Albacete, 18 de enero de 2015, latribunadealbacete.es
Musulmanes en la mezquita que el Centro Cultural Islámico tiene en la calle Virgen del Pilar, donde se reúnen a rezar y a escuchar al imán todos los viernes. RUBÉN SERRALLÉ
El Centro Cultural Islámico de la ciudad trasladará su lugar de culto al barrio de La Milagrosa, un local de 900 metros cuadrados dedicado al rezo y a impartir clases de religión y de árabe.
Fue a mediados de los años 90 del siglo pasado cuando los inmigrantes empezaron a asentarse en la provincia de Albacete. La llegada progresiva de ciudadanos que abrazan el islam originó que en 2005 se fundara el Centro Cultural Islámico de Albacete, un lugar que sirve no sólo de mezquita, sino también para impartir estudios religiosos y clases de árabe.
La comunidad musulmana en Albacete asegura «vivir en paz» en esta provincia. No tiene temor a posibles brotes de islamofobia tras los últimos atentados perpetrados en París porque aquí, en esta capital, se encuentran completamente integrados y respetados por los albaceteños.
Se calcula que en toda la provincia residen más de 8.000 musulmanes, de ellos, entre 5.000 y 6.000 están asentados en la capital. Una cifra que se ha estabilizado en estos años de crisis, porque si bien es verdad que muchos seguidores del profeta Muhammad han emigrado en busca de un empleo, la comunidad ha recibido con los brazos abiertos a otros muchos españoles, europeos y latinoamericanos que han decidido seguir la doctrina del Corán.
Se estima que la comunidad musulmana en Albacete ha perdido entre un siete y un ocho por ciento de creyentes porque se han marchado a otros países o a sus ciudades de origen. Un éxodo que se ha compensado con ciudadanos albaceteños, españoles, latinoamericanos y europeos que se han convertido al islam, aunque en esta religión se considera que «vuelven» al islam.
Y es que, según el presidente del Centro Cultural Islámico de Albacete, Mostafá Snabi, los actos terroristas que se cometen para manchar esta religión producen «un efecto contrario» y originan que practicantes de otras confesiones, agnósticos e, incluso, ateos, «empiecen a informarse de lo que es realmente el islam, estudien el Corán, se den cuenta de que los tópicos son mentira y decidan convertirse».
De ahí que, en la actualidad, el Centro Cultural Islámico de Albacete cuente con más de 12 nacionalidades entre sus seguidores: desde libios, egipcios y tunecinos a marroquíes, subsaharianos y ciudadanos de Oriente Medio, pasando también por albaceteños que han decidido abrazar el islam, bien porque han visto que esta doctrina «les llena espiritualmente» o bien porque «se han integrado en una familia musulmana».
Condenan y rechazan rotundamente cualquier tipo de violencia en nombre de esta religión: «Esos que matan no son musulmanes», dice tajantemente Mostafá Snabi. Debido a su complejidad, se ciñe mucho a la hora de explicar qué es el islam: «Es sumisión a Dios, es sinónimo de paz; yo soy siervo de Dios y, por eso, tengo que adoptar, predicar y practicar lo que Dios me ha dicho que tengo que hacer». Entre otros muchos aspectos, la doctrina del Corán prohíbe expresamente matar. Entonces, «¿cómo matas en nombre de quien dice que si matas a una persona es como si matases a toda la humanidad? Esos que gritan matar en nombre de Alá son criminales, gente fracasada de la vida».
A pesar de que el fanatismo religioso pueda generar brotes de xenofobia, la comunidad musulmana que vive en Albacete no se siente amenazada por los oriundos, porque tanto aquí como en el resto de España, «la gente está curada de espanto; los españoles han vivido la época más atroz del terrorismo de ETA y la desgracia de la Guerra Civil;todos sabemos que los humanos tenemos que convivir en paz y que los que cometen atrocidades hay que llamarlos por su nombre».
Los últimos datos que se conocen cifran en nueve las comunidades musulmanas inscritas en esta provincia, número que sube a casi 70 en Castilla-La Mancha. La gran mezquita del Centro Cultural Islámico de Albacete se encuentra en la calle Virgen del Pilar, donde de momento no se han detectado actos de islamofobia por parte de vecinos o grupos radicales. «La convivencia con los albaceteños siempre ha sido estupenda», asegura Snabi.
En la actualidad, esta comunidad islámica cuenta con dos lugares de culto en la capital, uno en el barrio de Las Cañicas, otro en el barrio de La Milagrosa, dos alquileres a los que es difícil hacerle frente, ya que suponen un pago mensual de 3.000 euros y esta comunidad se financia única y exclusivamente con la aportaciones de sus socios.
La escasez de recursos económicos, junto al alto número de musulmanes que acuden cada viernes a escuchar las jutbas o sermones, pronunciadas por un iman que está contratado, han empujado al Centro Cultural Islámico a buscar un local más grande, que estará ubicado en la calle Jorge Juan de esta ciudad. Con 900 metros cuadrados, esta nueva mezquita -que se ha alquilado con derecho a compra- dará cabida a todos los musulmanes que quieran acudir a rezar y dispondrá de varias aulas y espacios comunes para impartir enseñanza religiosa islámica, clases de árabe y reuniones y encuentros de todo tipo, porque no hay que olvidar que estos centros «son públicos, están abiertos a todo aquel albaceteño que quiera entrar». De hecho, en la calle Virgen del Pilar acuden «creyentes y no creyentes» para conocer la comunidad musulmana y felicitarla en sus variadas y tradicionales fiestas.
«No somos gente rara. En este país han estado conviviendo tres religiones durante siglos con mucho respeto y sólo ha habido problemas cuando se han metido los intereses políticos y económicos por medio», recuerda el presidente del Centro Cultural Islámico.
Ahora, su mayor preocupación es el alto paro que registra la comunidad, más de un 50% de sus miembros se encuentran sin trabajo. A la crisis y a la situación general que azota este país se une que el empleo que antes ocupaban los musulmanes porque no lo querían los españoles, ahora son ocupados por los nativos. Una situación que agrava las necesidades de muchas familias islámicas que, como las católicas, tienen que acudir a instituciones benéficas y servicios sociales para lograr cubrir sus necesidades más básicas.
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