domingo, 13 de febrero de 2011

Aprendiendo árabe como mis papás

CÁCERES,13.02.11,hoy.es,TOÑI ESCOBERO

El profesor Karim Kerkaou pide a los alumnos que copien los fonemas y las palabras de la pizarra para que practiquen la caligrafía árabe en la clase de ayer. :: ARMANDO MÉNDEZ

Una sala de la mezquita de Cáceres se ha habilitado como aula escolar a la que asisten dos veces por semana los niños, casi todos nacidos en España

Los hijos de inmigrantes reciben clases de lengua y cultura islámica para no perder sus raíces

Las clases de árabe están abiertas a otros cacereños, incluso adultos, que deseen aprender el idioma

«¿Cómo se dice sábado en árabe?», pregunta el profesor en un castellano aún por pulir. «Al sabit», gritan unos cuantos mientras otros se lo piensan. Hoy es sábado, 12 de febrero del 2011, anota el profesor en la pizarra, en árabe, claro. Y como cada sábado desde hace poco más de un año, a las doce y media de la mañana, la mezquita de Cáceres de la calle Caleros no sólo es un lugar de oración sino también de aprendizaje.

Los hijos de los inmigrantes de origen árabe, la mayoría nacidos ya en Cáceres o en algún otro punto de España, acuden al templo dos veces por semana para asistir a clase de lengua y cultura islámicas con el objetivo de que los niños «conozcan sus raíces» y completen el conocimiento de la lengua que suelen hablar en casa con sus padres, pero que ni saben leer ni escribir.

«Los niños están diseminados por diferentes colegios de la ciudad, el Paideuterion, Licenciados, las Delicias, Cervantes..., y no pueden poner un profesor de árabe en cada uno, así que la comunidad islámica decidió montar estas clases extraescolares», explica Karim Kerkaou, marroquí licenciado en Geografía que imparte las clases de forma voluntaria y a las que invita a los cacereños que quieran asistir para aprender el idioma, incluso adultos.

«Se ha pensado en su futuro, tanto porque saber árabe es cada vez más importante como porque muchos de sus padres quieren volver algún día a sus países. Los niños son en parte bilingües, pero no saben escribirlo y, además, a través de la lengua, les enseñamos algo de Geografía, Historia y la cultura árabes. Ellos no tienen la conciencia de ser inmigrantes, están integrados y la mayoría ni sabe dónde está Marruecos», concluye.

De 4 a 12 años

Una de las salas de la mezquita se ha acondicionado con una veintena de pupitres escolares y un encerado para este fin. En él el profesor dibuja ahora un trazo que recuerda al símbolo de Nike, pero con un punto debajo. Es la letra 'b'.

A partir de ella garabatea varias palabras de derecha a izquierda con esa caligrafía tan indescifrable como la china para los ojos ajenos. Reparte unas hojas en blanco a los niños y ellos empiezan a trasladar las mismas palabras al papel, aunque más que escribir parece que dibujen. «Bahou», que significa salón y «dadr», luna llena.

Nueve niños ocupan esta mañana los pupitres desde el comienzo de la clase, aunque a ratos se van incorporando algunos rezagados hasta llegar a los 15 alumnos y casi llenar el aula. Hay más niñas que niños y de todas las edades, desde los 4 a los 12 años.

Faiza, la única alumna que cubre la cabeza con un pañuelo, ayuda a sus dos hermanos pequeños con la caligrafía, que parece resistírseles. «Ella tiene una escritura perfecta», dice el profesor. La familia de Faiza, paquistaní, lleva poco más de dos meses en Cáceres.

«Tienes que hacerlo más pequeño», indica el maestro a Aya. «No sé, ¿cómo de pequeño?», pregunta la niña. «Pues como si estuvieras escribiendo en castellano, son letras». Aya nació en Malpartida de Cáceres y allí vive con sus padres y otra hermana de 6 años, Areej, que es su compañera de pupitre. Le gustan las clases porque «son divertidas» y porque el árabe «no es difícil», pero sus asignaturas preferidas son Lengua y Matemáticas. Las dos hermanas son alumnas del colegio Licenciados Reunidos.

Cuando la tarea impuesta por el maestro parece acabada, los alumnos se revuelven en el asiento, hablan entre ellos, en español por supuesto, juegan e incluso se pegan y empujan medio en broma.

A Rayan se le escapa una palabrota en árabe, el resto le ríe la gracia y el profesor les llama la atención. «Son críos». Como empiezan a descontrolarse les permite diez minutos de recreo y salen todos pintando al salón anexo de la mezquita para jugar. Aquí no hay patio.

Un poco de Geografía

De nuevo en clase, retoman la tarea. Uno a uno van saliendo a la pizarra para contestar a las preguntas del profesor o reproducir en ella letras y palabras que éste les pide. Algunos apenas alcanzan y el profesor los sostiene en brazos para que escriban en el tablero.

A Naim, de 6 años y ceutí, le toca enumerar los cinco pilares del Islam. Los recita de carrerilla en árabe. ¿Y en castellano? «No sé cómo se dice», responde encogiéndose de hombros. ¿Y cuál de los dos idiomas te gusta más? «El español porque sé decir más cosas, pero con mis padres hablamos unas veces en árabe y otras en español», explica.

Kerkaou dibuja en el encerado una casa, una zanahoria y un pato con las palabras en árabe debajo. También una nariz, un ojo y una oreja. Los alumnos intentan deletrear y pronunciar las palabras, aunque algunas se les encasquillan. También algo de Geografía. Los países del Magreb, la capital de Marruecos y algún retazo del Corán.

Por la puerta empiezan a asomar algunos padres. Acaba la clase. El profesor reparte las hojas escritas por los niños en estas horas después de corregirlas. Algunos reciben muy buena nota y lo celebran con vítores. «El próximo día, a las cinco y media. El viernes. Al Gomia'a. As-salaam-alaykum».

«Que aprendan árabe es también una manera de pensar en su futuro»
«Las clases son muy divertidas, aprendo muchas cosas y el árabe no es difícil»
«Con mis padres, hablo unas veces en árabe y otras en español, y a mi me gusta más el español»

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