Un fiel ante la mezquita de Al-Nour de Christchurch, el 13 de marzo de 2020 AFP
Un año después de los ataques en dos mezquitas de la ciudad de Christchurch perpetrados por un supremacista blanco australiano, la comunidad musulmana de Nueva Zelanda se siente amenazada y cree que la solidaridad nacional provocada por la tragedia se ha esfumado.
El día después de los ataques del 15 de marzo, en los que fallecieron 51 personas, la comunidad musulmana tenía la "impresión de que toda la población de Nueva Zelanda estaba junto a ellos", dice Aliya Danzeisen, portavoz de la comunidad.
Pero ahora "no nos sentimos seguros", explica Danzeisen, un año después de que estos atentados sacudieran esta nación con reputación de ser un lugar tranquilo y hospitalario.
El malestar persiste entre la comunidad musulmana, objeto hasta hoy de amenazas y críticas, según esta responsable.
La primera ministra, Jacinda Ardern, que fue elogiada por el mundo por la manera de gestionar esta crisis, reconoció el viernes que quedaba "mucho por hacer" para combatir a los supremacistas blancos.
Las musulmanas que usan velo son a menudo tomadas como blanco porque se piensa "que son vulnerables y que no pueden defenderse", explica Anjum Rahman, confundadora del consejo de mujeres musulmanas de Nueva Zelanda,
El gobierno neozelandés reaccionó rápidamente ante esta masacre. Se endureció la ley de tenencia de armas, Ardern lanzó una campaña de lucha contra los contenidos extremistas en internet y se abrió una investigación judicial para saber qué podría haberse hecho para impedir estos ataques.
Danzeisen, exabogada estadounidense instalada desde hace 14 años en Nueva Zelanda, estima que el apoyo dado a los musulmanes el día después del tiroteo "sorprendió a los movimientos supremacistas".
- "Un problema mundial" -
"Esto hizo que se volvieran más desconfiados, más virulentos y sobre todo mas fuertes", dice a la AFP.
En una amenaza recibida recientemente por el consejo de mujeres musulmanas de Nueva Zelanda, "dicen saber qué hacemos, quiénes somos, con quién nos reunimos y aseguran que nos observan y hasta mencionan un envenenamiento"
Para esta responsable, es crucial informar a sus hijas para que tengan instrumentos para defenderse de cualquier tipo de intimidación."Lo hago desde hace años, para que estén preparadas y sepan explicar a sus amigos un problema que es internacional", dice.
Según esta madre de familia, el acoso que sufren los niños proviene de sus compañeros pero también de las personas que están a cargo de su educación.
Las consecuencias de la masacre de Christchurch, cuya ceremonia de aniversario fue anulada debido a la epidemia del nuevo coronavirus, fueron más allá de las fronteras de Nueva Zelanda.
En la mezquita Al-Nour de Christchurch, uno de los escenarios del ataque, Jabara Ajter Juti cuenta que su familia de Bangladés está muy preocupada por ella desde que se instaló en la ciudad hace un año.
El imán de la mezquita, Gamal Fouda, desea que las consecuencias del extremismo se aborden de manera global y no solo en lo que respecta a los musulmanes. "Es una guerra contra Nueva Zelanda, no solo contra los musulmanes, porque hoy se trata de esta comunidad pero mañana puede ser otra", explica.
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