lunes, 10 de octubre de 2011

Sevillanos en África..., africanos en Sevilla

Sevilla,10.10.2011,diariodesevilla.es,Francisco Correal

Miguel Ángel Ayuso y Emilio G. Ferrín, en el colegio Guadaíra.

Diálogo entre Islam y Cristianismo en el debate entre un misionero sevillano y un arabista y en una comida africana en un taller de la calle Relator.

Puede que alguna vez se cruzaran por alguna calle de El Cairo. Uno es sevillano de cuna y otro sevillano adoptivo. Los dos hablan el árabe y lo enseñan. Miguel Ángel Ayuso (Sevilla, 1952) es rector del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos de Roma. Emilio González Ferrín (Ciudad Real, 1965), enseña Pensamiento Árabe e Islámico en la Hispalense.

La Fundación de Cultura Andaluza los unió el pasado viernes para que hablaran de su experiencia en un debate sobre la situación actual del diállgo Islam-Cristianismo. El padre Ayuso es un sevillano de San Bernardo que estudió con los claretianos. En 1980 se ordenó sacerdote, aprendió árabe en Roma, idioma que enriqueció posteriormente en sus destinos como misionero comboniano en Egipto (1982-1986) y después en Sudán (1986-1993).

Cuando Ayuso pone fin a su primera etapa egipcia -después volvería al país de los faraones-, González Ferrín inicia en 1986 su periplo por países árabes: Marruecos, Túnez, Egipto, siendo profesor invitado en El Cairo, Ammán o Damasco. Este profesor, autor de una Historia de Al-Andalus, que lo mismo habla del Corán a universitarios de Marruecos que a una cofradía o a una tertulia cultural en el Cambados, nació en octubre de 1965, cuando salían las actas del Concilio Vaticano II, un referente cronológico fundamental, según el padre Ayuso, para enmarcar ese diálogo y sus tres soportes: respeto, mutuo conocimiento y cooperación.

Dos sevillanos universales. Ayuso ha regresado de Kuala Lumpur, donde tuvo que escuchar los clichés de la Cruzada y la Inquisición en la Universidad Islámica de la capital malaya. Se alojó en la casa del obispo, de origen indio, que vive bajo un rascacielos más alto que las Torres Petronas de César Pelli. González Ferrín fue a Dublín invitado por el Instituto de Estudios Ecuménicos. Joyceano de pro, cumplidor del Bloom's day, estaría como pez en el agua.

La buena fe no es siempre la mejor, da a entender el misionero del barrio de los toreros. "La buena fe no debe llevar al sincretismo o al relativismo. Lo fundamental no es que todas las religiones sean iguales, sino que hay muchas religiones", dice Ayuso. "Me di cuenta de que era sevillano al salir de España. Para conocer al otro tenemos que salir de nosotros mismos. El conocimiento es la única manera de superar cualquier tipo de sospecha o de miedo". Es más sevillano desde que fue egipcio, sudanés o romano.

González Ferrín tiene una asignatura que es Religiones Comparadas y tampoco comparte el "gazpacho" de creencias. Le pidieron un informe sobre la mezquita de los Bermejales. Propuso como ubicación el pabellón del Protectorado Español en la Exposición del 29 "pero estaba ocupado por Parques y Jardines". En la otra Expo, la del 92, este profesor fue la mano derecha del comisario del pabellón de Arabia Saudí. En 1993, el padre Ayuso pidió un año sabático, vino a Sevilla para regresar después a Egipto. Vivió en el último país aceptado por Naciones Unidas, Sudán del Sur, "recuerdo que tenías que dormir vestido y con los zapatos puestos".

El diálogo es una tarea muy sutil. "La coexistencia no es suficiente", dice González Ferrín, "mira los turcos en Alemania o los argelinos en Francia. La exclusión es una consecuencia de la guerra fría. Antes estaba enfrente el rojo y ahora está el moro".

Africanos en Sevilla

Es un hermoso diálogo entre religiones. Augusto Sansebastian, angoleño, nacido en junio de 1982, está preparando un guiso típico de la antigua colonia portuguesa que lleva alubias y maíz. Este africano, que trabaja de cocinero en la Cartuja, en La Bodeguita de Luismi, lo suele preparar con carne de cerdo, pero en esta ocasión eligió la de ternera por respeto a las creencias de sus amigos musulmanes Mahmoud, hijo de guineano y senegalesa, y Alhassan, que llegó a Sevilla de Sierra Leona.

La Alameda de Hércules está llena de restaurantes, pero esta comida típicamente africana no tiene lugar en ninguno de ellos. Francisco García Chaparro, antiguo misionero, es el anfitrión. En la Asociación Cultural Barro y Cristal, de la que salen estos efluvios con sustento, aprendió nociones de cerámica y vidriado Mahmoud, que invitó a sus amigos Augusto y Alhassan a este banquete de sabores. Mahmoud nació en 1983 y es un experto en trashumancia continental. Salió muy joven de su país y vivió en Malí, Burkina Fasso, Níger, donde hizo sus primeros pinitos con la cocina, Libia, Argelia y Marruecos. Gobernaba Gadafi cuando estuvo en Libia en 2002 y 2003. "Trabajaba de carpintero, aprendí mucho, pero mi jefe me dijo que me iba a buscar seguridad. Me fui de allí". Trabajó de cocinero en el Badulaque y en parte con las nociones que le refrescó García Chaparro, está en Lucena haciendo un taller de carpintería, el oficio que ejerció en Libia. Como la mayoría de los países por los que pasó eran francófonos, se echó una novia francesa.

Este carpintero reciclado prepara un plato de su país, el mafe, que da pie a un interesante debate con sus amigos sobre aficiones culinarias y estatus social. "Es un plato de etnias", dice Mahmoud, "al que cada uno le da un nombre: los mandinga, los wolof". El mafe es alternativa al arroz con pescado, chupugem. "Mi abuelo, de otra etnia, dice que es un plato para pobres. Algo parecido a lo que ocurre aquí con el salmorejo".

Alhassan, el de Sierra Leona, es músico de percusión. En el taller de Paco García Chaparro han constituido una improvisada orquesta. Empieza a llegar el público, que aprueba la partitura: un ebanista, un estudioso de la obra del imaginero Francisco Buiza, dos sobrinos del anfitrión, Paco y Felipe, hermanos gemelos, hijos del que fue alcalde de Villaverde del Río Felipe García Chaparro. Paco es cocinero en el hospital San Juan de Dios y Felipe asistente social, conocedor de la realidad de los mendigos e indigentes.

La calle Relator está en el corazón de África. La globalización del afecto y la artesanía. La comida está lista. Prueba el guiso angoleño Belén, una palentina que se enamoró en Londres de un danés con el que tiene dos hijos malagueños. El mapa es un pretexto.

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