domingo, 17 de noviembre de 2019

Torres Almenaras: Mudos testigos de un pasado incierto

Málaga, 16 noviembre 2019,diariosur.es,Salvador Jiménez


Torre de Benagalbón.
Estas atalayas se ubicaron sobre promontorios elevados para mejorar así su valor estratégico y siempre cerca de una aguada. Mediado el siglo XVIII se constató la existencia de 43 torres en el litoral de Málaga capaces de soportar alguna de ellas hasta dos cañones
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El litoral malagueño, debido a su inmejorable situación geográfica y a su importante valor estratégico, fue desde la antigüedad un solar muy ambicionado y frecuentado por piratas y ejércitos de diferentes banderas. Por ello se hizo necesaria la construcción a lo largo de toda su costa de torres de vigilancia que, primero, servíanpara prevenir la llegada de cualquier tipo de embarcación hostil y, segundo, para alertar a las poblaciones principales de la inminente arribada a nuestras playas del enemigo. Ya en la época de la Roma Republicana, el historiador latino Tito Livio menciona en una de sus obras la guerra entre cartagineses y romanos en la desembocadura del río Ebro. Así, citaba que las tropas de Escipión 'el Africano' no pudieron atacar por sorpresa a su adversario, debido a que desde diferentes y altas atalayas se alertó con bastante antelación de la presencia del ejército romano. Este es uno de los primeros antecedente de torres de vigilancia del que se tiene constatación en suelo hispano.

Después habría que adentrase en pleno siglo XIII, donde solo existía un pequeño reducto musulmán en la península, que resistía como podía el cerco de los Reyes Católicos: el Reino Nazarí de Granada. De él formaban parte Almería, Granada y Málaga, plazas perfectamente fortificadas con murallas, castillos y alcazabas, pero cuya debilidad radicaba de manera manifiestamente notoria en la costa, como consecuencia de una escasa e ineficaz marina de guerra. Por ello se decide proteger todo el litoral del Reino de Nazarí construyendo torres de vigilancia, inspiradas en las ya utilizadas por los pueblos del norte de África y de todo el Oriente Próximo. Estas torres serán conocidas por todos nosotros en la actualidad como «Almenaras», vocablo de origen musulmán que significa «ilumina» en clara alusión a una de sus funciones primordiales. Estas atalayas, en la mayor parte de los casos, se ubicaron sobre promontorios elevados para mejorar así su valor estratégico y siempre cerca de una aguada donde poder suministrarse de tan imprescindible elemento.


Torre derecha de Algarrobo.
La guarnición la componían por lo general dos o tres hombres: uno que permanecía las veinticuatro horas de vigía permanente, oteando el horizonte a la búsqueda de algún bajel rival en el horizonte, y los otros eran peones cuya obligación era la de ir a informarse hasta la torre más próxima y retornar con las noticias al día siguiente a la suya. El sistema de aviso en caso de localizar un barco o una flota enemiga era la de encender en la parte superior de la torre una fogata si era de noche o de quemar paja húmeda de día, dando así aviso a las diferentes torres almenaras que existían a lo largo de todo el litoral para que un contingente armado acudiera hasta sus inmediaciones, mientras las poblaciones cercanas se preparaban ante un inminente ataque por mar. Evidentemente, el éxito dependía de la rapidez con la cual se avistara la llegada del enemigo y de la prontitud con que se diera y transmitieran las señales. Dichas torres distaban entre sí en la etapa musulmana una legua (unos 5,7 km).


Torre de Las Palomas en La Araña
Conquistada Málaga por los Reyes Católicos en 1487, y posteriormente el último reducto nazarí, que fue la ciudad de Granada en 1492, los reyes solicitaron entonces al corregidor de Málaga, Juan Alonso Serrano, un informe del estado en el que se encontraban las diferentes fortificaciones militares y torres de la ciudad y cuáles debían permanecer, repararse o construirse de nuevo para mejorar la débil línea defensiva heredada de los musulmanes. Sobre todo, ante la amenaza de un ataque inminente de los musulmanes españoles expulsados unos, y huidos otros a África, que se negaban a dar por perdida la tierra de sus antepasados y que seguían soñando con la reinstauración otra vez del poder musulmán en nuestro suelo.

Torre Manganeta en la desembocadura del Río Vélez
Torre Manganeta en la desembocadura del Río Vélez
Entre 1492 y 1497 se construyeron nuevas torres a lo largo de todo el litoral distando estas entre sí media legua (unos 2,850 Km). El pago de estas nuevas construcciones era sufragado con lo recaudado del impuesto que algunos musulmanes satisfacían, por permitírseles «vivir, labrar, criar y pescar a una legua dentro de la costa de la mar«. Tras las revueltas de 1501 y 1511 se encargará su mantenimiento a los cristianos viejos. Tras la expulsión de los moriscos, fue Felipe II el que aceptó la construcción o reparación de torres por particulares con solvencias a cambio de la obtención de mercedes o de puestos de relevancia en la carrera militar.

Durante el siglo XVII, a pesar del auge de la piratería norteafricana, no se les prestará a las torres la debida atención, como consecuencia de la escasez de fondos en las arcas reales durante los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II.

Mediado el siglo XVIII, bajo el reinado de Carlos III, habrá un cambio sustancial, siendo este periodo rico en documentación y en elaboración de planos y nuevos proyectos. El sevillano Antonio María de Bucareli y Ursúa cita la existencia en esta época de 43 torres en el litoral de Málaga capaces de soportar alguna de ellas hasta dos cañones.


Torre del Jaral en Almayate.
En el siglo XIX las torres almenaras dejarán de cumplir prácticamente con la función para la que fueron concebidas, ya que las circunstancias cambiaron y la piratería prácticamente casi había desaparecido.

Y será el siglo XX el que venga a poner en valor estas construcciones, que fueron arte y parte en la defensa de nuestra costa. En 1949 nos acogimos al decreto de protección de los castillos españoles, siendo declaradas Bien de Interés Cultural en 1985. A partir de entonces se inició un lento proceso de restauración y puesta en valor de las mismas que han hecho que en la actualidad en los casi 150 kilómetros de costa del litoral malagueño, podamos disfrutar todavía de 44 torres almenaras. El legado de unas torres de vigilancia mudos testigos de un pasado incierto, que hoy siguen de manera perpetua observando, velando y embelleciendo algunas desde el mismo rebalaje, el mar de nuestra querida Málaga.

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