Islam.
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