domingo, 18 de septiembre de 2016

El islam y su coexistencia con los credos autóctonos en Asia

Bangkok,18/09/2016,(EFE),Alberto Masegosa


El islam mantiene en Asia una relación con los credos autóctonos que en ocasiones es pacífica pero en otras de tensión velada y en algunas de conflicto abierto.

La variedad de la paleta refleja la compleja coexistencia de la religión musulmana con la hindú, budista, taoísta y confucionista, que en contraste con ella no son proselitistas y que, aunque en distinta medida, han perdido presencia frente a la islámica.

El carácter sincrético del hinduismo ha favorecido pero no ha garantizado la convivencia en la India, país que es reconocido universalmente por un panteón musulmán el Taj Mahal, y donde es frecuente que hindúes peregrinen a lugares santos musulmanes.


La insurrección de Cachemira, única región india de mayoría musulmana, es el recordatorio de la traumática división en 1947 por Londres con criterio religioso de su excolonia entre la India, como hogar hindú, y Pakistán, para acoger a los fieles islámicos.

Millones de personas murieron por razón de fe durante la partición y las matanzas han continuado en la India independiente, de mayoría hinduista pero que 70 años después alberga 160 millones de mahometanos, un número cercano a los 170 millones de Pakistán.

La última masacre a gran escala causó en 1992 miles de víctimas mortales, en su mayor parte musulmanes, en Gujarat, oeste indio.


Como en la India, el sincretismo ha atemperado pero no ha eliminado las tensiones en el otro gigante asiático, China, cuna del taoísmo y el confucionismo y donde ambas creencias conservan mayor implantación que el hinduismo en la tierra que le vio nacer.

El islam tiene en territorio chino 20 millones de practicantes -menos del 1,5 % de la población total, frente al casi 15 % en la India-, y buena parte de ellos pertenecen a minorías étnicas del noroeste emparentadas con los pueblos de Asia Central.

En esa zona la minoría étnica uigur mantiene una hostilidad latente con las autoridades comunistas que ha degenerado en episodios de violencia, como los sangrientos enfrentamientos que en 2009 dejaron más de 200 muertos en Urumqi, la capital regional.

Los líderes uigures acusan a las autoridades de prohibir preceptos islámicos, como ayunar en el mes santo del ramadán, y el Gobierno de Pekín alega que en el seno de esa comunidad hay células yihadistas que presuntamente cometen ataques criminales.

El más grave de esos supuestos atentados durante esta década provocó en 2014 más de 40 muertos en un mercado de Urumqi.

También dimensión étnica tienen los conflictos entre musulmanes y budistas en el Sudeste Asiático, con el Sur de Asia la región donde el islam ha ganado más terreno a las creencias originarias del continente y últimamente se registra mayor grado de radicalización.

La minoría musulmana de los rohinyá se reclama nativa de Birmania pero las autoridades de ese país, de mayoría budista, argumentan que procede de la vecina e islámica Bangladesh y margina y niega a los integrantes de esa comunidad el derecho a la ciudadanía.


El "problema rohinyá" ha suscitado el brote de grupos extremistas budistas, cuyos ataques han causado al menos decenas de muertos en esa minoría, de más de un millón de miembros -menos del 5 % de la población total- y radicada en el estado occidental de Rakáin.

En el extremo sur de Tailandia, limítrofe con la musulmana Malasia, opera una guerrilla islámica que lucha por la independencia del antiguo sultanato de Pattani, de mayoría étnica malaya y anexionado por las autoridades de Bangkok hace un siglo.

Más de 6.500 personas han muerto en enfrentamientos desde que esa guerrilla retomó en 2004 la lucha armada tras una década de letargo.

Los rebeldes se limitaban tradicionalmente a actuar en el antiguo sultanato pero el pasado agosto ampliaron su radio de acción con una serie de explosiones sincronizadas que provocaron cuatro muertos y decenas de heridos en enclaves turísticos de fuera de su feudo.

En declaraciones a Efe, el académico Archan Saki enmarcó la cadena de atentados en la estrategia de los insurgentes de "forzar a las autoridades a sentarse en una mesa de negociación".

El experto advirtió del peligro que supone en el plano regional la penetración del salafismo en sustitución del sufísmo como corriente dominante en el islam practicado en el Sudeste Asiático.

Esa doctrina asomó hace una década procedente de Oriente Medio y "amenaza con crear más división" apuntó Saki, hijo del mufti Aziz Phitakkumpon, máxima autoridad islámica de Tailandia, de mayoría budista pero que cuenta con más de un 10 % de pobladores musulmanes.

El Sudeste Asiático incluye Indonesia, que antes de llegar el islam era budista e hinduista y con 250 millones de habitantes es en la actualidad el país de mayoría islámica más poblado del globo.

Según los servicios de inteligencia australianos, el autodenominado Estado Islámico (EI) se ha propuesto el objetivo de instaurar en Indonesia un "califato regional" para replicar los que la organización yihadista ha implantado en Irak y Siria.


Caso aparte es Filipinas, donde el islam llegó en el siglo XIV, siete siglos después de que aflorara en Asia continental.

La comunidad islámica, algo más del 5 % de la población total, se concentra en el sur del archipiélago, donde operan grupos yihadistas como Abu Sayyaf, que combate regularmente con el Ejército local y alcanzó notoriedad por decapitar algunos de sus rehenes extranjeros.

A diferencia de otras organizaciones armadas asiáticas de credo musulmán, las filipinas se enfrentan al Gobierno del único país del continente en que la mayoría de los habitantes profesan otra fe importada y también proselitista, el cristianismo.

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