lunes, 28 de mayo de 2018

Aprender de la sabiduría de las abejas para retornar al campo

Madrid,28.05.2018,(EFE).


José Ángel Ibáñez y María Dolores Couso decidieron cambiar de vida hace casi seis años y adaptarse "como las abejas" a una nueva ocupación, y lo que comenzó como escapadas de fin de semana a la Sierra del Courel (Lugo) se convirtió en una alternativa cuando con la crisis la situación laboral se complicó.

"Empezamos de una manera romántica", asegura José Ángel al recordar en declaraciones a Efe el momento en que dejó su puesto de comercial en Vigo para dedicarse a la apicultura; y en las abejas descubrió precisamente que no se equivocaba.

"Desde que nacen hasta que mueren, las abejas obreras van pasando por todas las actividades de la colmena" y ese es el principio que él ha aplicado, no limitarse a una sola profesión.

Ahora, entre otras ocupaciones, trabaja el alvar de Chao Xanude, que le ha cedido una vecina de Seceda, y trata de hacer de la miel su forma de vida.

Los alvares o alvarizas son unas construcciones circulares de pizarra con muros de entre uno y dos metros, en cuyo interior se preservan las colmenas, ya que el tejado saliente dificulta que los osos puedan trepar y alimentarse de la producción de las abejas.

José Ángel se adaptó a estas estructuras y apostó por el conocimiento y la tradición popular, ya que los antiguos alvares están "en sitios muy protegidos de corrientes de aire, recogen muy bien la temperatura, son más cálidos y están escogidos estratégicamente", destaca.

Estas construcciones, que datan de tiempos inmemoriales, son también la prueba de la existencia de osos en la zona décadas atrás, que, aunque llegaron a desaparecer de sus montes, ahora regresan poco a poco.

La Fundación Oso Pardo (FOP) y la Asociación Galega de Custodia del Territorio trabajan conjuntamente en el proyecto Life Oso Courel para preparar el retorno de este plantígrado al sur de la provincia de Lugo y proporcionar información y medios a apicultores como José Ángel, que conocen de primera mano lo que es adaptarse.

Vivir en Seceda, un pueblo de apenas 14 habitantes, supone retos muy diferentes a los que afrontaba en su Vigo natal y, quizá por ello, tiene la mente abierta al regreso del oso; para él, "no es una amenaza, solo un nuevo elemento con el que convivir".

A pesar de sentir su presencia, asegura que nunca lo ha visto, "oirlo, sí"; los ataques a sus colmenas son prueba de las incursiones de los osos en la zona, pues es el único animal que se alimenta de las larvas y miel de las abejas.

El primer ataque lo sufrió en el colmenar de Chao Xanude y así otras seis veces, y unas 15 o 16 en tres años en todas las colmenas de este espacio de la Red Natura 2000.

"De pronto sentimos un rugido muy continuo", relata José Ángel, y, aunque en ese momento no pensaron que fuera un oso, días más tarde descubrieron que varias colmenas habían sido atacadas, por lo que decidieron instalar el pastor eléctrico, con el que han reducido mucho el número de incursiones.

No quiere "dar mala fama al oso", pues en el último año el enemigo más feroz de sus abejas ha sido la varroa, un parásito que ha reducido su número de colmenas de 130 a 30.

Por su parte, el frío mantiene alejada a la avispa asiática, otro de los grandes enemigos de la abeja; el año pasado "hubo algunos ejemplares, porque las temperaturas fueron más suaves, pero las condiciones no son favorables a su adaptación", afirma el apicultor.

Entre sus proyectos de futuro está crear un espacio educativo para que estudiantes y familias conozcan cómo es una alvariza y la vida de las abejas en una colmena, y para ello trata de lograr un mejor acceso a los alvares, que asegure la producción y evite el abandono de estas estructuras protegidas.

El equilibrio entre conservación y desarrollo está presente en el día a día de la Sierra del Caurel, un ecosistema hacia el que vuelve a dar pequeños pasos el oso. EFE

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