PARÍS,31/10/2012,elperiodico.com, ELIANNE ROS
Una mujer musulmana ofrece pasteles a los visitantes de una mezquita en Lille, el pasado día 13. AFP / PHILIPPE HUGUEN
Un sondeo revela que la opinión pública se radicaliza ante el peso de la fe islámica
El 43% considera a los musulmanes una amenaza para la «identidad» del país
El pasado fin de semana unos 200 militantes de extrema derecha ocuparon las obras de la futura mezquita de Poitiers (centro de Francia), para protestar contra la construcción de minaretes en el país. «Charles Martel venció a los árabes en el 732», rezaba la pancarta del grupo -cuatro de ellos han sido imputados por incitación al odio- denominado Generación Identitaria. Episodios de intolerancia como este se producen de forma aislada, pero son el reflejo del rechazo hacia el islam que se incuba en la sociedad francesa. Según una encuesta del instituto Ifop para el diario Le Figaro, el 60% de los ciudadanos juzgan «demasiado importante» la influencia y la visibilidad del islam en Francia.
El sondeo ilustra en cifras el fenómeno de la creciente radicalización de la opinión pública, que hasta hace poco se mostraba bastante tolerante con la religión musulmana. El 43% de los encuestados creen que la presencia de la comunidad musulmana en Francia constituye «una amenaza para la identidad» del país. Tan solo el 17% la ve como «un factor de enriquecimiento cultural». En cambio, el 67% opina que los ciudadanos de origen musulmán no están bien integrados.
Los signos más visibles de la presencia del islam son vistos cada vez con más reticencia. El 43% se opone a la edificación de mezquitas mientras que el 18% está a favor. Este porcentaje aumenta considerablemente cuando se trata del velo o del pañuelo que utilizan muchas creyentes musulmanas para cubrirse la cabeza. El 63% se proclama contrario al uso de estas prendas en la calle. Los partidarios se reducen al 7%.
ENDURECIMIENTO / «Nuestro sondeo muestra un endurecimiento de los franceses ante esta religión y una percepción cada vez más negativa del islam, incluso si una proporción no despreciable continúa declarándose indiferente a la cuestión», explica Jerôme Fourquet, director del departamento de opinión de Ifop. A su juicio, en esta tendencia influye el hecho de que «no pasa una semana sin que el islam esté en el corazón de la actualidad, por cuestiones de sociedad, sea el velo o la comida halal, o temas relacionados con el terrorismo».
Coincidiendo con las vísperas de la gran celebración musulmana del año, el Aïd, fiesta del sacrificio, la encuesta revela que el 28% de los franceses identifica el islam con el rechazo de los valores occidentales, el 19% con el fanatismo, el 18% con la sumisión, el 9% con la tolerancia y el 8% con la violencia. «Las polémicas sobre la comida halal -sacrificada según los preceptos del Corán- tienen más efecto que cualquier discurso político», analiza Fourquet en alusión a debates como el suscitado por la utilización del ritual musulmán en la gran mayoría de los mataderos de la región de París.
INSTRUMENTALIZACIÓN
Se trata de una cuestión instrumentalizada sobre todo por la ultraderecha, pero también por el sector más derechista de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el partido de Nicolas Sarkozy. «El islam se ha convertido en un sujeto político», se lamenta Mohammed Moussaoui, presidente del Consejo francés del culto musulmán. Un proceso acentuado por el expresidente en la campaña electoral que ha encontrado el relevo perfecto en Jean François Copé, actual presidente de la UMP, puesto que le disputa el exprimer ministro, François Fillon.
En plena carrera por la sucesión del liderazgo de Sarkozy al frente de la familia conservadora -anoche se celebró el primer debate entre los aspirantes a la plaza en el congreso de noviembre, Copé no duda en recurrir al populismo. Su alusión al niño de un barrio inmigrante al que sus compañeros le arrebataron la merienda para obligarle a respetar el ayuno de los musulmanes durante el ramadán ha levantado mucha polvareda. Aunque Fillon, más moderado, es el favorito en los sondeos, Copé sabe que cada vez más militantes vibran con su discurso.
Una mujer musulmana ofrece pasteles a los visitantes de una mezquita en Lille, el pasado día 13. AFP / PHILIPPE HUGUEN
Un sondeo revela que la opinión pública se radicaliza ante el peso de la fe islámica
El 43% considera a los musulmanes una amenaza para la «identidad» del país
El pasado fin de semana unos 200 militantes de extrema derecha ocuparon las obras de la futura mezquita de Poitiers (centro de Francia), para protestar contra la construcción de minaretes en el país. «Charles Martel venció a los árabes en el 732», rezaba la pancarta del grupo -cuatro de ellos han sido imputados por incitación al odio- denominado Generación Identitaria. Episodios de intolerancia como este se producen de forma aislada, pero son el reflejo del rechazo hacia el islam que se incuba en la sociedad francesa. Según una encuesta del instituto Ifop para el diario Le Figaro, el 60% de los ciudadanos juzgan «demasiado importante» la influencia y la visibilidad del islam en Francia.
El sondeo ilustra en cifras el fenómeno de la creciente radicalización de la opinión pública, que hasta hace poco se mostraba bastante tolerante con la religión musulmana. El 43% de los encuestados creen que la presencia de la comunidad musulmana en Francia constituye «una amenaza para la identidad» del país. Tan solo el 17% la ve como «un factor de enriquecimiento cultural». En cambio, el 67% opina que los ciudadanos de origen musulmán no están bien integrados.
Los signos más visibles de la presencia del islam son vistos cada vez con más reticencia. El 43% se opone a la edificación de mezquitas mientras que el 18% está a favor. Este porcentaje aumenta considerablemente cuando se trata del velo o del pañuelo que utilizan muchas creyentes musulmanas para cubrirse la cabeza. El 63% se proclama contrario al uso de estas prendas en la calle. Los partidarios se reducen al 7%.
ENDURECIMIENTO / «Nuestro sondeo muestra un endurecimiento de los franceses ante esta religión y una percepción cada vez más negativa del islam, incluso si una proporción no despreciable continúa declarándose indiferente a la cuestión», explica Jerôme Fourquet, director del departamento de opinión de Ifop. A su juicio, en esta tendencia influye el hecho de que «no pasa una semana sin que el islam esté en el corazón de la actualidad, por cuestiones de sociedad, sea el velo o la comida halal, o temas relacionados con el terrorismo».
Coincidiendo con las vísperas de la gran celebración musulmana del año, el Aïd, fiesta del sacrificio, la encuesta revela que el 28% de los franceses identifica el islam con el rechazo de los valores occidentales, el 19% con el fanatismo, el 18% con la sumisión, el 9% con la tolerancia y el 8% con la violencia. «Las polémicas sobre la comida halal -sacrificada según los preceptos del Corán- tienen más efecto que cualquier discurso político», analiza Fourquet en alusión a debates como el suscitado por la utilización del ritual musulmán en la gran mayoría de los mataderos de la región de París.
INSTRUMENTALIZACIÓN
Se trata de una cuestión instrumentalizada sobre todo por la ultraderecha, pero también por el sector más derechista de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el partido de Nicolas Sarkozy. «El islam se ha convertido en un sujeto político», se lamenta Mohammed Moussaoui, presidente del Consejo francés del culto musulmán. Un proceso acentuado por el expresidente en la campaña electoral que ha encontrado el relevo perfecto en Jean François Copé, actual presidente de la UMP, puesto que le disputa el exprimer ministro, François Fillon.
En plena carrera por la sucesión del liderazgo de Sarkozy al frente de la familia conservadora -anoche se celebró el primer debate entre los aspirantes a la plaza en el congreso de noviembre, Copé no duda en recurrir al populismo. Su alusión al niño de un barrio inmigrante al que sus compañeros le arrebataron la merienda para obligarle a respetar el ayuno de los musulmanes durante el ramadán ha levantado mucha polvareda. Aunque Fillon, más moderado, es el favorito en los sondeos, Copé sabe que cada vez más militantes vibran con su discurso.