domingo, 16 de septiembre de 2018

El escritor Santiago Alba Rico: “Ceuta es un buen sitio para una campaña contra la islamofobia”

Ceuta,16/09/2018,elfarodeceuta.es,E.F.


El Salón de actos del Campus acogerá este sábado (18.30 horas) su charla ‘Los peligros de la Islamofobia’

Publicó la primera edición de ‘Islamofobia. Nosotros, los otros, el miedo’ hace tres años y medio. ¿Cómo ha evolucionado la situación desde entonces?
En España hemos ido a peor. Estuvimos un poco a cubierto del fenómeno islamófobo durante años porque teníamos una clase intelectual mucho menos belicosa y con menos presencia en los medios que la francesa, que ha marcado el ritmo del resto de Europa más que Alemania, u otros países xenófobos como Hungría.

En los últimos años los delitos de odio se han multiplicado por cinco y creo que por razones diversas. Una coincidente con el resto de Europa, la inducida y mal llamada crisis de refugiados. También, por supuesto, con el aumento del terrorismo real e ilusorio.

Ahora es muy revelador que los españoles tienen la sensación de que conviven con un 16% de musulmanes cuando solo hay un 2%. Su presencia se exagera como amenazadora.

¿Ahora es más fácil, casi rentable, ser islamófobo sin pudor?
Sí y esa naturalización nos debe hacer reflexionar con alarma. Hubo un momento en Europa en el que el antisemitismo estaba también muy naturalizado y aceptado, en el que los líderes políticos, los gobiernos y los intelectuales hacían declaraciones antisemitas sin un coste en votos o en reacciones sociales o culturales.

A mí me preocupa la islamofobia de izquierdas que en nombre de, para mí, valores universales innegables e irrenunciables como el feminismo o el laicismo mal interpretados, contribuye a construir un sentido común hegemónico islamofóbico, más en Francia y Alemania pero creciente en España.

¿Los individuos hacen islamófoba una sociedad o el sistema impregna a cada ciudadano?
El peligro está en que la gente, en una situación de inseguridad, descubra a través de las instituciones que es más islamofóbica de lo que creía. Siempre está en que alguien con autoridad pública se suba a un púlpito y diga aquello que piensa todo el mundo sin complejos: es lo que hizo Hitler, lo que hace Salvini en Italia, lo que han hecho todos los que han iniciado procesos de exclusión del otro apoyándose en una parte mayoritaria de la población. Por eso es tan importante proteger lo políticamente correcto e el ámbito institucional.

¿Qué quiere decir?
Que hay que ser políticamente incorrecto cuando se pinta, se hace música, se escribe, se hace poesía o se practica sexo en privado pero hay muy políticamente correcto a nivel institucional con cuestiones como el racismo, la xenofobia, la islamofobia, el género, la homofobia… Hay cosas que es mejor pensarlas con vergüenza.

Hay una inhibición políticamente correcta que determina el paso de una situación de normalidad a otra peligrosa y hay algo performativo en el lenguaje. Hay cosas que incluso si se piensan es mejor no expresarlas en voz alta y el ámbito institucional es el que autoriza y legitima.

En estos tiempos hablar de islamofobia en Ceuta se ve políticamente incorrecto
Eso ocurre cuando se llega a un punto en el que se voltea lo políticamente correcto. Todos entendemos, creo, tras el siglo XX y los primeros años del XXI, que hay retrocesos políticamente incorrectos. El problema es cuando se naturaliza de tal manera la islamofobia que se culpabiliza a quienes la denuncian.

Supongo que en Ceuta estamos más cerca de eso porque es una ciudad fronteriza, porque la mitad de la población es musulmana… Creo que es un buen sitio para acometer de manera profiláctica una campaña contra la islamofobia.

El PP rechazó esta semana en el Pleno elaborar un Plan contra la Islamofobia porque no la percibe o no menos puntual que ‘cristianofobia’
Me parece completamente delirante. Un partido democrático de un país aconfesional o laico como España no debería usar categorías religiosas en sus discursos políticos.

No creo que haya ningún enfrentamiento entre cristianos y musulmanes. Es una idea vinculada con un historicismo esencialista muy propio del PP, de los partidos derechistas, la concepción esencial de la Nación y la religión. Todo esencialismo necesita un antagonista negativo, un otro en negro en el espejo.

En eso consiste la islamofobia: que cuando uno la denuncia haya un político que a su vez denuncia, como ante un espejo, la cristianofobia, es un ejemplo muy expresivo de lo que es la islamofobia. Esos argumentos lo son.

¿Las manifestaciones de la islamofobia son distintas cuando el peso de la población musulmana no es tan minoritario?
Sin duda. Ceuta es un caso único de territorio de la UE en el que los musulmanes son casi mayoría. Eso hay que tenerlo en cuenta para hacer discursos igualitarios y no religiosos, para tratar de imponer el laicismo como aquello que debe regir la vida pública.

¿Qué tipo de laicismo?
No el de esa izquierda muy beligerante e islamofóbica sino el de Benjamin Constant, uno de los grandes liberales del siglo XIX: asegurar que todos pueden practicar sus creencias religiosas, que todas las religiones tengan derecho al culto, evitando que ninguna lleve las riendas del Estado.

El laicismo republicano deja de serlo cuando promulga leyes claramente dirigidas a una comunidad o implementa prácticas para perseguir un culto. Eso pasa en Francia y está empezando a ocurrir en España, donde la distribución entre religiones es más parecida es más necesario defender el verdadero laicismo: que ningún grupo religioso gestione el aparato del gobierno y que este, en nombre del laicismo, no se convierta en un vehículo de persecución porque muta a su vez en religioso y en todo lo contrario de lo que pretende ser. Tan teocrático es el gobierno saudí como el francés, da igual que se persiga a las otras religiones en nombre del Islam o al Islam en el del laicismo. La persecución es siempre religiosa y no laica.

Ante las polémicas que rodean el hiyab o el ‘burkini’, hay quien alerta de que si fuera la Iglesia la que los preconizase no se consentirían
Hay también un riesgo de ‘buenismo’ pero si se aplica el criterio que acabo de formular, el laicismo que describo, no corremos el menor riesgo de sentir más simpatías por el velo que por las sotanas. A mí personalmente me producen las dos cosas un instintivo rechazo pero debemos preguntarnos qué queremos poner en peligro para que una mujer musulmana se quite el velo. El Estado de Derecho, la democracia o la defensa de las minorías son infinitamente más importantes que el hecho de que una mujer libremente se autoimponga el velo.

No creo que haya mucha diferencia en términos de libertad, un concepto siempre borroso, manipulable y filtrado por toda clase de intervenciones culturales, entre ponerse el velo o quitarse enteramente la ropa en ciertas circunstancias. Las mujeres deben ser libres de hacer una cosa u otra nos parezca lo que nos parezca sin que sea perseguido, reprochado o condenado.

La feminista egipcia comunista Nawal Assadawui decía con mucha razón que ‘el maquillaje es el velo de las occidentales’. Yo a veces diría que la desnudez es el velo de las occidentales. O aceptamos las reglas del juego, que tanta voluntad libre hay en que una mujer se quite la ropa en televisión o en que se ponga el velo en el espacio público, o las rompemos. Y hacerlo es muy peligroso. No es lo mismo ponerse el velo en Arabia Saudí, donde en caso contrario hasta se te puede negar el auxilio en caso de incendio, que con Ben Ali en Túnez, donde estaba prohibido y era una respuesta política a una dictadura laica.

En su libro habla de la retroalimentación entre terrorismo yihadista e islamofobia. ¿Cree que las comunidades musulmanas en Occidente han sido lo bastante contundentes en la condena del primero?
Es injusto e inexacto tratar a los musulmanes como si constituyeran una comunidad. La gran estrategia del terrorismo yihadista es precisamente generar ilusión de comunidad cerrada, amenazada, despreciada, humillada. Todo eso sirve para que en ciertas condiciones sociales muchos jóvenes desclasados y que nunca se han sentido integrados acaben dejándose tentar por la violencia. La mejor manera de protegernos es no dar ningún lugar a la islamofobia.

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