lunes, 20 de marzo de 2017

«La gente cree que soy inmigrante por llevar velo y enseñar religión islámica. ¡Soy de Eibar!»

 SAN SEBASTIÁN,20 marzo 2017, diariovasco.com,AIENDE S. JIMÉNEZ


Romaesa Benslaiman, en un aula de la casa de cultura Portalea de Eibar, donde también imparte talleres. :: felix morquechoRomaesa 

Romaesa Benslaiman es la única profesora guipuzcoana acreditada para impartir esta asignatura en euskera
Asegura que hay mucha demanda para estudiar esta materia, pero que los colegios «no informan o no quieren informar sobre esta opción»

«Yo puedo enseñar cualquier asignatura, para eso he estudiado Magisterio», recalca Romaesa Benslaiman, eibarresa de 24 años. Sin embargo, es la única profesora en Gipuzkoa acreditada para impartir la asignatura de religión islámica en euskera, y una de los cuatro docentes que pueden hacerlo en todo Euskadi. Cuando supo que existía la opción de optar a ese puesto decidió prepararse, «porque yo no he tenido la oportunidad de estudiar mi religión en clase, y quiero que otros niños tengan esa opción».

El pasado mes de diciembre Romaesa, -su nombre se pronuncia Rumeisa, pero se presenta así desde que sus compañeros de clase se equivocaban al decirlo-, pudo hacer sus primeras sustituciones como profesora euskaldun de Islam en colegios de Araba y Bizkaia. Los requisitos exigidos por el Gobierno Vasco para poder impartir esta materia son tener el grado de Magisterio para primaria -o el de otra carrera más el máster de profesora de secundaria-, el título EGA de euskera y la acreditación de idoneidad de la comisión islámica. Por el momento, solo dos docentes están en activo, por lo que la guipuzcoana solo puede ejercer si alguno de ellos coge una baja. Eso sí, para ello debe desplazarse fuera de Gipuzkoa, ya que en nuestro territorio no hay ningún colegio que imparta la asignatura de religión islámica. «Parece que no se han enterado de que existe esta opción, o que no se han querido enterar», señala Romaesa.

Presidenta de una asociación y evaluadora en escuelas vascas

La realidad, denuncia la eibarresa, es que en las matriculaciones en papel -la mayoría- que realizan los padres existen dos opciones a elegir: religión o ética. «Y todo el mundo entiende que se refieren a la católica, se da por hecho», se queja Romaesa, quien asegura además que en Gipuzkoa existe mucha demanda de esta materia por parte de la comunidad musulmana. «Hay muchas familias interesadas, y las asociaciones se están moviendo para que conozcan que existe esta opción, ya que muchos ni siquiera lo saben». Porque tan solo realizando la inscripción online es posible acceder a todo el listado de asignaturas, entre ellas la de religión islámica.

Cuenta que ella, para poder aprender la religión de sus padres, que nacieron en Tánger pero llevan más de cuarenta años viviendo en Eibar con sus seis hijos, tuvo que acudir a clases extraescolares. «Los niños que estudiaban la religión católica lo podían hacer en la escuela, pero yo al salir debía dedicar más tiempo para poder aprender el Islam, además del árabe».

La desinformación, cree, es el principal obstáculo para que el Islam sea una asignatura como cualquier otra dentro de la enseñanza pública. En Euskadi, actualmente 386 alumnos reciben clases de la doctrina islámica, todos ellos en colegios vizcaínos o alaveses. Según datos del Gobierno Vasco, un total de 700 niños realizaron la matrícula para este curso escolar, pero casi la mitad no se atendieron por no reunir un mínimo de alumnos en la misma clase o centro educativo. Las agrupaciones islámicas de Euskadi cifran esas solicitudes en 1.200.

«Lo que no podemos pretender es que en el colegio todos los niños sean iguales, como un rebaño, porque la realidad es que en la sociedad las personas somos diferentes», señala Romaesa, quien considera que «si queremos trabajar realmente la diversidad hay que hacerlo desde la escuela».

«Decidí luchar»

El proyecto que eligió para su trabajo final en la universidad tenía como título 'La identidad de los hijos de inmigrantes en la escuela'. Un tema que eligió por lo vivido en su propia experiencia. Porque a pesar de haber nacido en Eibar, y ser una guipuzcoana de derecho, siempre le han considerado extranjera. Lo siguen haciendo. En el colegio, recuerda Romaesa, le preguntaban de dónde era. Una pregunta que le generaba inquietud, ya que no entendía por qué tenía que dar explicaciones sobre su vida. «Al final no te sientes de ninguna parte, y según el niño, si es algo inseguro, le puede afectar negativamente. Conozco casos de musulmanes que han dejado de estudiar euskera por estar hartos de ser rechazados». En su caso, dice con orgullo, «decidí luchar». Se sacó el EGA e hizo la carrera en euskera, un idioma que tiene tan asumido que incluso durante la conversación le sale algún que otro «badakizu» o «¡ay! Nola esaten da...».

«Me dijeron si creía que trabajando con velo iban a aceptarme. ¡Ni que yo fuese un monstruo!» 
«Tengo mi identidad religiosa, pero también dos identidades culturales, la musulmana y la europea» 
«Obligar a alguien a quitarse el velo es como obligar a que te bajes los pantalones. Es algo íntimo» 
«No me parece bien que los colegios den solo como opción la religión católica o ética. ¿Y el resto?»

Las conclusiones que obtuvo de aquel trabajo fueron que todos los niños tienen su propia identidad, e incluso varias, como ella. «Yo tengo mi identidad religiosa, que es la musulmana, pero también tengo dos identidades culturales: la que me han enseñado mis padres en casa, y la europea, que es donde vivo y que también me gusta».

Pero tras veinticuatro años viviendo en Gipuzkoa, dice que no ha notado «ningún cambio» en cuanto a la aceptación del colectivo musulmán en la sociedad. «Yo sé que soy de aquí, el problema es que cuando la gente me ve piensa que soy inmigrante simplemente por llevar el velo puesto. Y eso me cabrea», dice con firmeza. «Lo que no entienden es que el velo no tiene que ver con la procedencia, sino con ser musulmana, y para eso no hay que ser árabe». Romaesa remarca que ella lleva el velo «porque quiero, la obligación en mi religión no existe». Y reconoce que su decisión le ha acarreado algún problemas, por ejemplo, en algunas entrevistas de trabajo. «Me han llegado a decir si creía que trabajando de cara al público me iban a aceptar. ¿Pero qué pasa? ¡Ni que fuese yo un monstruo!».

Está convencida de que el velo es la principal razón por la que se discrimina a las mujeres musulmanas. Sobre la decisión de la justicia europea de avalar a aquellas empresas que prohíban el velo en el trabajo, opina que «todo se puede arreglar hablando, con argumentos», pero también defiende que ella no obligaría a nadie a quitarse el velo en una de sus clases. «No es lo mismo que llevar un gorro. Un velo no es un complemento, es una prenda íntima, y obligar a alguien a quitárselo es como decirle a otro que se baje los pantalones, y eso no se nos ocurriría jamás».

Los prejuicios

«El rechazo lo he sentido por parte de toda la sociedad. Soy consciente de que hay que trabajar mucho para que la gente entienda que hay personas que piensan o visten de una forma diferente a lo que es común para ellos, y que no pasa nada», señala la guipuzcoana. Su miedo, sin embargo, es que sus hijos tengan que contestar a las mismas pregunta que ella, sus padres o sus hermanos tienen que seguir escuchando cada día. «Mis padres llevan cuarenta años aquí, nosotros nacimos aquí. ¿A mis hijos también les van a preguntar si son inmigrantes?».

Todos estos prejuicios son, a su juicio, la causa de un importante desconocimiento de la religión islámica. «No es lo que se ve por la tele. El que quiera saber, que lea, que investigue o que pregunte».

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