viernes, 15 de junio de 2012

Los musulmanes de Maracaibo

Maracaibo,14/06/2012, panorama.com.ve, Lolimar Suárez.


Mirando hacia Meca, 32 grados al norte hacia el Lago de Maracaibo, de rodillas entre la avenida La Limpia y la calle principal del barrio Primero de Mayo, Nouhad le reza a su Dios. Cinco veces al día debe elevar alabanzas a Al-lah, recitar en árabe versículos del Corán, hacer las súplicas y vivir plenamente bajo la fe del Islam.

Hijo de emigrantes sirios, Nouhad nació en Maracaibo y se graduó de economista en La Universidad del Zulia como uno más en una ciudad habitada mayoritariamente por católicos y cristianos evangélicos, que poco o nada saben de los principios de la religión islámica, cuyos cantos se elevan discretos en la mezquita de El Rauda (el jardín) abierta durante el Ramadam de 1992 por la fundación islámica Said El Hanafi.
En Maracaibo ha pasado casi imperceptible que existe un templo islámico activo a unos 900 metros de dos iglesias cristianas emblemáticas, la católica Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá y la evangélica La Cruz.

Está abierto durante todo el año, no solo para celebrar las cinco oraciones fijadas en el Corán, sino para ofrecer clases de religión, bodas, oficios de difuntos y recibimiento a peregrinos musulmanes de cualquier región del mundo.

La mezquita de Al Rauda es todavía un edificio en construcción, con sus columnas, puertas y ventanales de estilo morisco en cemento vivo. Desde la calle emerge su cúpula blanca de estilo arábigo, que aún sin el revestimiento de cerámicas, mármoles o esmaltados de Damasco, parece un espejismo al calor del mediodía.

La comunidad musulmana en Maracaibo y San Francisco podría constar de más de mil fieles. En toda Venezuela, según estimaciones de la Asociación islámica, hay entre 200.000 y 500.000 creyentes.

Las primeras oleadas llegaron al país durante las primeras décadas del siglo XX, con la Primera Guerra Mundial. Los musulmanes que viven en Maracaibo son en su mayoría de origen sirio, libanés y palestino. También hay conversos de otras religiones o antiguos no practicantes.

Los registros del Sheik Mustafá El Kashab, Imán del templo, hablan de cincuenta conversos en los últimos tres años, una de ellas es Aisha, quien llega de su trabajo a la oración meridiana del viernes.

Sube al área de la mezquita reservada a las mujeres, lleva velo (hiyab) y cuando entró al oratorio, se colocó una túnica que le cubrió todo el cuerpo. Su nombre de pila es Fenyi Soto, tiene 18 años y es la única musulmana en una familia cristiana evangélica, la única en el sector San Ramón del barrio Virgen de Guadalupe, en San Francisco y también la única en el Colegio Gran Mariscal de Ayacucho, donde estudia administración. Su vida ha cambiado y ella se confiesa feliz, con una sonrisa luminosa.


El pasado Día de las Madres eligió usar el velo de forma permanente luego de su conversión al Islam a comienzos de este año. “Todos en casa se quedaron sorprendidos y estuvieron mucho tiempo dudando, con temor a lo desconocido. Soy la menor, tengo una hermana de 20 años que ya está casada. Ese día quedó en ‘shock’ cuando me vio el hiyab. Mi papá me miraba y decía que me veía bonita. Mi mamá también, todos entendieron que estoy adorando al mismo Dios”.

En casa de Aisha, la Biblia y el Corán cohabitan en paz. En la calle la confunden con una monja, le piden la bendición, le apartan un puesto en el autobús, y le preguntan de qué país viene. Pero nació en Maracaibo y, aunque disfruta su fe, confiesa que varios de sus amigos se han alejado de ella.

“Llegué a la religión a través de YouTube. Vi cómo celebraban las oraciones y algunos videos que explicaban los principios del Islam. No me sentía bien en mi anterior religión, no entendía por qué algunos hermanos acudían a fiestas, a ferias, a actividades en las que no se adoraba al Dios único. Luego empecé a leer muchísimo, a entender lo que estaba descubriendo y me comuniqué con la Asociación Islámica a través de un chat. Luego conocí a las hermanas que me acompañaron por primera vez a la mezquita de Maracaibo”.

El sheik o imán, es quien dirige la oración en árabe. Mustafa El Kashab cumple con esta misión en Maracaibo, designado por el Ministerio de Religión de Egipto, un Estado musulmán, a cargo de más de 60.000 mezquitas solo en su país. En esa institución rectora del Islam se seleccionan a miles de imanes que llegan a América luego de una rigurosa evaluación de sus credenciales. El Imán vive en un área privada de la mezquita.

Tras las oraciones se cumple en 15 minutos, Nouhad regresa a su negocio familiar, un comercio de muebles. Aisha se va de prisa a su trabajo en una tienda de artículos para bebé ubicada el centro de Maracaibo. Baja la escalera y sale a la avenida 18 de Primero de Mayo. Se pierde entre la gente que mira su ‘hiyab’ e imagina que llegó de un país lejano a buscar a su Dios.

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