domingo, 13 de octubre de 2019

Alá en las aulas (y los barracones)

Palma, 13 octubre 2019,elmundo.es,RAMÓN AGUILÓ


La enseñanza de las religiones en los colegios del modo más favorable para una sociedad abierta debería ser el objetivo de toda política verdaderamente democrática.

Si Dios no lo impide, en el curso escolar 2020/2021 se empezará a impartir religión islámica en diez centros docentes de Baleares . La demanda es enorme, la legislación lo permite y la buena conciencia lo aplaude. Sin embargo, el proyecto, como era de esperar, no cuenta con un apoyo parlamentario unánime. Sobre todo Vox y su portavoz, Jorge Campos, han criticado la medida del Govern, al que ha instado a contestar «quién y cómo va a garantizar que el temario no fomente la homofobia y la sumisión de la mujer propia del Islam».

Yo supongo que serán los mismos responsables que garantizan que el temario de religión cristiana no fomente tampoco pasajes como este (5:21-33) de las Epístolas de Pablo a los Efesios, donde se afirma que «Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo». U otros como aquel memorable momento de la Carta de San Pablo a los Coloneses en el que se exclama: «Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor».

Y así podríamos seguir con toda la Biblia y el Nuevo Testamento hasta llegar a nuestros días, cuando, más de dos milenios después de esas barbaridades, Arzobispados como el de Granada publican vanguardistas libros titulados Cásate y sé sumisa, en el que se detalla, con pelos y señales, el potencial erótico de la sumisión, sus virtudes cardinales. O quién no se acuerda de las palabras que el párroco de Janena (Canena) pronunció en 2014 durante una misa de Primera Comunión: «Hace 30 años un hombre se emborrachaba y pegaba a su mujer, pero no la mataba, porque había moral». Todo un clásico, como corresponde a la Iglesia, según el teólogo Juan José Tamayo, «uno de los últimos, si no el último, de los bastiones del patriarcado que quedan en el mundo».

Todo depende de cómo se enseña algo, pues no es lo mismo enseñar qué es el nazismo y cómo surgió a instruir ciegamente en su monstruosa ideología

Claro que esos textos rancios y esas rancias homilías, en cuanto lenguaje, están sujetas a un contexto, a una traducción y a una interpretación. Es cierto. Pero ese mismo argumento al que acuden los católicos más recelosos debería valer también para aquellos musulmanes que piden interpretar, traducir y contextualizar el Corán de otra manera. Por otro lado, asombra y enternece que le preocupe a Vox cómo va a cuadrar el Govern «la ideología de género y las políticas LGTBI con el Islam». Nuevamente, me imagino que el gobierno de Armengol lo permitirá del mismo modo en que cuadra las clases de religión católica con las lecciones de su máximo representante sobre la Tierra, el papa Francisco, que insiste en aconsejar a los padres que lleven a los niños homosexuales al psicólogo.

No nos engañemos, las tres principales religiones monoteístas se basan en el miedo, el dogma y la devoción, son homófobas, sectarias y autoritarias. Eso no exime de que haya que conocer su historia, la cultura y las obras de arte que han inspirado. Ahora bien, desde un punto de vista ilustrado y humanista, como hacía el filósofo Cioran al señalar que «Dios le debe todo a Bach» y no a la inversa. Claro que todo esto también es una interpretación, pero es la que debería prevalecer en un Estado aconfesional como el nuestro. Todo depende de cómo se enseña algo, pues no es lo mismo enseñar qué es el nazismo y cómo surgió a instruir ciegamente en su monstruosa ideología.

Alemania empezó a ofrecer estas clases en los años ochenta del siglo pasado por presión de los padres, que no querían recurrir a la clandestinidad, como delincuentes, para educar a sus hijos en el islamismo

Por lo demás, sería de agradecer que todos aquellos partidos que se preocupan tanto por las enseñanzas religiosas usaran una milésima parte de esa energía en combatir la prescripción de los delitos de pederastia y pedofilia, unas vergonzosas leyes que siguen permitiendo que cerdos inmundos se paseen feliz e impunemente por nuestras calles con la más vomitiva de las sonrisas.

A pesar de todo esto, tal vez no sea desacertado ofrecer clases de religión islámica. Por un solo motivo: Alemania empezó a ofrecer estas clases en los años ochenta del siglo pasado por presión de los padres, que no querían recurrir a la clandestinidad, como delincuentes, para educar a sus hijos en el islamismo. No deseaban que un imán sin formación y con unas ideas quizá demasiado extremas fuera el mentor espiritual de sus hijos. Ambicionaban control estatal, filtros legales, al igual que lo reclaman aquellos que piden despenalizar el consumo de estupefacientes para no tener que recurrir a los traficantes y demás gentuza. Podemos prohibir las drogas a los adultos y las religiones en los colegios, pero la gente seguirá con sus opios y sus dioses. Que esto se lleve a cabo del modo más favorable para una sociedad abierta debería ser el objetivo de toda política verdaderamente democrática.

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